­Segunda sesión del juicio que se celebra en la Ciudad de la Justicia contra la presidenta de la protectora Parque Animal de Torremolinos, Carmen Marín, y uno de sus empleados por el sacrificio injustificado de 2.200 perros y gatos sanos. La acusada, a quien se piden cuatro años de prisión, negó los hechos y consideró que todo se debía a una venganza por rencillas laborales, pero los socios de la entidad aseguraron que muchas de las mascotas desaparecían en apenas 24 horas desde su llegada al centro. Por otro lado, la administrativa del centro aseguró que el peluquero se compró un equipo de música y la subía para no oír los alaridos de los perros moribundos, lo que también escucharon dos veterinarios.

Los socios indicaron que la procesada les decía que allí nunca se sacrificaban animales, lo que hizo que creciera mucho la cifra de adeptos y que recibiera dinero, lo que se investiga en otra pieza judicial. «Llegué a darle 600 euros cuando llevé nueve gatitos abandonados y, al día siguiente le pedí a mi marido que fuese a verlos y nos dijo que ya se los había llevado un extranjero», lamentó una de las socias. A otra de ellas, la acusada le dijo «no los mires a los ojos y entrégamelos», para afirmar: «Parecía que lo estaba deseando.

Uno de los veterinarios que colaboraba con Parque Animal explicó que la reunión que mantuvieron él y sus colegas con la procesada no fue, como explicó Marín, para que les cediera parte de la explotación. En la misma, ella llegó a reconocer los sacrificios de animales, aunque alegó que lo hacía por «supervivencia» de la protectora.

Carmen Marín trató de cargar la responsabilidad de la confección de la lista de animales incinerados en su administrativa, que trabajó en el centro desde 2008 hasta 2009, para desechar la responsabilidad por el delito de falsedad (se le piden cuatro años, uno por maltrato animal y tres por la falsificación). Sin embargo, esta mujer, una de las testigos de cargo del fiscal de Medio Ambiente, Fernando Benítez, explicó que ella hacía las listas por indicación de la presidenta, pero que no las firmaba, sino que se las entregaba en blanco y la procesada, al menos en dos ocasiones, los rubricó con los datos de los veterinarios.

Preguntada por el fiscal sobre si se apagaban las cámaras de seguridad de las instalaciones algunos días por la mañana, respondió: «Sí, porque por la mañana es cuando se hacía el sacrificio de los animales que no convenían».

Ella, en un principio, pensaba que nada sucedía. «Con el tiempo te enteras y preguntas, ves cosas que no son normales, hablas con uno y con otro, verlo no lo he visto nunca, pero lo sé, me consta. Había muchas preguntas sin respuesta. ¿Dónde están una serie de animales que entraban? ¿Siempre salían los fines de semana para ser adoptados? ¿Siempre se los llevaba un extranjero?», aclaró, para insistir después en que había gente que quería adoptar un perro y «ese perro ya no estaba».

Sólo una vez vio esta testigo a la propietaria de Parque Animal pinchar en el lomo a una gata, cuando el Seprona había iniciado la investigación. «Lo que me contaban era todo mentira», precisó, para indicar después que la presidenta llegó a decirle: «Me llevó a la oficina, muy airada, y me dijo o estás conmigo o estás con ellos, tú sabrás lo que hace».

El trabajador acusado de participar en el exterminio masivo de animales también le dijo, según contó, que mirara por el retrovisor cuando fuera por el coche porque podía mandarle a alguien de La Palmilla. «La mayoría de animales han sido sacrificados por ellos», apuntó. También contó que el peluquero le dijo que iba a poner «a toda pastilla el aparato de música porque escuchaba los alaridos de los animales al ser sacrificados. Los veterinarios me dijeron que habían escuchado lo mismo que el peluquero».

La previsión es que el juicio concluya hoy con los informes finales de las defensas, el fiscal y las acusaciones populares y particulares.