Este tipo de placas grabadas con motivos de rombos y cabezas de águilas debió formar parte de la decoración original de la basílica. Seguramente incorporada en elementos importantes de la construcción, tales como puertas o el zócalo del templo. Después de diferentes cambios en el edificio, comenzaron a usarse en las sepulturas de la necrópolis ubicada tanto en el edificio como en sus alrededores, incluso una vez cesado el culto en el mismo, con lo que empezaría el expolio de sus elementos más ricos. En total se conocen siete de estas placas, de medidas similares, pero no idénticas, aunque todas ellas están fragmentadas e incompletas. Los motivos representados son propios de época romana tardía. La pieza, de mármol, posee 170 centímetros de altura y forma parte de los contenidos compilados en el museo arqueológico ubicado en La Aduana.