­Caballos, vacas, pavos reales, suricatos, perros, cabras, ovejas y hasta un canguro. Parece una granja escuela o la réplica del arca de Noé; animales no le faltan para ello, pero en realidad es «El hogar de Luis», una casa-refugio donde conviven los animales que no tienen cabida en una vivienda como mascota y que han sido abandonados.

Luis es un joven de 33 años al que le fascinan los animales desde que él recuerda y hace ocho años decidió dar un hogar a todos los que pudiera, una actividad altruista por la que se desvive al atender a nada menos que a 400 animales. Vive en el campo, en San Pedro Alcántara, en una parcela de 2.500 metros cuadrados y frente a un lago. El entorno ha sido clave para poder tener en su finca los animales, sobre todo de granja.

«Por mi actividad animalista aquí me conoce todo el mundo y cuando hay algún animal abandonado o en malas condiciones me avisan», explica. Así fue el caso del pequeño canguro wallaby de bennet, el más pequeño que existe. «Me llamaron porque vivía en un acuario de una tienda de animales en pésimas condiciones», aclara.

Salvo los pájaros que deben estar en jaulas para no escaparse, todos sus animales viven en semilibertad. Tienen su espacio donde descansan pero el resto del tiempo están al aire libre. «Por la mañana los dejo pastando ahí al lado del lago y regresan para comer. Es increíble la armonía en la que todos ellos conviven», expone.

Tiene 400 animales y el espacio para nuevos inquilinos es reducido. «Ya solo me quedo aquellos a los que puedo darle calidad de vida», expone. Aquel que entra en su hogar ya no sale; son animales que no tienen cabida en una vivienda. «¿Quién puede tener en casa un cordero y para qué?», pregunta.

Trabaja en la hostelería, una profesión a la que le dedica gran parte de su tiempo y que, a su juicio, es uno de los pocos trabajos que le permite a nivel económico mantener tantos animales. «Aquí no corren riesgo de ser sacrificado o explotados. Tampoco permito que se reproduzcan salvo que venga la hembra embarazada», detalla.

Con una vida dedicada a la protección de los animales, Luis asegura que el problema está en la regulación y la facilidad que hay para hacerse con estos seres vivos. Aun así, reconoce que la sociedad está más concienciada y lo que más le gusta es ver cómo disfrutan los niños cuando acuden a su parcela.

La última vivencia que tuvo fue en las inundaciones de principios de diciembre de 2016. Su vivienda fue una de las afectadas y murieron 40 animales. Podrían haber sido más, pero gracias a la colaboración de los vecinos pudieron salvar a gran parte de los que estaban afectados. «La gente se volcó y el apoyo fue brutal».