­No todo iba a ser la sonrisa y el buen oficio. Y mucho menos con una generación de profesionales como la actual, de un perfil más académico, donde todo, incluida la propia industria, se ha vuelto más complejo que en las primeras décadas de vida de la Costa del Sol, cuando el negocio se resolvía casi a tientas y por la vía heroica, a golpe de intuición y con muchas horas de trabajo. La provincia, junto al sector, ha evolucionado; y los nuevos retos y las nuevas soluciones, a escala global, exigen métodos más elaborados, que son los que desde hace unos años ocupan a los analistas del turismo, ese colectivo de gurús y de expertos que en medio de un sociedad acelerada y cambiante tienen claro cuál será en el futuro la variable permanente: el uso de la tecnología y su aplicación en el mundo del ocio y de los viajes.

En un entorno cada vez más sofisticado y poblado de competidores, la Costa del Sol dio ayer un paso que muchos consideran de partida como mayúsculo para enmendar una de sus debilidades históricas; la integración de la educación, el pensamiento, en el engranaje interno que mueve al sector. Y, además, a través de su protagonista natural, la Universidad de Málaga y de Manuel Molina, presidente del gigante alemán TSS Group y doctor honoris causa, que se ha empeñado en que la provincia disponga de una herramienta consistente para el diagnóstico y perfeccionamiento del sector: la cátedra de Innovación Turística, bautizada, en honor a su impulsor, con su nombre.

En la presentación de la propuesta, celebrada en el salón del Rectorado, el propio Manuel Molina coincidió con el rector de la UMA, José Ángel Narváez, y con el decano de la Facultad de Turismo, Antonio Guevara, en que la cátedra, que empezó a funcionar oficialmente ayer, no está pensada para convertirse en el enésimo foro de debate y de especulación teórica que se instala en la industria, sino en una herramienta de economía directa, con trabajo y vínculos constantes con las empresas e, incluso, con otras universidades e instituciones académica. El objetivo de Manuel Molina, que dirige una empresa líder de agencias de viaje en el área centroeuropea, es que se convierta en un centro de referencia internacional, con tentáculos que lleguen a muchos países y que se traduzcan en resultados medibles, capaces de hacer avanzar al conjunto de la actividad y de generar, incluso, nuevas profesiones.

La cátedra, aclaró Guevara, dedicará buena parte de sus esfuerzos a tratar de alumbrar y poner orden en algunos de los cambios que se han producido en las últimas décadas. Especialmente, a partir de la irrupción de internet, que ha cambiado radicalmente la manera de concebir las propias vacaciones y, sobre todo, de acercarlas al cliente. El turista ahora es otro, se mueve con diferentes motivos y la UMA, con este nuevo centro, tratará de mejorar el conocimiento de la demanda y facilitar sistemas que permitan hacer más fácil la conexión y la venta, con manejo de datos continuos y aproximaciones a retos como la fragmentación de la demanda -ya todo no es sol y playa- o la elaboración de paquetes turísticos dinámicos y combinados.

Manuel Molina insistió en el carácter «aglutinador» del proyecto, que ya en su presentación, y a modo de declaración de intenciones, atrajo a profesores de la universidad de Dresde y a todo el sector público y privado de la Costa del Sol, con la excepción del antiguo Patronato. La cátedra se integra en el campus de excelencia Andalucía Tech, una iniciativa conjunta que engloba a la UMA y a la Universidad de Sevilla.

Con esta nueva oferta educativa y centrada en la investigación, Molina profundiza en sus relaciones con Málaga, su tierra natal, que en los últimos años se han estrechado a través de homenajes -el empresario posee, entre otros, la Medalla de la Ciudad- y con varios proyectos de padrinazgo puestos en marcha por el especialista y por su firma TSS Group, que mueve un volumen de negocio cercano a los 4.000 millones de euros.