­Casi 4,2 millones de pasajeros. Una cantidad suficiente como para justificar, por sí misma, la existencia de un aeropuerto y hasta de una ciudad de vacaciones, pero que en Málaga no deja de ser la suma, aunque poderosa, de tres referencias en un vasto catálogo en el que operan decenas. La prueba de que la Costa del Sol vive tiempos de inconfundible alegría turística está, sin duda, en el trasiego de su aeródromo, aunque también en la rápida adaptación a las nuevas fórmulas en las que empieza a moverse el mundo de los viajes, que en los últimos años ha avanzado mucho hacia su democratización y la entrada de lleno en el turismo de masas.

Lo que en las pistas más rentables del planeta se conoce como la revolución de las low cost -las llamadas compañías de nueva generación o bajo coste-, en Málaga es casi un sello, en este caso relacionado íntimamente con el componente turístico que subyace a la mayoría de sus movimientos. A pesar de que cada vez son más las aerolíneas que trabajan en el aeropuerto, no deja de ser significativo que tres de ellas concentren actualmente el 44,7 por ciento de los pasajeros. Y mucho menos aún que se trate de las low cost más conocidas: Ryanair, Easyjet y Vueling, que van camino este ejercicio de repetir, sino superar, los registros de 2015, cuando se situaron individualmente por encima de la marca del millón de viajeros.

Si a la terna de cabeza se añade el tráfico de la cuarta firma que más personas mueve en la Costa del Sol, la nórdica Norwegian -también de bajo coste-, el dominio de la oferta por parte de este tipo de compañías se hace todavía más evidente, representando en conjunto, y en lo que va comprendido entre enero y julio, a más del 51 por ciento de las plazas que se ocuparon en el total de vuelos. La cuota de mercado, similar a la del pasado ejercicio, pone de relieve la magnitud de un salto que mide su verdadera dimensión en el contraste con los años anteriores a la crisis y, sobre todo, con la pasada década, en la que la distribución de los viajeros era muy diferente. En los últimos años, Málaga se ha acostumbrado a cerrar sus balances como el tercer aeródromo del país, tras los de Madrid y Barcelona, en número de usuarios aportados por las aerolíneas que el Ministerio de Industria, Energía y Turismo mantiene agrupadas bajo el calificativo de bajo coste. A las cuatro anteriormente citadas -de liderazgo, en la provincia, indiscutible- se añade una plétora de empresas que han hecho que cada temporada le sea más difícil a las compañías tradicionales mantener su hegemonía, que ya está dividida a partes iguales, pese al mayor volumen de plazas por vuelo que se atribuye a los desplazamientos más largos, casi siempre bajo la responsabilidad de las compañías con más trayectoria.

La evolución en Málaga de firmas como Iberia muestra de cerca la transformación emprendida por el sector. La compañía, en 2005 líder en pasajeros y movimientos, ha pasado de ocuparse de 1,4 millones de personas por temporada a trabajar con menos de 2.000 asientos, aunque, eso sí, en alianza estrategia con sociedades -algunas, incluso, incluidas en su organigrama- del negocio de las low cost. Una progresión radicalmente distinta a la seguida por Ryanair, Easyjet o Vueling, que hace apenas diez años no superaban los 100.000 billetes vendidos por temporada y ahora rebasan el millón, con una cuota conjunta que ha avanzado del 21 por ciento de 2005 al 27,2 de 2008 y el 44,7 actual.

El cambio de paradigma, reflejado ejercicio a ejercicio en las estadísticas de la web de Aena, se confirma con otro dato: de las diez compañías que a finales de julio computaban en Málaga un mayor número de usuarios, siete son de las consideradas en el apartado de bajo coste. El turismo y sus cifras de récord impone también los modos de viajar. Con un perfil muy claro y vinculado, en la provincia, al turismo a gran escala.