­El mismo efecto de una gota cuando cae sobre la piedra caliente. Así es, según Maribel Martínez, el impacto que se genera cada vez que una administración publica las cifras galopantes sobre los niños que en España se encuentran ahora mismo en riesgo de exclusión social. La responsable de UNICEF para Andalucía le exige que las medidas puntuales para paliar las estrecheces den lugar a políticas estructurales. En Málaga, las estadísticas hablan de unos 34.000 menores que sufren las consecuencias de la pobreza infantil. Martínez habla sobre las familias que no tienen para comprar un bicicleta o para irse de vacaciones.

Los niños no tienen un propio lobby. ¿Le prestamos la suficiente atención?

Dentro de la convención de los derechos del niño, está el derecho que tienen los niños a expresar sus opiniones y a que sean tenidos en cuenta. Un municipio, para que pueda trabajar con nosotros, tiene que tener un órgano real de participación infantil. Llámese consejo, o llámese como quiera. Es necesario que los niños puedan expresar sus opiniones sobre cosas que les afecten. El mundo local de su municipio es lo que tienen más cerca. Infraestructura, salud y educación. Todos estos elementos dependen de lo que tienen más cerca.

La pobreza infantil avanza. En Málaga, las estadísticas hablan de 34.000 niños en riesgo de exclusión social. ¿La tendencia sigue al alza?

En 2014, a nivel andaluz, la tasa de menores en riesgo de exclusión social estaba en un 51,5% y este año está en un 48,1 por ciento. Ha bajado tres puntos, lo que no quita que siga siendo una cifra tremenda. Si nos comparamos con el resto de países de nuestro entorno europeo, no estamos en muy buen lugar. En lo que se refiere a ingresos, somos los cuartos por la cola. Estamos en la media en lo que se refiere a educación y sanidad, pero hemos descendido en los índices de satisfacción de los menores. Las niñas y los hijos procedentes de familias inmigrantes son los que menos satisfacción expresan con su vida.

¿Qué diferencia existe entre los conceptos de pobreza y de exclusión social?

La pobreza tiene que ver con los ingresos económicos. El riesgo de pobreza y exclusión social van de la mano y se miden con un indicador que se llama tasa Arope. Mide el riesgo con tres parámetros. Uno es el nivel de ingresos, otro el nivel de desempleo que hay en la unidad familiar y, el último, es el nivel de privación material. ¿De qué hablamos cuando lo hacemos de privación material? Evidentemente, no hablamos de un niño que se encuentra en un país en vías de desarrollo. La pobreza hay que contextualizarla. Sería un niño que no puede acceder a alimentarse con pollo, carne o fruta, al menos dos veces a la semana, no dispone de varios electrodomésticos en casa como puede ser un televisor.

Da la impresión que las estadísticas impactan un instante, y luego se desvanecen.

Normalmente, cuando tiene una repercusión mediático, impacta en la sociedad. Cuando la problemática deja de estar en los medios, la gente se ocupa de otras cuestiones. Para nosotros es importantísimo mantener la visibilidad de los niños más desfavorecidos.

No todo parece pasar exclusivamente por estrecheces económicas. ¿Qué otras formas de pobreza puede sufrir un niño?

La pobreza también puede venir de otro tipo de carencias, sobre todo, de carencias afectivas y educativas. Aunque eso ya es algo mucho más difícil de medir.

¿Qué papel ejercen los comedores en los colegios? ¿Son un paracaídas para los más desfavorecidos?

Es una medida que sirve para paliar situaciones puntuales. Andalucía es la primera comunidad que dio becas e impulsó las comidas gratuitas para ciertos colectivos de niños en colegios. Cualquier cuestión que favorezca a un niño, nos parece bien. Pero no son medidas estructurales que atajan el problema de donde salen estas situaciones de pobreza y exclusión.

¿Qué tipo de estructuras familiares son las más amenazadas?

Todas las familias numerosos, las familias con origen emigrante y, por supuesto, también, las familias monoparentales.

¿El Estado cumple con su función social de garantizar que nadie se quede atrás?

Las estadísticas nos dicen que no es así. España ha firmado y ratificado la convención sobre los derechos del niño, con la obligación de que se cumplan estos derechos en su territorio. En el momento en el que hay unas tasas tan altas de riesgo de exclusión social, que en Andalucía habíamos dicho que es del 48,1%, algo no se está haciendo bien. El Estado debe de ser el garante de que haya unas políticas estructurales que vayan dirigidas a las familias con esas carencias.

¿El gran problema de la pobreza infantil es la visibilidad? El impulso de un niño es camuflarse para evitar ser señalado.

Cualquier pobreza es invisible, pero nosotros luchamos a diario para que no sea así. Los niños son perfectamente conscientes de lo mal que lo están pasando sus padres. Por ejemplo los desahucios, cuando se tienen que ir a vivir con otros familiares, lo sufren los niños. Tienen una situación de ansiedad y preocupación que no se corresponde con la edad que tendrían que estar viviendo a su edad.

¿La constatación de la pobraza puede llevar a la exclusión de los niños dentro de sus entornos diarios como puede ser el propio colegio?

Nosotros intentamos que las medidas que se tomen no estigmaticen a los niños. Si hay medidas para favorecer en los colegios, que eso no sea visible. Que lo hagan igual que el resto.

¿Falta sensibilidad en la sociedad?

Creo que, desgraciadamente, sabe cada vez más. Y eso signfica que el problema está ahí. En España, la crisis ha afectado haciendo más pobres a los pobres, pero también ha reducido las clases medias. Entonces, ya prácticamente todos conocemos a casos de familiares y de nuestro entorno que lo están pasando realmente mal.