El papa Francisco proclamó este domingo santo al obispo sevillano de Málaga y Palencia Manuel González García (1877-1940), fundador de las Hermanas Nazarenas y promotor de la devoción a la eucaristía durante una ceremonia multitudinaria celebrada en la plaza de San Pedro en el Vaticano. Bajo los grandes tapices con la imagen de los siete nuevos santos colocados en la fachada de San Pedro, Francisco utilizó como es habitual la formula en latín para proclamar la santidad del obispo y pedir que fuese inscrito en los libros de los santos de la Iglesia. Según informó ayer el obispado de Málaga, 140 malagueños viajaron a Roma para vivir en primera persona la canonización, entre ellos el obispo de la diócesis, Jesús Catalá, una amplia representación de sacerdotes, que concelebraron junto al Papa, así como personas pertenecientes a la familia eucarística y seminaristas de la Diócesis.

Manuel González nació en Sevilla el 25 de febrero de 1877 y fue ordenado sacerdote en 1901. El papa Benedicto XV lo nombró obispo auxiliar de Málaga a finales de 1915, recibiendo la ordenación episcopal el 16 de enero de 1916. En 1920 fue nombrado obispo residencial de la diócesis malagueña. Ese nombramiento lo celebró reuniendo en una comida festiva a los niños pobres, a quienes autoridades, sacerdotes y seminaristas sirvieron en una mesa que buscó convertir en prolongación de la mesa eucarística. En Málaga desarrolló una intensa labor pastoral y promovió la construcción del actual edificio del Seminario. Con la llegada de la República, se vio obligado a abandonar la diócesis y a regirla desde Madrid entre 1932 y 1935. En este último año fue nombrado obispo de Palencia. Falleció en 1940. Puso durante su vida el máximo empeño en combatir el abandono de los sagrarios.

En la ceremonia de ayer ante decenas de miles de personas también se proclamó a otros seis santos, el mexicano José Sánchez del Río, asesinado a los 14 años durante la revuelta contra los llamados «cristeros»; el sacerdote argentino José Gabriel del Rosario Brochero, el «cura Gaucho», los italianos Lodovico Pavoni y Alfonso Maria Fusco y dos religiosos franceses, Salomone Leclercq y Elisabetta Catez.

«Han alcanzado la meta». El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, acompañado de los postuladores, que en el caso del español es Javier Carnereno Peñalver, presentó a Francisco la petición de canonización y leyó una pequeña biografía de cada uno. A lo que el Papa pronunció la fórmula en latín: «En honor de la Santísima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina, y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a los beatos». Y continuó: «Y los inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los santos».

Después se llevaron hacia el altar las reliquias de los nuevos santos. En esta ocasión, al ser un importante número de santos, Francisco no dedicó palabras a cada uno, sino que se limitó a destacar en su homilía que «ellos han alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración: han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido». Y destacó que «estos siete testigos que hoy han sido canonizados han combatido con la oración la buena batalla de la fe y del amor».

Al concluir la misa, Francisco saludó a las delegaciones de Italia, España, Francia, México y Argentina y deseó que «el ejemplo e intercesión de estos testigos sirva de apoyo al empeño de todos en sus respectivos ámbitos de trabajo y de servicio para el bien de la Iglesia y de la comunidad civil». De España llegó una delegación compuesta por el ministro de Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz; la presidenta de la Diputación de Palencia, María de los Ángeles Armisén y el alcalde de Palencia, Carlos Alfonso Rebolleda. También hubo una importante delegación de las Hermanas Nazarenas, la congregación que fundó el obispo. Para asistir a esta ceremonia se repartieron 3.000 billetes en todas las sedes de la congregación repartidas por España, Venezuela, Puerto Rico, Cuba y Ecuador.