­El timbre puede sonar en cualquier momento. Esta vez sin preceder a ningún especialista en terapias sobre el lenguaje, a familias en busca de orientación y respuestas, sino dando paso a esa pesadumbre en el tono tantas veces repetida entre los policías en los últimos años: la de la comunicación de una orden inmediata de desahucio. Trinidad Caparrós insiste en que la decisión, adoptada por un tribunal de Málaga, está recurrida, pero mientras el proceso sigue su curso, la espera, gracias a la reforma de la ley, enseña su peor cara, la del desalojo preventivo y provisional, que, aunque judicialmente reversible en el futuro, podría hacerse efectivo en las próximas horas.

A Trinidad el abandono forzoso de la que ha sido su casa en los últimos treinta años, un piso situado en la calle Diego de Miranda, en la zona paleña de El Drago, supondrá mucho más, incluso, que la expulsión y la renuncia temporal a una vivienda. En ese hogar, acondicionado por ella misma y provisto de equipos de sonido y material didático especializado, han residido sus hijos Adrián y Nacho y es allí donde reciben diariamente el tratamiento que ha resultado más efectivo para superar parte de las limitaciones severas a las que les empuja desde niños su enfermedad; un trastorno relacionado con el espectro autista que les ha tenido durante la mayoría de sus 28 años de vida enjaulados en un silencio inacabable, sin capacidad siquiera de comunicar sus deseos o su dolor.

Trinidad Caparrós, profesora jubilada, es famosa en el ámbito pedagógico y científico por haber inventado la terapia Adryna: un método que lleva el nombre de sus hijos -mellizos- y que como certifican especialistas e instituciones como Ibima, se ha revelado en un mecanismo poderoso para ampliar las facultades expresivas de jóvenes como Adrián y Nacho. En apenas unos años, cuenta Trinidad Caparrós, los niños han pasado de ser incapaces de pronunciar un simple saludo a entender enunciados completos e, incluso, formular peticiones e ideas y sentirse motivados. El éxito de la terapia, según su propia autora, consiste en la estimulación auditiva y visual y, sobre todo, en el auxilio constante del familiar. Una dedicación que podría verse interrumpida por el desalojo, al que se oponen tajantemente en sus informes todo tipo de especialistas clínicos.

En la documentación que aporta Trinidad Caparrós, logopedas, médicos y psicólogos coinciden en el mismo argumento: cualquier cambio espacial, y más en personas autistas, patológicamente a cambiar de rutina, alteraría gravemente los resultados de la terapia. Durante años, Adrián y Nacho han alternado su estancia en la residencia Pinares -que no ofrece este tipo de tratamientos- con las sesiones diarias junto a su madre. Es la casa la que está equipada y la que funciona además como sede de la asociación Adryna, creada para asesorar en la implantación del método, que ya ha llamado la atención de universidades de países como México o Suiza.

Trinidad Caparrós tiene miedo de que el desahucio presuma además un retroceso en el ansiado desarollo cognitivo de sus hijos. Una preocupación que comparte con evaluadores clínicos como el logopeda Antonio Serrano Sánchez, que insiste en las condiciones especiales que requiere la terapia y en sus rápidos y verificables resultados. «Los cambios crean mucha irritación, miedo e incomprensión en las personas que padecen este tipo de trastornos del espectro autista y se interrumpiría con toda probabilidad la buena evolución que están teniendo en el lenguaje», escribe en su informe.

El fallo judicial que pesa sobre la vivienda se fundamenta en que los jóvenes ya no duermen en la casa, sino en la residencia cercana, lo que para el juez es motivo suficiente para atender la petición del copropietario y padre de los niños, que solicita que el espacio deje ser usado como hogar permanente de Trinidad. Una posibilidad que, de acuerdo con los expertos clínicos, frenaría la mejora experimentada por Adrián y Nacho, que empiezan a salir poco a poco de su enclaustramiento comunicativo.