La bahía de Málaga, el último reducto del boquerón andaluz, necesita protección. En esta única dirección apunta el estudio integral que los responsables de la Dirección General de Pesca pusieron la pasada primavera sobre la mesa de la Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente para que declare la gran ensenada de la Costa del Sol como Reserva de Pesca. De esta forma denomina la ley a aquellas áreas en las que es aconsejable establecer una protección especial por su interés para la preservación y regeneración de los recursos pesqueros. De ser así, la bahía será la primera reserva de este tipo del mediterráneo andaluz y la tercera de la región, ya que en el perfil atlántico ya son espacios marítimos protegidos la Desembocadura del río Guadalquivir (2004) y la Reserva Marisquera de Huelva (2011).

Según la administración andaluza, la creación de estas demarcaciones tiene como gran objetivo preservar los recursos pesqueros, apoyar al sector artesanal y, por tanto, mejorar la actividad socioeconómica de las poblaciones costeras asociadas a la misma. En Málaga, Fuengirola y Caleta de Vélez, casi el 70% de la flota registrada en 2011 era tradicional, mientras que el resto eran embarcaciones de arrastre y de cerco.

El informe que ha realizado en los dos últimos años el Servicio de Investigación y Desarrollo en Zonas de Protección Pesquera y Marisquera esgrime argumentos demoledores para que en la bahía se establezcan límites. El dossier al que ha tenido acceso La Opinión de Málaga no sólo define a este espacio marítimo como un lugar privilegiado para la puesta y alevinaje de especies muy importantes para la flota de cerco como el boquerón, la sardina, el jurel o la caballa, sino que para la primera especie se ha convertido en el único punto del mediterráneo andaluz donde su presencia permite capturarlo todo el año. Esta exclusividad, además de sacar a relucir las virtudes que todavía ofrece el litoral, es una seria advertencia sobre la involución que la Engraulis encrasicolus ha sufrido en las últimas décadas. El documento recuerda que en los años veinte del siglo pasado el boquerón se podía pescar en todo el mar de Alborán, como afortunadamente sigue pasando con la sardina. Ahora, sin embargo, el pequeño pescado azul ha restringido su zona de reproducción a la bahía para convertirla su última trinchera. Muy selectivo a la hora de elegir la zona de desove, la ensenada es su paraíso, especialmente entre la capital y Fuengirola. En esta franja completa todo su ciclo vital (huevos, larvas, juveniles y adultos) a lo largo del año, aunque muy ocasionalmente se han detectado huevos en el sector oriental (bahía de Almería). «Debido a su particular circulación hidrográfica, las playas de la bahía de Málaga concentran en sus costas las larvas de boquerón y de sardina que son retenidas en la zona nerítica, la más cercana a la costa. Este efecto no sólo afecta al alevinaje de los pequeños pelágicos, también a otras especies como la Aphia minuta (chanquete), cuya pesca está prohibida, y otros espáridos» (sargo, herrera, dorada, besugo, etc.), apunta la investigación. Como dato a tener muy en cuenta, los expertos subrayan la significativa caída que ha experimentado la captura de determinadas especies objetivo a pesar de invertir más esfuerzos. Aquí es cuando concluyen que para proteger los lugares de reproducción y de cría es «absolutamente necesario crear, de forma permanente o periódica, zonas de prohibición o de limitación de pesca». Para lograrlo, el estudio previo planteaba una serie de objetivos: delimitar las zonas de reproducción, desove, cría y engorde de las especies de interés pesquero que presenten las mejores condiciones; diferenciar los niveles de protección de cada una de esas áreas; describir los usos que la flota pesquera puede hacer en las zonas; diseñar un plan de actuación para la regulación de la actividad en la reserva; y radiografiar la explotación pesquera.

Zonas más sensibles

Los trabajos se han centrado sobre la zona de la bahía comprendida desde la Punta de Calaburras (Mijas) hasta la Punta de Vélez Málaga, una superficie que abarca 278 kilómetros cuadrados con profundidades que oscilan entre los 100 metros de máxima en el centro de la ensenada, algo más de 50 frente a Fuengirola y Benalmádena, y algo menos en la zona oriental.

El perfil de la costa es mayoritariamente plano y de sustrato arenosofangoso salvo los afloramientos rocosos costeros de Calaburras, Torrequebrada (Benalmádena), Peñón del Cuervo (Málaga) y El Cantal (Rincón de la Victoria), aunque se destaca la enorme importancia de varias desembocaduras localizadas entre los dos extremos por los nutrientes y las propiedades hidrográficas que aportan. El río Fuengirola al oeste; el Guadalhorce y el Guadalmedina en el centro; los arroyos Jaboneros y Totalán y el río Vélez al este son los pilares sobre los que el trabajo ha realizado muestreos a diferentes profundidades, tanto de fauna y sus comunidades como del ictioplancton, es decir, huevos y larvas más cercanos a la costa, en diferentes fases del año.

Metodología

Estos últimos han permitido conocer si un determinado espacio marino forma parte del hábitat reproductivo de las especies y la viralidad espaciotemporal del ictioplancton, proporcionando así el patrón reproductivo de las especies a lo largo del año y el efecto de determinadas condiciones ambientales. De hecho, la metodología del estudio habla de cuatro campañas anuales de muestreos, una por cada estación del año en cada una de las cuales se han cubierto tres estratos comprendidos ente los 20-50, 50-75 y 75-100 metros de profundidad. Cada campaña ha constado de aproximadamente doce o trece trances de una hora de duración en los que se han utilizado un arte de tipo baca de arrastre con puertas. Para ello, la parte final del copo, la corona, se cubría con un copo interno de luz de malla más fina para retener especies y tallas de diferente tamaño.

Tras la captura, el procedimiento continúa con el separado por especies para un posterior análisis que, tanto a bordo como en laboratorio, para retratar las comunidades existentes en cada punto y detectar los asentamientos de juveniles. El informe también considera necesario conocer los usos que se le da a cada zona, especialmente cuando se habla de pesca, y el impacto que esta puede producir sobre los recursos, como saber cuántos barcos faenan en esos puntos, de qué tipo son, con qué artes los hacen y cada cuanto tiempo, entre otros factores.