Con todo lo que el factor humano ha sido capaz de destruir en nuestras aguas, resulta irónico la riqueza que son capaces de generar los horribles bloques de hormigón que estratégicamente hay colocados en los fondos marinos de Málaga. Castigados durante décadas por la pesca ilegal de arrastre, construcciones litorales, aguas residuales o salvajes extracciones de arena para regenerar las playas que tanta riqueza de la otra aportan, los arrecifes artificiales son desde 1989 una de las últimas esperanzas para recuperar algo de lo mucho perdido.

En eso están los más de 2.600 módulos que, desde Manilva a Maro, levantan 66 barreras artificiales que abrigan trece áreas que suman algo más de 124 kilómetros cuadrados, según los últimos datos que maneja la Consejería de Pesca de la Junta de Andalucía, cuyos técnicos del Departamento de Desarrollo Pesquero de la Delegación Territorial de Málaga destacan la «efectividad» e «integración» de estos recursos en el medio marino hasta el punto de que el aumento cualitativo y cuantitativo de las capturas hayan abierto los ojos a las pesquerías locales. «En general, el sistema arrecifal como biotopo presenta una evolución hacia la madurez y estabilidad», aseveran. «El objetivo principal de los arrecifes instalados en Málaga es disuasorio frente a actividades de pesca de arrastre en fondos prohibidos, preservando así su valor ecológico y comercial y potenciando la fase de alevinaje de muchas especies de interés pesquero», explican los expertos antes de destacar la gran repercusión de estas estructuras en la calidad y en la cantidad de la pesca que beneficia especialmente a la flota artesanal.

La fauna, sin embargo, es el fin que justifica los medios. La prioridad de estos arrecifes postizos es recuperar y proteger la flora, ya que sin ésta no es posible la anterior. Cuando la Delegación Territorial de Agricultura y Pesca habla de flora marina de nuestro litoral, se refiere fundamentalmente a las praderas de fanerógamas, áreas cubiertas por plantas de origen terrestre que colonizaron el mar hace millones de años con capacidad para producir flores. Estos pastizales, otrora presentes en todo el litoral, apenas son «una sombra del pasado», pero en el litoral malagueño todavía conserva focos significativos de Posidonia oceánica -Maro-Cerro Gordo, desde Punta Calaburras hasta Marbella y Bahía de Estepona), Cymodocea nodosa (Bahía de Estepona) y Zostera marina (Maro-Cerro Gordo, Torre del Mar y Chilches).

Estas manchas oscuras suelen localizarse en el límite inferior de la bajamar hasta un máximo de 40 y 50 metros de profundidad, aunque su distribución depende de factores como la turbidez del agua, el grado de contaminación y la cantidad de luz que recibe. En condiciones favorables son una auténtica fábrica de vida. «Colonizan tanto el sustrato rocoso como el arenoso y sobre sus hojas acintadas crecen pequeñas algas y organismos filtradores epífitos que refuerzan la producción de oxígeno». Los expertos recuerdan que una gran diversidad de fauna se asocia a estas praderas como un hábitat temporal o permanente de muchas especies. En la protección de estas zonas entran en juego los arrecifes. En el caso de Málaga, los estudios de seguimiento en torno al hábitat de los estas estructuras destacan un grado de cobertura de entre el 90 y el 100% de invertebrados (crustáceos, poliquetos, hidrozoos, antozoos, anélidos, poríferos, equinodermos, moluscos, ascídias, etc.), algas y, ocasionalmente, formaciones calcáreas como cnidarios o gorgonias. Precisamente, la presencia de invertebrados atrae una gran variedad de ictiofauna (peces araña, salmonetes, escorpenidos, sargos, herreras, doradas, meros, lenguados, etc.), moluscos (sepia, pulpo,calamar), crustáceos (centollo, santiaguiño) y equinodermos (erizos de mar), aunque también son habituales los abadejos, congrios, morenas y escribanos.

Un pilar del litoral

Además de alimento y cobijo para la reproducción y estadíos juveniles de peces de interés comercial, la presencia de las praderas de fanerógamas ayuda a la propia conservación del litoral y un abrigo natural de las playas, puesto que el enrevesado sistema radicular de estas plantas forman la mejor red de sujeción de los inestables fondos arenosos. Además, los organismos filtradores capturan las partículas en suspensión, actuando como verdaderos depuradores del sistema costero. Este papel es fundamental para su supervivencia, ya las praderas necesitan para desarrollarse aguas limpias que dejan pasar la luz para la fotosíntesis. Si bien el diseño de las barreras de cada arrecife artificial obedecen a los estudios previos realizados en sus respectivos enclaves, los instalados en Málaga están constituidos mayoritariamente por módulos cúbicos de hormigón armado de entre cinco o seis toneladas de peso, con cinco brazos satélites o estructuras salientes, repartidas en cada una de las caras del cubo, excepto en la inferior.

Las dimensiones del cubo son variables, aunque suelen ser de 1,30 metros de ancho por 1,15 de altura. Éstas características de peso garantizan el cumplimiento del objetivo principal de éstas estructuras, que no es otro que impedir la pesca ilegal de arrastre en fondos no autorizados. Por su parte, los módulos de carácter productivo tienen formas más complejas (paralelepípedo hueco, con tubos y orificios) para favorecer la colonización, reproducción y alevinaje de especies de interés pesquero y biológico. Su peso puede alcanzar las siete toneladas.