Un duelo, una trampa y una revelación. En menos de una semana, la nueva política se ha desenmascarado en Málaga y ha desvelado que, al menos en cuanto a la lucha por el poder, no difiere de los partidos a los que quiere combatir. Ahora está en juego la secretaría general en todas las capitales del país. A pesar de que en Málaga el partido de Pablo Iglesias llevaba casi un año sin cabeza visible en la capital, la elección de una dirección que pilote al partido estaba supeditada a los procesos electorales que se han ido sucediendo. Lo bueno de los representantes de Podemos, y ahí se diferencian de otros partidos, es que no tienen inconveniente en admitir las cosas tal y como son. «Nacimos como una máquina de ganar elecciones», dice uno de los principales cerebros que están detrás de Podemos en Málaga. En cierta manera, eso implica un procedimiento tan simple como detectar el problema y ofrecer la solución que los afectados querían oír. «Y qué queréis», preguntaron, «una vida con trabajos y salarios dignos para vuestros familiares». A los que no tenían ya nada casi se les escapaban las lágrimas. Empezaron a llover los votos y se cosecharon resultados notables. Málaga Ahora, la marca blanca de Podemos, entró en el Ayuntamiento con cuatro concejales. «Odio todo lo que venga de Madrid», aseguran ahora sacando pecho de municipalismo. La memoria es frágil, pero a los que ahora no quieren saber nada de Podemos, como es el caso de Ysabel Torralbo, habría que recordarle que en los colegios electorales lo que se buscaba era la papeleta morada. Resulta al final que el éxito es el origen de la actual ruptura interna porque no se coincide en cómo administrar las rentas para el futuro.

Aunque se ha tratado de disimular el divorcio con comunicados condescendientes, las dos partes a duras penas se pueden ver. «La relación está rota, son dos formas totalmente diferentes de ver las cosas», afirma Juan José Espinosa a la vez que denuncia una purga contra todo lo que olía a Podemos. Ahora quiere ser secretario general de Podemos porque cree que a Málaga Ahora le quedan dos telediarios. A esa fractura se añade una nueva dentro de la formación morada: Alberto Montero no quiere que el partido caiga en manos de Espinosa porque le aterra la idea de un Podemos dirigido desde La Invisible. El resultado, varios modelos de partido opuestos y el riesgo de las bases. No siempre se vota lo que uno quiere.

La Mundial. El voto a favor del PP en el Parlamento andaluz para que La Mundial sea declarado Bien de Interés Cultural (BIC) le ha servido a Antonio Garrido para darse a conocer no sólo entre los suyos, sino en media Málaga. No anduvo fino a la hora de levantar la mano y, de manera errónea, votó a favor de la propuesta de Podemos para blindar justo el mismo edificio que sus compañeros del PP en el Ayuntamiento quieren derribar para levantar el polémico hotel de Moneo. Pidió el portavoz popular que se repitiera la votación, pero Podemos se negó. Según el encargado de defender la proposición no de ley (PNL) de la formación morada, Juan Antonio Gil, «los compañeros de Ciudadanos le avisaron de que se trataba de La Mundial de Málaga». A pesar de ellos, Garrido dio su voto positivo, justifican desde Podemos que «lo mínimo que se le puede pedir a un parlamentario es que esté atento a lo que se está votando». Si a los promotores del hotel de Moneo todavía les quedan ganas de seguir peleando, lo suyo ya empieza a tener tintes de resistencia romántica. En todo este vodevil tampoco se entiende como el PSOE se abstiene en el Parlamento, cuando en el Ayuntamiento se erige como firme defensor de la antigua pensión que se encuentra en el Hoyo de Esparteros. Mientras tanto, el PP ha anunciado que en dos semanas presentará otra PNL para revertir la situación. Hay que estar atentos para ver si en esta ocasión los parlamentarios socialistas se alinean con lo que defienden sus compañeros en Málaga.

Desubicación. En la puerta que da entrada al grupo municipal de Ciudadanos había pegado un papelito en el que ponía «volvemos en quince minutos». Algo que no impidió a los periodistas más avezados cruzar el umbral porque era justo ahí donde se había convocado a los medios para asistir a una rueda de prensa conjunta entre Guillermo Díaz y Juan Cassá. Un lugar extraño, el grupo municipal en el Ayuntamiento, teniendo en cuenta que de lo que se trató era de esbozar las principales líneas de actuación de Díaz en el Congreso de los Diputados. Es verdad que la sede de Ciudadanos en la calle Cuarteles ha lucido un aspecto deshabitado, casi desierto, cada vez que se citaba a los medios. Eso no quita que parezca el lugar más adecuado para explicar las iniciativas que se presentan en Madrid. Ya sea por el cierto tirón que tiene Cassá o por simple motivo de cercanía, uno se atreve a afirmar que la repercusión mediática obtenida fue notablemente mayor de lo que lo hubiera sido en la nave naranja en la calle Cuarteles. Ya se advirtió en estas páginas sobre la posibilidad que se le abría a Díaz para convertirse en la persona de referencia de Ciudadanos en Málaga. En el Congreso tiene contacto directo con Albert Rivera y en Málaga su relación con Cassá es excelente y ambos sacaron pecho de ello. Así saludaron a izquierda y derecha, sonrientes, y con el Rivera de papel maché de fondo aglutinando por momentos la representatividad de todo el partido.

Díaz sabe que es su momento, pero reconoce que necesita, más que otros, que se forme gobierno. Admite cierta urgencia por «demostrar su validez para quitarse así la mancha del dedazo. Siendo de los diputados más jóvenes, derrocha ímpetu y ganas de batallar. En el entorno de Irene Rivera ya se están produciendo los primeros recelos. «Está intentando comerle la tostada en Málaga. Su intención es desplazar a Irene», asegura una persona del entorno de Rivera. Fue ella quien encabezó la lista y siempre ha contado con una corte celestial. Sobre todo, en las grandes ciudades de la Costa. Pero el dúo Cassá-Díaz ya advirtió de que van a repetir estas comparecencias conjuntas en un futuro. El que no cuenta nada en esta relación de papeles cambiados es el portavoz en la Diputación, Gonzalo Sichar.

El nuevo PSOE

Hasta el momento, Javier Fernández, el nuevo hombre al frente de la gestora socialista, ha pasado el mayor tiempo volcado con lo que tanto consume a los militantes socialistas y que no es otra cosa que la llamada pedagogía de la abstención. «Si nos abstenemos hay que explicar muy bien el porqué lo hacemos y, aún así, me temo que es imposible que nuestros militantes lo entiendan», explica alguien del PSOE malagueño que ocupa un cargo institucional. La pedagogía quedó aparcada durante el desfile del 12 de octubre, al que también asistió Susana Díaz. La presidenta estrechó mano con un Mariano Rajoy. Varios diputados socialistas ya han anunciado que se saltarían la disciplina de voto. Entre ellos, no habrá ninguno de los malagueños.