­A las 17.30 horas casi una decena de personas se aglutina a las puertas de la lonja. Quedan pocos minutos para que llegue el único barco de gran tamaño que vende en la capital. «Los Marineros» lleva a bordo a 4 trabajadores y más de 136 kilos de pescado. «Echamos una mano a descargar, ayudamos a los pescadores. Llevo un mes sin trabajo por la parada biológica y hasta principios de enero no comenzaré de nuevo a trabajar», comenta Lázaro Valladares.

Amador Gutiérrez es el jefe de subasta de la lonja de Málaga. Se acerca a la puerta con una sonrisa y la mayoría de los hombres que están allí comienzan a dirigirse, entre bromas, a él. Lázaro es uno de ellos. Cuando abre la puerta Valladares desaparece, no sin antes decir una frase demoledora: «Esta Navidad no tengo ni para una caja de mantecados».

Con la Catedral y la Alcazaba de fondo, los compradores esperan la llegada de un barco que les resulta familiar. Acaban de parar y un carro ya espera el pescado que trae. José Antonio Martín es el patrón del barco. A las 6 de la tarde, se cumplen 12 horas desde que salió a faenar y sus ojos ya adelantan que la subasta será el último esfuerzo del día. «Estas son unas fechas en las que parece se huele, el pescado falla o el mar está mal. El lunes fue un buen día y, sin embargo, hoy no lo es tanto», se lamenta.

Al contrario de lo que pueda parecer, la Navidad no es una buena fecha para el pescador. «Lo que pueda ganar depende del día, de media puedo obtener unos 1.400 euros pero con los gastos del gasoil, la Seguridad Social y el sueldo de los trabajadores, finalmente, me quedan 70 euros al día», dice y añade que lo que sube durante este tiempo es el marisco, la merluza, el rape o la gamba. «El resto sigue igual e incluso pierde su valor», dice.

Cinco expertos en compras

En la sala, menos de una decena de compradores y en las cajas; carabineros, gambas o pulpos. Solo cuatro embarcaciones han salido a faenar durante el día y la compra se hace rápido. La parada biológica impuesta por la Unión Europea y refrendada por el Gobierno de España obliga a la flota de cerco a quedarse amarrada durante el mes de diciembre. Se venden entre 60 y 70 cajas de pescado de arrastre que irán a parar a distintos bares y mesas de las familias de la capital. «La parada no es buena para el sector del cerco porque es un mes en el que se vende mucho», dice Amador Gutiérrez.

El jefe de subasta lleva 16 años trabajando en la lonja de Málaga y asegura que el precio de las cajas dependerá de la especie de pescado que traigan, del día y del tamaño del producto. «El otro día vendimos una caja de gambas por 50 euros», asevera. «En el año 2015 durante la navidades se vendió un 10% de la pesca de cerco de todo el año en la ciudad de Málaga, sin embargo, esta vez llevamos menos de un 5 por ciento».

Boris Cabrera ya tiene su mando en la mano. El minorista es uno de los asiduos de la lonja. «En este tiempo suben un 40% las gambas, las cigalas y las almejas», asegura. «Este año la cosa está peor que el pasado, hay muchos barcos amarrados pero también ha influido la crisis. La gente no tiene dinero». A su lado hay otros cuatro compradores. «¡Vamos a vender!», gritan desde la cabina. Comienza la subasta y diez ojos miran atentos el precio del producto. Cuando lo adquieren, muchos piden que les acerquen las cajas y se aseguran de la calidad del pescado que acaban de comprar.

«Esto es como una película, siempre pasa algo», asegura Carlos Moya, que lleva desde pequeño disfrutando del oficio. Él trabaja para Antonio Moya e hijos, la única empresa mayorista que queda en el puerto de Málaga. Asegura que ha podido gastarse cerca de 500 euros en poco más de 10 minutos. Su compra irá a parar a restaurantes y establecimientos de la capital pero también a pescaderías. «Esta es como otra Navidad. El mar no es una fábrica de pescado y es cierto que sube el precio de los productos que más se demandan en estas fechas», dice aunque confiesa que la parada biológica está afectando a la venta del boquerón de Málaga.

Tras la subasta, todo el mundo desaparece. Solo queda el patrón del barco con un papel. Es el resultado de su jornada. 136 kilos y 1.444 euros. Llega el final del día.