­Angustias y sus dos hermanos nacieron en Marchienne-Au-Pont, una pequeña villa de la ciudad de Charleroi, en la zona occidental de Bélgica. Allí se marchó su padre, Pedro Sánchez, desde Cuevas del Becerro. Era 1960 y formaba parte de la primera expedición de emigrantes que hizo las maletas con un contrato de trabajo en el bolsillo. Su destino: la mina de carbón, donde estuvo trabajando 20 años. Se fue solo, dejando a su esposa, Antonia, en el pueblo. Esta separación forzosa solo duró tres años, ya que ella también terminó por coger el tren e iniciar su aventura belga. A los muchísimos años, fallecido su marido, siendo mayor y pensionista, Antonia Perujo recibió una carta de Hacienda que la dejó helada, ya que le reclamaba regularizar su paga de viudedad y pagar multa e intereses de demora.

Fue la primera carta de la Agencia Tributaria que se recibió en la localidad, donde hay muchísimos emigrantes retornados que un buen día tuvieron que salir al extranjero para prosperar y, con ello, hacer prosperar también a la Serranía de Ronda con las divisas que enviaban desde Alemania o Suiza. Indudablemente se produjo un efecto llamada y fueron pocos los jóvenes que se resistieron a este fenómeno en una España aún en blanco y negro.

Pedro Sánchez fue jubilado por enfermedad y regresó a Málaga. Tenía la silicosis, provocada por sus largos años de servicio en la mina. Perdía la vida en 2004, con 75 años de edad. Su hija Angustias cuenta que nadie les dijo que tenía que hacer la declaración, ya que padecía esta enfermedad.

Pedro solo había cotizado seis meses en España, por lo que dejó a su mujer una pensión de 13 euros al mes. Una cantidad mínima. Sin embargo, Antonia cobra de dos pagadores: los gobiernos español y belga.

La carta certificada que llegó aquella mañana fue recibida con incredulidad. Le daban un plazo de 15 días. «Nos movimos, busqué en internet, recopilé información, hablamos con asesores de Ronda, tuve conocimiento de casos parecidos en Galicia, contacté con la asociación de emigrantes retornados de Andalucía, donde también nos ayudaron...», recuerda.

Al final, optó por regularizar su situación con el fisco. 16.000 euros tuvo que desembolsar en total, para ponerse al día y pagar desde 2008, como se le exigía. «Muchos en el pueblo, todos gente muy mayor que trabajaron en el extranjero muy duro, han tenido que pedir hasta préstamos al banco para hacer frente a esta situación», dice Angustias, que considera que todo esto es muy injusto. «Rajoy está buscando dinero de todas partes», reprocha esta vecina de Cuevas del Becerro, que asegura que tanto su madre como el resto de su familia se sienten perseguidos por la Agencia Tributaria.

Devolución

Al menos, tras las reclamaciones realizadas, Antonia consiguió que Hacienda le devolviera, al menos, la multa y los recargos que le habían impuesto. «La verdad que eso sí lo hicieron con mucha rapidez y en menos de dos meses hicieron el reintegro, lo que nos sorprendió gratamente», reconoce la hija del matrimonio emigrante.