­La violencia filioparental -de hijos a padres- se ha disparado en hasta un 40% en los dos últimos años, según datos de la Asociación Filio. Una cifra que no deja de incrementarse a consecuencia de los cambios que vive la sociedad, que es testigo del incremento de la agresividad de los jóvenes a consecuencia de trastornos o el acceso a las drogas.

Pero la mayoría de casos no obedecen al consumo de estupefacientes o a enfermedades de salud mental, sino a problemas de convivencia en el hogar a consecuencia de la forma de educar. Desde la asociación malagueña Filio, que se ocupa de ayudar a familias que atraviesan por conflictos familiares, tienen claro que la sobreprotección y la falta de autoridad han hecho un flaco favor a la educación de los hijos, acostumbrados en muchos casos a no escuchar la palabra «no» y a no experimentar qué es la frustración. De hecho, la Fiscalía de Menores de Málaga recoge en su memoria de 2014 -último año del que se tienen datos provinciales- un total de 196 expedientes de investigación por malos tratos de hijos a padres.

Datos poco esperanzadores para los que, sin embargo, hay salida. La presidenta de la asociación Filio, Mariela Checa, reconoce que el aumento de casos no deja de darse año tras año. De hecho, su asociación estaba en unos inicios enfocada a los problemas que surgen en la unidad familiar a consecuencia de la separación de los progenitores y los conflictos que ocasiona a los hijos pero, hace un año, decidieron integrarse en la red de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (Sevifip), con el objeto de atender la demanda de las familias malagueñas que acudían a ellos a consecuencia de malos tratos en el hogar entre hijos y padres. «La mayoría de los que vienen son padres que no quieren tomar medidas jurídicas y, una vez nos ponemos a trabajar, vemos que subyace una violencia importante», apunta la psicóloga, que admite que la violencia no sólo llega a ser física, sino que también se da la verbal, emocional y la económica.

Aunque no hay un perfil per se de familias que sufran esta violencia, la mayoría de las que acuden a Filio tienen un nivel socioeconómico medio alto y suelen llevar años padeciéndola.

La psicóloga reconoce que no hay una sola causa que motive la aparición de violencia en el hogar. Al margen de la posibilidad de que existan trastornos de conducta o adicción a las drogas, muchos casos tienen que ver con la falta de autoridad de los padres y su exceso de debilidad. «No ponen límites, sobreprotegen al menor, le dan todo y no les dicen que no, esa educación se invierte en negativo a los padres», argumenta la experta, que cree que la nueva forma de educar con ausencia de límites radica en el ritmo de vida que hoy día marca la sociedad. «No se les presta tanto tiempo o atención por los trabajos y se trata de sustituir con cosas materiales, en el fondo eso nos convierte en una máquina de dar y no dedicar tiempo», señala, al tiempo que ejemplifica que si a un niño se le ríe la gracia cuando da una patada de pequeño, no entiende que no se le ría con 15. «Pero con esa edad ya hace daño», recuerda.

Para Checa, existen grandes diferencias entre la educación de hace décadas y la de ahora, cuando se ha pasado de la autoridad y cierta represión en el hogar a los padres «amigo». «Como dice el juez Emilio Calatayud, ´si eres amigo de tu hijo, lo dejas huérfano´», afirma la psicóloga familiar, que considera que este tipo de relaciones filioparentales hacen un flaco favor a los hijos. Que los padres hayan bajado la guardia y sus hijos, por el contrario, la hayan subido, ha motivado que cuando estos crecen y se enfrentan a la realidad y al día a día fuera de casa se frustren y padezcan problemas sociales. La ausencia de autoridad y la debilidad han motivado que los casos se disparen. Sólo en 2016 en Filio trataron a 16 familias y, aunque las edades son variadas y la problemática se da más en casos de adolescentes y preadolescentes, han llegado a ayudar a una niña de 9 años.

Esta entidad trabaja con las familias durante varios meses; al principio se hacen sesiones semanales y, más tarde, se amplía la periodicidad. El servicio tiene un coste que asume el seno familiar, con el que la entidad paga a los psicólogos y trabajadores sociales que les atiende, aunque esperan la firma de un convenio con la Junta de Andalucía que les permita ayudar a familias con estos problemas en riesgo de exclusión social. Además, el próximo mes de mayo asistirán al II Congreso Nacional de Sevifip en Bilbao.

Aunque el perfil es complejo, sí suele haber unas variables comunes: la violencia se da más contra las madres -que tienden a sobreproteger más-, hay más casos de chicos que de chicas, aunque cada vez se equilibra más la balanza, y muchas de las familias tienen problemas conyugales: están separadas.

Precisamente los problemas derivados de la separación fue lo que hizo nacer a esta asociación, que lo hizo en colaboración con los juzgados de Familia para atender a aquellas en las que la mediación no había funcionado. La intervención, igual que en los casos de violencia, es integral, aunque primero se trabaja por separado para ver el alcance de la disputa y los problemas de los menores. Checa apunta a que también van en aumento estos casos y lamenta que los enfrentamientos por hacerse con la custodia den lugar a graves problemas en los menores. «En una separación lo que desaparece es el rol de marido y mujer, no el de padre y madre», señala la psicóloga, que recuerda que el hecho de que un padre pueda no tener la custodia no significa que no deje de ser importante para el niño. «Los niños no viven mal la separación, sino la mal separación».