­La mar se encontraba algo alborotada el pasado martes 19 de julio. Eso no impidió que Manuel Silva, de Cultivos Marinos de Andalucía, y el resto del equipo acudiera como cada día a coger y revisar su producción de mejillones. Silva lo tiene claro: «Somos pioneros en España en el sistema de cultivo long line, aunque ya hay sitios que han instaurado este modelo de producción». Normalmente se asocia la extracción de estos moluscos con una batea, «la de toda la vida, la tradicional». Cuando dejaron Galicia, él y su hermano Juan Carlos, intentaron en Málaga extraerlos con otro sistema. «Ha funcionado muy bien, incluso mejor que la tradicional batea». Unos bloques de hormigón de unos 20 kilos anclados en el fondo tiran de una cuerda o estacha en cuyo otro extremo se coloca boya que permite que la estructura flote. Del hormigón nace una nueva estacha con una longitud de 500 metros de la que van prendidas las cuerdas donde crecerá el mejillón.

El sistema ha funcionado, pero no lo pueden descuidar, es necesario modificarlo para mejorarlo. Se hacen reformas continuamente en temas de anclaje, boyas, estachas, amarre y en general un poco de todo. «Antes era raro que con un poniente no hubiera algo roto o hundido, hoy en día no sucede o sucede muy poquito, vamos a seguir mejorando en ese sentido».

Son tres las fases para recoger la producción del mejillón. En primer lugar, tiran las cuerdas que van unidas a los bloques de hormigón. Estas cuerdas se protegen con unas redes para que los depredadores, principalmente argos y doradas, no se coman los mejillones cuando empiezan a aparecer. Esta fase de crianza de la semilla tiene un proceso: las redes se quedan colgadas en mayo y en un mes aproximadamente se va llenando de semillas. En diciembre o enero los sacan de ahí, los limpian y clasifican con unas maquinas. Se pasan a otras cuerdas en las que permanecerán otros seis o siete meses. En esas cuerdas tendrá lugar la segunda fase llamada de desdoble. La cantidad de mejillones asciende tanto de la primera cuerda a la segunda que se multiplican hasta generar tres o cuatro.

En la segunda fase, que tiene lugar en diciembre, la semilla tiene un año aproximadamente. Los mejillones deben protegerse con redes, que son biodegradables, para que cuando hurguen los peces por ahí no se caigan y se pierdan. Ya con un tamaño mayor no se los comen los depredadores pero pueden provocar que se caigan hasta que no pasen unas 48 horas para que eche raíces y se sujete.

A partir del mes de agosto se vuelven a meter en máquinas para limpiarlos y clasificarlos por tamaños. Los de mayores dimensiones pasan a una tercera cuerda. Se trata de los mejillones más grandes y gordos, los pequeños se cuelan y descartan. Cultivos Marinos de Andalucía realiza el proceso en varias fases para tener una producción de varios meses continuados, sino habría que sacarlos todos juntos. Así se los servirán a Mercadona en diferentes meses. Este tipo de mejillón grande y gordo es el típico que se sirve en Málaga.

De la segunda a la tercera fase esperan casi otro año más. Por lo que desde el principio de la crianza hasta la venta pasan entre los 18 y 24 meses aproximadamente, «ya vamos dependiendo del crecimiento y de la naturaleza, como ocurre con las naranjas». Mercadona también trabaja el mejillón de Galicia que es algo más pequeño para satisfacer las necesidades diferentes del cliente.

Silva destaca y remarca el fuerte control sanitario que se ejerce por parte de la Administración y de la propia empresa a la que suministra su producción para la venta. Son unos controles rigurosos, periódicos y semanales. La Junta de Andalucía hace una analítica en la zona con un periodo semanal. Con ese examen ya se podría vender el mejillón. Aun así Mercadona hace otra analítica interna en la depuradora para tener una doble garantía de los resultados. Este proceso implica una estancia en una depuradora entre 16 y 24 horas. «Esto puede ser no menos riguroso aunque sí más o menos lento», concluyó Manuel Silva. La importancia de estas pruebas radica sobre todo en evaluar el grado de toxinas que tiene el mejillón.

Las toxinas son microalgas de las que se alimenta el mejillón. Dentro de esas microalgas hay algunas que son tóxicas y producen la intoxicación del molusco. A él no le hace daño pero no es bueno que una persona lo ingiera en grandes dosis. En caso de que una cantidad de toxinas supere el límite permitido por la normativa se cierra el polígono y no se vende mejillón.