Me crié en el Centro. Hasta los 17 años viví en esas calles y eso fue hace ya 26 años. He visto la Feria del Centro nacer con comercios adornados, agasajando a sus clientes con un puchero casero, una copa de vino o un poco de queso. He vivido el terrible Real de la Feria de Teatinos, los caballos andando como podían por las calles del Centro entre una creciente masa de personas, calles en las que era imposible entrar por el colapso de personas, coches aplastados porque se subían a bailar sobre su techo, agresiones, un Real en el Cortijo de Torres que por la mañana era tan transitado como el desierto del Sahara un día de verano... La Feria de Málaga no tiene nada que ver con la que se vivía en los 80, pero tampoco en los 90 o en la pasada década. Ni en lo bueno ni en lo malo. Ahora está en una situación que, sin ser perfecta, al menos mantiene a raya ciertos males que amenazaban con destruirla.

Los incidentes violentos, aunque a veces se producen, no llegan a la situación experimentada a finales de los 90 y principios de 2000. El Real se ha consolidado por la noche y ya es más atractivo por la mañana. La Feria del Centro es más habitable y sociable, incluso más amable con los vecinos. Se ha avanzado y mejora mucho. Pero no nos engañemos, la Feria no volverá a esa foto fija de principio de los 80 que tienen muchos en su mente. Eso fue un momento, un germen de lo que hay ahora, pero es irrepetible.

La nostalgia deforma el debate de la Feria. Intentar que sea lo que no es ni quiere ser sólo nos llevará a la frustración y la sensación de fracaso. El pasado debe servir para comparar, detectar lo que funciona y lo que no, pero no para imitarlo.

Lo bueno que tiene la Feria de Málaga es que se ha convertido en una fiesta muy heterogénea. Atrae tanto a una familia de Úbeda que quiere darse un paseo como a una despedida de soltero con el objetivo de desfasar como si el mundo se acabase al día siguiente. Al final ha conseguido encontrar ambiente para todos. El botellón convive con la música de una Malagueña y el rock del grupo Terral con los caballistas tocados con sombrero cordobés.

La nostalgia está bien para tomarse una cerveza y recordar los tiempos mozos con los amigos, pero no para pensar en el futuro. ¿La Feria es mejorable? Sí. ¿Está mal la Feria como está ahora? Según los gustos. A muchos no les gustará bailar una sevillana y otros no querrán el botellón. Lo que está claro es que la Feria será muchas cosas, pero no lo que recordemos de cuando éramos más jóvenes.

Hemos venido a... «¡Alcohol, alcohol, alcohol, alcohol, alcohol! Hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual». Este canto se ha convertido en un clásico en la Feria y que a partir de las seis de la tarde, con dos horas de vino a las espaldas, se escucha en cualquier esquina. Ha sustituido al «Induráin, Induráin, Induráin» de hace 20 años y al siempre popular de «sevillano el que no bote».