­No fue un empeoramiento radical, de esos que obligan a volver a casa a los cinco minutos y a desempolvar la ropa más pesada, pero sí lo suficientemente consistente como para empezar a pensar ya -y va siendo hora- en el final definitivo del verano. Un mes y medio después del cambio oficial de estación, Málaga se cubre la manga corta. Y lo hace obligada por la entrada repentina de un frío que sorprendió ayer a muchos y, que, según la Aemet, se mantendrá invariable, y en su versión más afilada, hasta el próximo jueves, cuando está previsto que se eleven de nuevo las máximas.

Los termómetros, que hasta la madrugada del domingo se habían mantenido en valores suaves, regresaron, especialmente en el arranque de la jornada, a una serie de parámetros que no se veían en la Costa del Sol desde la conclusión del invierno pasado; en el entorno de la capital la media bajó a 16,8, con una mínima de 10,2. O lo que es lo mismo: 8,5 grados menos que hace sólo cuatro días. Además, no se superaron en ningún momento los 20, toda una novedad si se tiene en cuenta la dinámica de las últimas semanas.

De acuerdo con José María Sánchez-Laulhé, director del Centro Meteorológico de Málaga, no habrá grandes variaciones en los próximos días. Málaga seguirá en la misma tónica, aunque, eso sí, sin exageraciones ni maximalismos. El otoño no ha llegado de manera irrevocable. Y la prueba está en el pronóstico para el sábado y el domingo, que vaticina temperaturas por encima de los 23,5 grados. ¿Más razones para relativizar? La comparación con la serie histórica. Aunque el promedio de 16,8 de ayer resulta noticioso, todavía no se ha alcanzado el umbral de la normalidad para noviembre, que está marcado en 15,4 grados -el de diciembre se fija en 13-. «Digamos que la temperatura que se está dando es la habitual aquí para un mes como el de abril», comenta el especialista.

A pesar de la entrada del frío, atenuada, no obstante, por el viento, la Costa del Sol no puede decir precisamente que lleve un año alejada del tópico. El pasado octubre, sin ir más lejos, finalizó como el cuarto más cálido de la historia, con una media de 21,1 grados, 0,3 puntos por encima del mismo periodo de 2015, que también -y van tres de los últimos cuatro ejercicios- rebasó el promedio de Málaga. Sánchez-Laulhé aporta un dato significativo para medir la evolución del clima en la capital y sus aledaños: en la última década la temperatura ha aumentado en la zona en 0,5 grados. Sobre todo, por la influencia de los meses centrales del verano, más intensos en los termómetros que en épocas anteriores.

Donde habrá que esperar para intuir cambios es en el capítulo de las precipitaciones. En Málaga sigue sin llover. Y no se atisba movimiento alguno para las próximas jornadas. Es más, desde el pasado 1 de noviembre, únicamente se ha recogido un litro por metro cuadrado. Una cantidad especialmente pobre para estas fechas, que suelen ser de las más pródigas del año. De continuar la tendencia, la Costa del Sol lo tendrá difícil para acercarse a la media del mes, que está en alrededor de 100 litros. «Por ahora sólo ha llovido un 1 por ciento de lo que corresponde al periodo», puntualiza Sánchez-Laulhé. Tampoco pueden presumir de grandes borrascas en el interior, donde el volumen total, si bien superior al del litoral, está muy lejos de cumplir con las expectativas de ganaderos y agricultores.