Cuando Juan Antonio Fernández, vecino de La Luz, cumplió 30 años, hace justo una década, todo empezó a empeorar: «Yo ya no puedo más, él antes se vestía, afeitaba, bañaba, ahora hay que vestirlo, lavarlo, limpiarlo, darle de comer», resume su madre, Victoria Pérez, de 73 años.

Su hijo, Juan Antonio Fernández, es un malagueño del barrio de La Luz de 40 años con discapacidad intelectual y un parkinson que en estos últimos diez años ha ido avanzando hasta provocarle caídas súbitas en plena calle. Su madre, Victoria, también con parkinson y su padre, José Fernández, de 75 años, operado del corazón, pidieron esta misma semana al Ayuntamiento un banco para que pueda esperar sentado el autobús que de lunes a viernes le lleva a un centro de día en Alhaurín de la Torre.

«Antes estaba en un centro de día en Los Girasoles pero hace un año y pico le cambiamos porque se reían de él los amigos, allí se había tirado unos quince años», cuenta apenado José, que explica que, dependiendo del tráfico, el autobús «lo mismo tarda 5 minutos que 20».

La familia Fernández acudió hace unos tres meses a pedir ayuda a la asociación de vecinos de La Luz, que tramitó la petición al distrito, explicó esta semana el dirigente vecinal Miguel López Cazorla. Juan Antonio espera con sus padres el autobús junto a la estación de metro de La Luz-La Paz, una explanada amplia en la que, señalan, podía ir el banco. Cuando no puede tenerse en pie, entra en la estación y se apoya en un pequeño saliente junto a la escalera mecánica para descansar.

En la mañana de ayer, La Opinión se puso en contacto con el concejal de la Carretera de Cádiz, Raúl Jiménez, para informarle del caso y menos de una hora más tarde ya había un banco junto a la estación. «Aquello es muy ancho, si no molesta lo ponemos», declaró al conocer las necesidades de Juan Antonio. Sus padres agradecieron la rápida gestión del concejal.

Residencia. Pero Victoria y José tiene una pregunta a la que no saben contestar: cómo cuidar de su hijo. La edad y los achaques de la pareja no perdonan y a Juan Antonio -con más de 90 kilos de peso y cerca de 1,80 de altura- por el problema de sus caídas no pueden atender como quisieran. Les resulta físicamente imposible.

«Anoche tuve que ponerle una correa agarrada a la cintura porque se me cae. El otro día me dijo su hermana que se había caído junto al sofá cama que tenemos en el salón», explica la madre, mientras José muestra los moratones que su hijo tiene en la espalda. Peor le fue hace unos días, cuando se quedó quieto en casa, sin poder moverse adelante o atrás y tuvieron que llamar a una ambulancia.

«Yo ya no puedo con mi niño, la enfermedad ha ido a peor y lo que necesita es ir a una residencia», subraya José, que explica que la Junta de Andalucía les ha informado de que sólo cuenta con plazas en Sevilla y Huelva, cuando los padres desean que su hijo siga en Málaga. José lamenta no haber aceptado la plaza que hace dos años le ofreció Aspromanis, pero entonces se sentía con fuerzas. La pareja está ahora desesperada.

Respuesta de Aspromanis

Alfonso Rubio, responsable de Aspromanis, aconsejó ayer a los padres de Juan Antonio que acudan cuanto antes al Juzgado número 11 de lo Social de Málaga, «porque si están al límite la solución es que le den una plaza de emergencia social». «En el juzgado se ocupan de eso y es probable que en una semana tengan una plaza. Suelen dar una respuesta rápida y lógica», subrayó.