­ Aprender a solucionar conflictos desde la edad de cuna es lo que se hace en «La Manada», un centro alternativo a la educación infantil tradicional donde enseñan a los menores a desarrollar sus aptitudes e independencia y reciben una atención más personalizada y familiar. «El objetivo, sobre todo, es dar una opción respetuosa, respetuosa para los niños y las familias, facilitar la conciliación e intentar reducir el estrés», asegura a Efe Tania Arribas, acompañante junto a Elizabeth Luna en este espacio educativo, situado en Los Montes de Málaga.

Otra de las características que la diferencian de la educación tradicional es el número reducido de niños con los que trabajan, con un máximo de diez -cuatro o cinco por acompañante-, cifra que se puede ver reducida según las características de los menores. Las experiencias de Tania en las escuelas clásicas la han convencido de que con un mayor número de niños «es imposible mediar en los conflictos de manera respetuosa» o atender todas las necesidades afectivas de cada uno.

También declara que la educación no es impuesta a los alumnos, porque creen que «cada niño sabe lo que quiere aprender en cada momento», al igual que no es necesario enseñar a un niño a hablar o a andar pues ellos mismos saben cuando están preparados; para estas educadoras «todo sale de dentro, no desde fuera». Sin embargo, dar independencia a los niños no significa la desaparición de los límites, y eso es algo «un poco difícil de comprender incluso para muchas familias», explica.

El respeto a uno mismo, a los demás, al material y a los espacios, son las fronteras que se marcan en «La Manada», como por ejemplo usar los instrumentos de música en su zona específica en vez de en la biblioteca para no molestar «a las personas que necesitan calma», especifica la cuidadora. Para Arribas, lo más importante es «cómo se pone el límite», para lo que asegura que hay que ser «claro, directo», pero de forma afectiva y con amor.

«Respetamos que expresen su disgusto, está claro que se van a frustrar, que van a rebelarse contra el límite en un principio y entonces se les acompaña» y se les ofrecen alternativas, como por ejemplo, si un niño quiere lanzar objetos se le invita a salir fuera a hacer lo propio con pelotas, comenta.

El lugar es una vivienda en contacto directo con la naturaleza -dispone de huertos y un gallinero- y ha sido acondicionada como un «espacio educativo» menos estructurado que una escuela de infantil. A simple vista puede parecer una guardería cualquiera que ofrece sus servicios a menores de 0 a 6 años, pero las singularidades comienzan por sus espacios destinados a cada actividad.