­Los detalles de lo ocurrido a las diez de la noche del pasado 25 septiembre en un bajo del número 11 de la avenida Escritor Antonio Soler, en Soliva, serán vitales para la condena o la absolución de Rubén G. G., acusado de acabar con la vida de su vecino Alejandro Osuna, de 30 años, de una puñalada en el cuello. La Fiscalía le pide 18 años, pero él alega que lo hizo en defensa propia, puesto que, tal y como explicó, el fallecido, su novia, un amigo del perjudicado y su pareja fueron a buscarlo a su casa, tras una discusión dos horas antes en el aparcamiento, armados con piedras para acabar con su vida.

Rubén G. G. dio su versión: «Si llego a saber que viene tanta gente a matarme, no abro la puerta. Iban a matarme, era mucha gente y venían armados con piedras», dijo. El juicio, ante el Tribunal del Jurado, comenzó ayer con la declaración de este vecino de Soliva. Los detalles sobre la disposición de la sangre, las piedras y hasta cómo se hizo con el cuchillo de Ikea que usó para dar muerte a Alejandro Osuna y, por tanto, lo que digan los peritos forenses y los policías que analizaron el lugar de autos, marcarán la diferencia entre una larga vida entre rejas o una pena atenuada e, incluso, una absolución.

La fiscal considera que el 25 de septiembre de 2015 tuvieron una pelea en el parking y que, dos horas después, Alejandro Osuna fue a casa de Rubén a pedirle explicaciones. Ahí se inició una discusión que acabó con el primero con una puñalada en el cuello, una trayectoria limpia que le seccionó la carótida. Luego, los amigos que lo acompañaron a hablar con el acusado le tiraron varias piedras a este hiriéndolo en el codo y en la cabeza.¿Dónde se produjo la cuchillada: dentro de la casa o al lado de la puerta, como defiende el procesado, o en el jardín, como dice la fiscal? Lo primero sería sinónimo de que el encausado se defendió; lo segundo, de una puñalada fría con resultado de muerte. «Alejandro, cuando abrí la puerta, me dijo: ´Ven compadre, vamos a hablar ahora´. Me pegó con una roca en la cabeza, le pegaron un empujón a la puerta. Él entró a la casa, me pegó con otra roca. Yo, ensangrentado y mareado cogí un cuchillo. Su amigo, Paquillo, me tiró otra piedra que paré con el codo. Me llovían las piedras», explicó, para luego asegurar: «Alejandro se abalanzó sobre mí, alcé el cuchillo y le di en mal sitio». Agregó que el perjudicado se puso la mano en el cuello, bajó las escaleras que separaban el bajo del jardín y, con una herida tan grave, se dispuso a tirar más piedras.

Luego, él descendió por las escaleras con el cuchillo en la mano, afirmó, para intimidar a sus oponentes. La fiscal sostiene que era para agredir a los amigos de Alejandro, él añadió: «No exhibí el cuchillo, me defendí». Acto seguido, volvió a la casa y bajó las persianas, además de llamar a la policía. Su novia esperaba escondida.

La acusadora pública le interrogó sobre lo extraño de que el charco de sangre estuviera en el jardín, lo que indicaría la zona donde fue apuñalada la víctima, y no en la puerta de la casa, en la que no había mancha alguna. El acusado lo explicó con el hecho de que el finado se puso la mano en el cuello. También le preguntó cómo era posible que si le estaban dando con piedras en la cabeza él pudiera ir a la cocina a por el cuchillo. Uno de los policías que analizó la escena del crimen afirmó que, según su experiencia, la puñalada se produjo en el jardín.