­A diferencia de otros destinos, a Marbella no le hace falta presentación. Su imagen, empañada puntualmente por los desatinos del gilismo, es conocida en todo el mundo. Con más suficiencia, incluso, que la propia Costa del Sol. Y con unas connotaciones de amplio e indiscutible linaje; Marbella es el templo del lujo, del dinero, de los hoteles sofisticados. Una serie de etiquetas tan poderosas y plenamente identificadas que, junto a la experiencia, podrían inducir a la apatía a la hora de la promoción, pero que los tiempos, cada vez más competitivos, obligan a trabajar muy en serio. Especialmente, para evitar errores del pasado y no perder el paso frente a un sector, el turismo, acostumbrado a renovarse y mudar de piel a toda velocidad.

El alcalde, José Bernal, insiste en que el momento, con todos sus espejismos y turistas prestados, exige una línea de trabajo clara y, sobre todo, en profundidad. La industria, ni siquiera en Marbella, funciona por sí misma y la apuesta del Ayuntamiento consiste en el elevar el presupuesto en publicidad -de 30.000 a 500.000 euros respecto al mandato anterior- y aumentar la implicación de los profesionales, agrupados en torno al Foro de Innovación. «Son ellos los que deciden cuál es la hoja de ruta y en que aspectos hay que insistir», reseña.

A corto plazo, Marbella y sus agentes han diseñado una estrategia que toma como divisa la necesidad de continuar con las virtudes que han hecho del municipio una referencia mundial. La receta de Marbella es más Marbella. Y el primer paso, un hito en la historia de su promoción: por primera vez el destino acudirá a las ferias de Madrid, Londres, Berlín y Moscú con un expositor propio. Una decisión que llevaba mucho tiempo reclamando el sector y que se justifica en su oferta diferencia, dirigida a un público diferente al que normalmente busca el resto de la Costa del Sol.

En el horizonte inmediato, cuenta Bernal, destacan movimientos como las acciones previstas para avanzar en el mercado árabe y seducir a turistas como los procedentes de Marruecos, que destacan por su interés por las compras y el circuito comercial local. También, resalta, se ha cambiado de guión de fondo a la hora de abordar a clientes como los norteamericanos, que serán tanteados a partir de ahora de manera más específica y en alianza con otros destinos europeos como Mónaco o Saint-Tropez. En cuanto a la manera de conjurar los fantasmas del pasado, el alcalde señala: «En el turismo hay que dar pasos firmes, pero sin precipitarse. Y para eso contamos con la experiencia del foro, para evaluar e impedir que prosperen proyectos sin garantías y que no concuerden con el modelo de empleo de calidad y de grandes servicios que queremos para Marbella», razona.

Ignacio del Valle, director de la consultora Bypass Comunicación, cree que, con la incógnita todavía abierta del planeamiento urbanístico, Marbella conserva una imagen ligada a la calidad y la exigencia en la que no se aprecia, pese a la sonoridad de los escándalos, el menor rastro de antiguos lances. «Hay que tener en cuenta que es un destino poderoso que se dirige a un sector que está por encima de problemas como los de la política», indica.