Donald Trump ya ha hecho gala de su nulo interés en las cuestiones relacionadas con el cambio climático. ¿Qué repercusiones cabe esperar de su escepticismo?

Trump es el prototipo de empresario cortoplacista y sin escrúpulos sociales ni ambientales que llega a la política en su afán de lucro y poder. En España y la Costa del Sol hemos tenido varios ejemplos como él. No obstante, Estados Unidos nunca se ha destacado por su política de cambio climático. Ni Bush ni Clinton llegaron a comprometerse realmente en el Protocolo de Kioto. Tuvo que ser Obama el que diera el paso adelante. Seguramente Trump revise estos acuerdos internacionales demandando una mayor cuota de emisiones de gases efecto invernadero para su país.

En España políticos como Rajoy también han manifestado en diversos momentos su rechazo a los postulados de los especialistas. ¿Qué es lo que convierte a un hecho contrastado como el calentamiento en un asunto de fe? ¿Por qué ha sido tan difícil de introducir en la mentalidad de los políticos?

Se trata de un comportamiento general en el ámbito de la política. El reconocimiento de la existencia del calentamiento como un problema global implica que el cambio climático entra en el ruedo político, vinculándose al ámbito de las opiniones e ideales de partidos y siendo utilizada como moneda de cambio en negociaciones con lobbies industriales y energéticos. La realidad del cambio climático ha sido muy cuestionada desde posiciones conservadoras y neoliberales que ven peligrar su status quo actual basado en el crecimiento económico como solución a todos los problemas de la sociedad.

¿Nos estamos equivocando al basar el modelo de regeneración económica en el turismo? ¿Habría que diversificar? ¿Qué otro tipo de actividades podrían ser interesantes para Málaga?

Sin duda, las nuevas economías como la del bien común, la colaborativa o la economía verde postulan un acercamiento hacia una economía centrada en el ser humano y el bienestar de la sociedad, valorando una distribución más equitativa del tiempo entre ocio y trabajo. Se trata de conseguir una economía menos financiera y más real en términos de satisfacción de necesidades básicas de forma sostenible. En este sentido, sectores como la agricultura, la artesanía, los servicios del hogar, el reciclado, la producción de energía renovable adquieren gran importancia. El nuevo paradigma para las ciudades ya no es la sostenibilidad sino la resiliencia o capacidad de adaptación ante el cambio climático. No olvidemos que no sólo es cambio climático, es también cambio global, derivado de los efectos de la revolución energética que se está produciendo.