­Juan Carlos España tiene 20 años, pero una lesión que le ocasionó problemas durante el parto hace que sea un bebé. Un bebé grande. Su madre, Ana Badía, teme la llegada del 14 de mayo, el día que su hijo cumplirá los 21 años, cuando se convertirá en una víctima del sistema. Porque, a pesar de tener reconocida la Dependencia y de tener una discapacidad del 89%, no recibe ninguna ayuda por ello y, lo que es peor, no tendrá plaza en una residencia porque no hay vacantes.

Los España Badía están desesperados. Su hijo, catalogado como gran dependiente, pesa más de 100 kilos y cuando sufre algún dolor o frustración tiene crisis de agresividad que paga con los más cercanos, normalmente sus padres.

Sus problemas de comportamiento obligaron a su padre a estar más tiempo del debido en casa por el temor de su mujer de no poder manejarlo.

Pero perdió el trabajo y, con ello, llegaron los problemas de pago de la hipoteca. Tras negociar con la entidad bancaria una novación de hipoteca, han estado exentos del pago total pero, si en un año y medio no pueden afrontar la nueva factura, perderán su vivienda.

La madre de Juan Carlos presenta todos los meses un escrito en la Delegación de Políticas Sociales solicitando una plaza residencial para cuando su hijo concluya el curso escolar en el colegio en el que está interno actualmente. La respuesta, asegura, siempre es la misma: «Lo sentimos, no hay plazas libres».

El joven está internado de lunes a viernes en el centro Nuestra Señora de la Esperanza de Guadix, en Granada. Primero lo estuvo de forma privada, después sus padres lograron que se concertara una plaza. Pero la enfermedad de Juan Carlos -padece un tipo de autismo- no le permite llevar una vida normal y necesita ayuda para todo. «Solo sabe decir mamá, papá y caca», cuenta su madre, que reconoce que cuando llega el viernes por la tarde o periodos vacacionales como la Navidad, se echan «a temblar».

Por eso, tienen la esperanza de que la Junta de Andalucía les conceda una plaza a partir de junio en una residencia, porque la convivencia es «imposible» con Juan Carlos. «Queremos a nuestro hijo, pero no podemos vivir con él», lamenta su madre, que ha tardado en asumir que no puede convivir con su pequeño a pesar de desearlo, pues rompe objetos y en varias ocasiones les ha agredido.

«Él es un pedazo de pan, pero los ruidos fuertes como las motos o, en esta época, los petardos, le desequilibran», comenta la madre, que señala que además de los ruidos, los dolores son lo que más inestabilidad le produce. «Él no puede explicarse, por eso cuando tiene algún dolor de cabeza u oído entra crisis, porque no sabe cómo explicarlo y hasta que lo averiguamos pasa un buen rato», cuenta Ana Badía.

Mientras lo averiguan, Juan Carlos rompe lo que tiene a su alrededor o se abalanza sobre sus padres. Lo atestiguan sus vecinos, el 061 y la policía, que ha acudido varias veces ante la sorpresa de sus padres. «Lo que pido es que mi hijo tenga una plaza en un centro, donde sea de Andalucía, porque si a partir de junio está aquí, ¿de qué vivimos?», señala la mujer, que explica que su marido trabaja ahora como taxista y, cuando su hijo está en casa, lo hace coincidiendo con sus horas de sueño para que la madre no esté sola con él.

Además, el problema de esta familia es doble, puesto que no puede solicitar una ayuda económica porque tiene pedida una plaza residencial. «Pero la realidad es que no nos dan ni una cosa ni otra, hace mucho que pedí una cita para que me lo explicaran, pero no me contestan. Además, en Dependencia me han llegado a confesar que no entienden cómo nunca nos han dado la ayuda económica ante la gravedad de su caso», lamenta la madre, que la necesita para pagar una plaza privada si no se la dan pública.

Esta familia de Miraflores de los Ángeles lamenta que la vida de su hijo es una condena. «Bastante tiene con lo que tiene, está encerrado dentro de su cuerpo, y también aquí, porque no lo podemos sacara a pasear más que en coche», cuenta su madre. A 2017 sólo le piden una llamada de teléfono, aquella en la que le informen de que su hijo puede estar atendido por profesionales y en un lugar adaptado a sus necesidades.