­Ni a principios de los setenta, cuando eran frecuentes los vuelos chárter con Estados Unidos ni en plena cultura del pelotazo, con sus cifras hinchadas y sus aceleraciones bruscas. Nunca antes la Costa del Sol había vivido un curso turístico como el que ahora se despide. Al menos, a nivel cuantitativo, en ese apartado, el de los números, que no admite debates ni subjetivismos. Favorecido por factores internos y externos -la buena y consensuada reacción del sector a la crisis, el hundimiento de la competencia- el destino cierra el curso aupado por unos registros sin precedentes, tanto en lo que respecta a las pernoctaciones -los cálculos hablan de más de 26 millones- como a los viajeros -de récord absoluto, superando los 10,59 millones del año anterior-.

A falta de completar el balance, que se hará oficial en las próximas semanas, la rotundidad de los resultados se antoja indiscutible. De hecho, y, por primera vez, se han adelantado los hitos, con el aeropuerto sin ni siquiera esperar a la suma final para romper su techo y superar el umbral -hasta ahora insólito- de los 15 millones de viajeros. El sector, tras su brillante desempeño de 2016, alivia las cuentas económicas de la provincia. A los más de 11.100 millones de euros que se calculan en impacto directo se añade el contagio de otras actividades, que se han subido al carro de la evolución turística. La Costa del Sol ha dejado de estar de saldo, elevando rentabilidad y tarifas. Y ensanchando su horizonte, además, con nuevos atributos. Este año ha sido también el de la consolidación del Caminito del Rey y el del salto de la oferta cultural de Málaga, que ha visto aumentar su cada vez más sustanciosa colección de museos con la apertura, casi sobre la bocina, del Bellas Artes y Arqueológico. Motivos todos, en una actividad cambiante, para afrontar con optimismo el futuro. Y más después de haber empezado a resolver uno de los galimatías que más preocupaba a los profesionales: la falta de asidero legal de los alquileres turísticos, que han sido regularizados con éxito por la Junta de Andalucía.

A nivel de gestión el curso se ha caracterizado una vez más por un relativo consenso, sin grandes tensiones, más allá de la alarmante precariedad y de la subcontratación, todavía muy presente, de acuerdo con los portavoces sindicalistas. Entre los grandes cambios en las directivas, el más importante, el de Luis Callejón, que se convirtió en el mes de abril en el nuevo responsable de la patronal hotelera (Aehcos).

Otras de las grandes noticias del curso ha sido la aprobación de los planes estratégicos, que han supuesto la introducción de una nueva hoja de ruta para la promoción y la mejora del destino. También es reseñable la incorporación preventiva al debate de uno de los temas que más inquieta en otros puntos turísticos: el de la masificación. Pese a los récord, y sin subestimar este problema, el reto en Málaga, eso sí, sigue siendo el mismo: controlar la estacionalidad y reducir el parón invernal. Una debilidad que sigue pasando factura: en tiempos de esplendor y de crisis.