­Las urgencias de los hospitales de Málaga reciben cada semana más de un caso de violencia de género. Y los fines de semana, la cifra aumenta. En total, en 2015, sólo los hospitales de la capital atendieron 266 casos de malos tratos y abusos sexuales, entre los que se encuentran mujeres de todas las edades y clases sociales. En los centros de salud del distrito Málaga-Valle del Guadalhorce, la cifra fue de 330. Si se suman las 125 sospechas del 061 en toda la provincia, la cifra arroja la friolera de 721 casos.

Pero no es fácil detectar un caso de violencia de género o, al menos, confirmarlo. Las víctimas normalmente no lo revelan y los sanitarios deben desplegar sus redes para ir más allá ante una sospecha. En este sentido, la Consejería de Salud ha formado a sus profesionales con el Plan Andaluz de Actuación Sanitaria ante Violencia de Género, un protocolo actualizado a fecha de 2015 que sirve como herramienta para ayudar al personal de salud en el ámbito de las Urgencias. La intención no es otra que la de prestar una atención adecuada a estas mujeres porque, según reza el documento, los profesionales deben estar preparados ante este tipo de violencia por entender que está invisibilizada.

«El principal problema que se encuentran los profesionales de las urgencias es que enmascaran la agresión y dicen que la lesión ha sido un accidente», señala el coordinador de la Unidad de Trabajo Social de los complejos sanitarios Clínico y Carlos Haya, Juan Antonio Torres. No obstante, reconoce que los profesionales de los hospitales cuentan con una serie de indicadores que les ayudan a determinar si tras la paciente hay un caso de violencia de género. Las más habituales son las lesiones frecuentes, los abortos repetidos, la demanda de métodos anticonceptivos de forma reincidente, el insomnio, la irritabilidad, el aumento de bajas laborales, los dolores crónicos, las molestias pélvicas o la hiperfrecuentación de las urgencias hospitalarias. De hecho, el historial clínico de la paciente juega a su favor, pues recoge todas estos indicadores, que ayudan a los profesionales a discernir si tras la lesión hay violencia de género. A estos indicadores hay que sumar otros que pueden convertir a la mujer en víctima, como tener personas dependientes a su cargo, estar embarazadas, ser inmigrantes, tener una enfermedad discapacitante o estar en riesgo de exclusión social, señala.

Cuando los profesionales sanitarios tienen una mínima sospecha, bien sea por el tipo de lesión o por los indicadores antes mencionados, lo primero que hacen es dejar a la víctima a solas, evitando de este modo al maltratador, que a menudo les acompaña. Ahí es donde se profundiza y habla con la mujer para que confiese cómo se ha producido la lesión. Si no es así y la lesión no es grave, la Unidad de Trabajo Social hace derivaciones activas a Atención Primaria -su centro de salud- para que se les haga un seguimiento y, de este modo, su médico de cabecera pueda seguirle la pista. «Cuando hay sospecha fundada se informa a la fiscalía, que pone en marcha una investigación», apunta el trabajador social, que explica que no es fácil que una víctima de violencia de género reconozca la agresión.

El caso es diferente cuando la mujer admite haber sido víctima de una agresión. Primero se le hace una valoración psicosocial, en la que participa el trabajador social. Los sanitarios respetan que la mujer quiera denunciar o no pero, ante la duda, se ponen en contacto con la Fiscalía y si la lesión es grave o hay menores a su cargo se hace un parte de lesiones que se envía tanto al Juzgado de Violencia de Género como a la Policía.

Pero no siempre los casos llegan al hospital. Muchas veces son los profesionales del servicio de emergencias los que atienden a la víctima, ya sea de manera física o telefónica. De hecho, el año pasado a nivel provincial se dieron 125 sospechas de violencia de género. En numerosas ocasiones, la mujer llama pidiendo ayuda pero sin reconocer que tiene una agresión por malos tratos en el ámbito familiar.

«Muchas llaman con una patología inespecífica o con lesiones que pueden hacernos sospechar que nos encontramos ante un caso de violencia de género», señala el director del servicio provincial 061 de la Empresa Pública de la Agencias Sanitaria, Félix Plaza. Y es que, si bien es difícil saber en persona si una lesión se ha producido por una agresión, más lo es por teléfono. «Hay que hacerlo con tiento, sacar lo datos con calzador, porque si empiezas a hablar de malos tratos muy pronto puede echarse para atrás», apunta. El 90% de las llamadas que reciben relacionadas con violencia de género son de la víctima, el resto, de la familia o los vecinos.

Si con las respuestas de la víctima el profesional determina que existe riesgo vital, llama a las fuerzas de seguridad. Si se descarta que exista, analizan a la paciente desde el punto de vista emocional, controlando la ansiedad, la tristeza y la indiferencia. «Si se confirma el caso y no hay riesgo vital, la animamos a denunciar pero sin presionarla, pero le decimos que ante la duda debemos informar a la Policía Nacional y, si requiere que la atendamos, mandamos a donde esté un recurso sanitario».

Cuando los profesionales sanitarios acuden por una llamada telefónica a través del servicio de emergencias, normalmente tienen en cuenta una serie de indicadores de sospecha que les ayuda a saber si hay o no un caso de violencia de género. Desde el punto de vista emocional analizan si la persona tiene ansiedad o miedo. Desde el punto de vista físico, observan si tienen sangre en el oído, quemaduras de cigarrillo, problemas obstétricos lesiones o dolores en el pecho, indicadores, todos ellos, frecuentes en la casuística de violencia de género. «Es difícil de detectar, pero preferimos hacerlo por exceso que por defecto», afirma Félix Plaza.