Los primeros feriantes que llegan a la calle Granada bailan al son de «La vida es un carnaval» de Celia Cruz. Me gusta esa canción, me inspira alegría y estoy segura de que me gustaría aún más cerveza en mano, siguiendo el ritmo de la música con mi cuerpo bailongo.

Se escribe mucho estos días de la Feria. Los detractores de la misma vuelven a la carga con sus cansinos argumentos. Que si el macrobotellón, que si la música, que si la fiesta... Qué aburrimiento. Estoy esperando que llegue septiembre y nos eclipséis con vuestras reflexiones sobre los nuevos proyectos. Yo soy más de tomarme un vasito de Cartojal el día que bajo y dejar que la gente disfrute estos días como quiera o pueda que para eso es feria.

Hace dos años el tema candente a nivel informativo de esta fecha fue la no violación y este año se han llenado los titulares con el racismo.

Me escuecen estos temas y la falta de civismo y ética de unos cuantos. ¿Qué será lo próximo?

Ayer mismo leía que la Feria, para bien o para mal, ya no es lo que era. Yo soy de esa convicción y espero que el paso del tiempo de lugar a una Feria en la que se hable solo de eso: de Feria. Mientras tanto, no mataré al mensajero. La culpa de que sucedan estas cosas es de quien las comete y no de quien las cuenta.

Vaya por delante que yo hace años que no me visto y casi no recuerdo cómo seguir la tercera, cosa que llegada esta fecha me da una rabia tremenda. Aun así lo intento y salgo del paso como puedo.

Para los defensores a ultranza de la fiesta puede que sea un espectáculo bochornoso pero nada comparable con los que se pasean por la feria como si estuvieran en pleno paseo marítimo, ¿no?

Lo de vestirse de gitana es opcional y a mí personalmente me gusta verlo e incluso lo he disfrutado cuando lo he hecho. Lo que no comparto es lo de ir a torso descubierto. La excusa de que hace calor no me vale, lo siento. Es agosto, estás en Málaga, ¿qué esperabas? Vete a la playa, pídete un mojito y escucha a través de tus auriculares a Nicky Jam. Es otra forma de vivir la Feria.

El civismo me parece una razón más que de peso para saber cómo salir a la calle vestido, sin entrar en estilos o modas. Pero si eso fuera poco hay un trasfondo relacionado con la higiene que me repugna. Qué agradable resulta cruzar la plaza Mitjana a pleno sol y rozar ese cuerpo sudado así, sin más, de manera gratuita. Ni la peor de las borracheras a base de Cartojal aguanta eso.

Me gustaría hablar de esa Feria de caballistas y trajes de flamenca que durante unos años imperó en la ciudad y que algunos tanto anhelan. No puedo por una cuestión de edad, aunque algunos me dirían que ya no soy tan joven, no he vivido esa época.

Yo me montaba en el Cercanías para ir a la Feria y había quien ya iba haciendo botellón en el vagón. Jamás me ha gustado eso y es una práctica que no comparto. Lo dicho: gran parte de los males de esta Feria residen en la falta de civismo y eso, por desgracia, poco tiene que ver con la fiesta.