­Son las 17:30 de la tarde. El mar está revuelto. Todavía queda algo de resaca de olas de los días anteriores, pero no lo suficiente como para que unos jóvenes no puedan entrar en el agua. Empiezan a calentar, cada uno adaptado a sus condiciones. En sus caras se refleja el deseo de adentrarse en el agua. Con la ayuda de los voluntarios los jóvenes que están apuntados a Surf Sin Limits disfrutan de este deporte de una forma muy especial. Es lo que Lorena Sauras, la fundadora de esta asociación sin ánimo de lucro, pretendió desde el primer momento: «hacer disfrutar a estos muchachos como nunca antes lo habían hecho con ninguna otra actividad».

Surf Sin Limits se creó hace tres años con el objetivo de dar a conocer y a transmitir los beneficios y la experiencia que aportan el surf y el paddle surf. Se trata de una actividad físico-deportiva acuática adaptada a cualquier tipo de discapacidad.

De lunes a jueves, Lorena Saura, junto a un grupo de voluntarios, se funde en las aguas que corresponde a la parte de la Misericordia. Mirando al cielo, por si algún nubarrón decide explotar en lluvia, deciden entrar en el agua.

«Nosotros lo que hacemos con ellos es calentar en primer lugar. Cada uno tiene un sesión distinta». Seis niños son los que han venido hoy a disfrutar de este deporte. «Cuando el tiempo es peor centramos el trabajo en el agua. Pueden pasarlo mal si hay muchas olas», comenta Lorena. El tiempo estimado en el agua es de una hora, donde los alumnos de Saura se suben a una tabla de surf y se dejan llevar.

Disfrutar ayudando. José Francisco González lleva un año y seis meses en Surf Sin Limits. Su trabajo es difícil. No solo tiene que enseñar a manejar a estos jóvenes una tabla de surf, sino que debe estar pendiente de que no ocurra nada. «Al principio es frustrante. Todos tienen un tipo de discapacidad distinta y la enseñanza también tiene que ser diferente. Pero es precioso», comenta González.

Isabel, la madre de Antonio, un joven que padece escoliosis observa a su hijo desde la lejanía con una sonrisa dibujada en la cara. «A nivel psicológico se relaciona con gente de su edad, se abre más al mundo y hace amigos. A nivel físico, como el tiene escoliosis, practicar este tipo de deporte le viene genial para el tronco», confiesa la madre de Antonio. Además, a este joven le encanta el agua. Una vez que se adentra pasa a ser otra persona, se concentra y guarda perfectamente el equilibrio en el agua.

Lorena Sauras apenas sale del agua. Se nota que le encanta lo que hace y el por qué lo hace. «Surf Sin Limits forma parte de lo que yo soy, de lo que viví en mis comienzos por una lesión que tuve. Me siento, a nivel personal, dichosa, no de lo que yo pueda ofrecer a estos chicos sino de lo que ellos me aportan a mí», afirma emocionada Sauras. Entonces, existe una comunicación. Puede ser la no verbal, porque hay muchos chicos que carecen de lenguaje oral. Pero en el agua existe una magia y nadie sabe por qué.

En cuanto a los instrumentos que utilizan en el agua, básicamente es el cuerpo y una tabla de surf. Son del mismo tamaño que cualquier tabla, aunque están hechas de materiales más blandos que amortiguen las posibles caídas y se adapten a su cuerpo. Es la peor parte, según el equipo de profesionales.

«Al ser una asociación sin ánimo de lucro, no tenemos suficiente financiación, y los materiales son bastante caros. Pero seguimos aquí, con mucha fuerza. Existe un trabajo no solo dentro del agua, sino también fuera. La conexión y la complicidad dentro del agua hace que cada sesión sea diferente y especial a la anterior. «Llegamos juntos a descubrir nuevas sensaciones en cada sesión y a compartir juntos nuevas emociones», comentan los voluntarios. Las ganas y la ilusión por hacer que discapacitados pueden acariciar el agua de esa forma han hecho que nazcan Surf Sin Limits que dará mucho de qué hablar. Esperando ya a la próxima ola.