­Han pasado ochenta años. Demasiado tiempo para que la imagen original del edificio resuene en alguna memoria que no sea la de los documentos primitivos y las fotografías. La última vez que alguien divisó desde la costa la silueta original del edificio, Málaga, y el conjunto del país, vivía tiempos convulsos, con cambios en el sistema político y una España que no soportaba a la otra. Eso explica, en gran parte, la extrañeza, que pocos hubieran advertido una ausencia que una vez reparada se echa encima por demasiado obvia; la de que el palacio Miramar, que pronto volverá a ser un hotel, ha lucido todas estas décadas sin la corona que le plantó encima Guerrero Strachan, y que, siempre, incluso, cuando no estaba, condicionó su verticalidad y su aspecto, el sentido completo de la fachada.

Lo contaba ayer el arquitecto José Seguí, responsable técnico de la reforma, justo después de que una grúa elevara por los aires la mastodóntica pieza: un armatoste de latón de 3 metros de altura y 750 kilos de peso que ha sido construido por un taller de Antequera siguiendo los planos de la corona original, desaparecida durante la etapa final de la Segunda República. Su restitución, laboriosamente completada durante algo más de una hora, tiene un significado especial para Seguí y para el Grupo Santos, que ven como con su colocación se sella el avance definitivo de las obras y se cumple felizmente con el objetivo que se habían marcado al asumir el proyecto: devolver al edificio, en la medida de lo posible, la apariencia que tenía cuando fue diseñado por su autor y por el pintor Enrique Jaraba, que se ocupó de la mayoría de los elementos ornamentales. Una apuesta que empezó con el cambio de color del conjunto del inmueble, que había perdido su tono luminoso y Mediterráneo - «blanco seda», le gusta decir a Seguí- en uno de sus múltiples cambios de uso y de propietario. La corona, que evoca los inicios del hotel, inaugurado en 1926 con el nombre de Príncipe de Asturias, regresa ahora a su peana totalmente despolitizada, integrada en el programa de reconciliación con los trazos primerizos de Guerrero Strachan. «Nuestro objetivo es que la obra se asemeje lo máximo posible al original», puntualiza.

La vuelta al pasado del Miramar, retrasada por el estallido de la crisis, está, según el arquitecto, a punto de consumarse. Después de meses de trabajo, el equipo puede presumir de haber finalizado con el grueso del proyecto, que se consagra en estos meses a sus horas finales. Restan tareas como concluir con la urbanización de los jardines centrales. Si no se registran nuevos retrasos, el hotel abrirá sus puertas a final de año. Un curso, este 2016, que es, en sí mismo, especial para la historia del complejo, que cumple nueve décadas.

La restauración del Grupo Santos y José Seguí ha implicado una ambiciosa reforma interior, especialmente notoria en el patio interior, ensombrecido por los añadidos que hizo la Junta durante la época en la que el edificio sirvió como Audiencia Provincial de Málaga. Dentro, una claraboya de cristal protege una especie de paseo en la que las tramas interiores son apreciables. Del adobe romo a la corona: se acerca la hora cero de la nueva etapa.