Contemplar alguna de las marinas del pintor José Carlos Robles de la Cruz es trasladarse por completo a los rincones de la costa malagueña que inmortaliza: miles de pinceladas aplicadas al óleo con un minucioso cuidado que dan como resultado estampas llenas de realismo del litoral que baña la Costa del Sol. Hijo del reconocido pintor malagueño José Manuel Robles Muñoz, este joven de solo 34 años vuelve a exponer en la galería Benedito, ubicada en la calle Niño de Guevara. Lo hizo en 2013 y regresa con una nueva colección de marinas. En concreto, 27 cuadros entre los que figuran playas de Rincón de la Victoria a Fuengirola. No faltan estampas tan representativas de Málaga como los Baños del Carmen, el Peñón del Cuervo o La Malagueta.

Dedicado por completo a las marinas desde hace tres o cuatro años, su última exposición lleva detrás un año de trabajo continuo. Una temática que ha heredado de su padre, que se centró en la inmensidad del Mediterráneo durante los últimos dos años de su vida. «Mi padre se dedicó a las marinas realistas los últimos años de su vida y después de ello, yo seguí», detalla José Carlos, quien asegura que aunque Antonio López es uno de sus pintores a seguir dentro del realismo, el gran referente de su vida es su padre.

Cuando culmine la exposición, el próximo 12 de enero, se tomará una temporada de descanso en lo que a exposiciones individuales se refiere y formará parte de algunas colectivas. Cerca de dos años para hacer, entre otras cosas, el retrato de su mujer que tantos años lleva prometiéndole.

Robles de la Cruz es un afortunado. A sus 34 años ya lleva una década ganándose la vida pintando. «Me veo toda la vida haciendo esto. Si no fuera así, solo podría hacer algo con las manos», explica. Reconoce que el mundo del arte es similar al de la música. Es un arduo camino lograr que las galerías cuenten con el trabajo de uno pero no imposible. Él es un ejemplo. A aquellos que se plantean dedicar su vida a este oficio les aconseja que tengan mucha ilusión y ganas de trabajar.

«Hay que saber pintar y saber venderte un poco, eso de ser un bohemio ya es cosa del pasado», expresa. La suerte que tendrán los que se decantan ahora por esta profesión vocacional es que cuentan con una Universidad de Bellas Artes y una ciudad que ahora apuesta por los museos. Él con 17 años le dijo a su padre que dejaba los estudios para dedicarse a la pintura. Su vocación creció al ver a su padre e incluso estuvo dos años, entre los 14 y 16 años, en la academia que él mismo tenía. «Menos mal que me decidí», sentencia.

Confiesa que aún no se ha cansado de pintar marinas realistas y que la costa gallega o francesa figuran en su mente para inmortalizarlas. Exponer en Nueva York también es una idea que le seduce.

Su pasatiempo y desconexión está junto a una guitarra. Su familia; su mujer y sus dos hijos de 2 y 5 años, es su día a día en Teatinos. «El mayor tiene una especial sensibilidad. No sé si seguirá pero ya denota en él sensibilidad», expresa. Quién sabe si las futuras marinas en las que se inmortalicen estampas de la costa malagueña no tienen ya un sucesor.