A veces, a las 6 de la mañana, algún vecino no aguanta más y vocea asomado a la ventana: «¡Esto es insoportable!, ¡esto es inhumano!», cuenta Mari Ángeles Zurita. Ella y su marido dejaron hace año y medio una vivienda social en Hacienda Cabello en busca tranquilidad, «y hemos pasado de Guatemala a Guatepeor», lamenta.

El matrimonio vive ahora en la calle Divina Pastora, frente al antiguo Cuartel de Capuchinos, que desde hace cerca de una década -calculan- alberga las perreras de la Comisaría Provincial de Policía. «Y el problema principal es el ruido de los perros. Aquí estamos todo el mundo malo de los nervios», cuenta Jaime Marín, marido de Mari Ángeles.

De lunes a domingo, los 365 días del año, los ladridos de los perros han conseguido desquiciar a los vecinos de esta calle y la de San Félix Cantalicio. Mari Ángeles cuenta el caso de una vecina de 65 años, ahora mismo en tratamiento, postrada en la cama «mala de los nervios», mientras que ella misma confiesa que duerme «a ratos», tiene dolores de cabeza «y estoy hecha polvo».

«El ruido es horroroso, los perros te pueden ladrar de madrugada; y en verano, por el calor, tenemos que tener las ventanas abiertas», señala esta vecina, que pide que las perreras «se marchen a otro sitio».

El matrimonio habla delante de una mesa llena de las distintas denuncias que han presentado, así como una copia de las firmas de protesta de los vecinos de las calles San Félix Cantalicio y Divina Pastora dirigidas al Ayuntamiento.

Como explican, una fuente municipal con la que hablaron mostró su extrañeza porque la perrera de la Comisaría continúe en un lugar tan céntrico, «cuando el Ayuntamiento tiene su perrera municipal en el monte para no molestar a los vecinos», destaca Mari Ángeles.

Fruto de las gestiones del matrimonio, en agosto de 2015 el Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento envió un requerimiento a la Comisaría Provincial para que adoptara «las medidas oportunas para atenuar las molestias producidas». En concreto, el Consistorio reclamó la instalación de una pantalla de sonido «que disminuya la contaminación acústica».

Los vecinos lamentan que, 15 meses más tarde, la Comisaría Provincial no haya hecho nada todavía.

Mari Ángeles Zurita aprovecha para denunciar el olvido en el que se encuentra la zona, que además de soportar las perreras cuenta con un par de solares abandonados -que los vecinos piden que se asfalten aunque sean privados- porque se acumulan la basura, maleza y ratas.

«Me pongo a tender la ropa y las ratas pasan como por su casa», dice Mari Ángeles de un solar de la calle Tejidos.

Comisaría y Ayuntamiento. Una portavoz de la Comisaría Provincial informó ayer de que las medidas técnicas para reducir la contaminación acústica de las perreras ya están en marcha y se verán en breve.

Por su parte la concejala de Málaga para la Gente, Remedios Ramos, que el pasado mes de septiembre presentó una moción finalmente aprobada para convertir el antiguo cuartel en equipamiento vecinal y zona verde, recordó que una propuesta similar ya se aprobó en 2008 y consideró «lamentable que no se dé cumplimiento a las mociones». Además, pidió el traslado de las perreras, «para que no sea una molestia para los vecinos».

El concejal de Medio Ambiente, Raúl Jiménez, reconoció ayer que el antiguo Cuartel de Capuchinos «no es el más adecuado» para albergar perreras y aplicar medidas correctoras «no es la solución». Por eso, destacó que «la solución va a pasar por algún tipo de acuerdo para el traslado completo». A este respecto, declaró que el Ayuntamiento está buscando ya «espacios alternativos y posibles permutas de suelo» para trasladar las perreras de la Policía Local a un lugar más adecuado.