Atrás quedaron los grandes descuentos, los tiempos reactivos frente a la crisis, la cultura de la subsistencia. Más que una resurrección, lo del turismo ha sido una concatenación de saltos de gigante. Con una inercia positiva que ya se nota, y con fuerza ascendente, en variables poderosamente retraídas como la de los precios. Del forzoso desplome de hace una década ya apenas quedan noticias. Y menos en Málaga capital, un destino joven y vigoroso, que ha echado los dientes justo cuando el resto buscaba operaciones de urgencia y al que el crecimiento en realidad nunca ha dado la espalda. Tampoco ahora, en la recuperación, con impulsos incluso más acentuados.

Aparentemente no hay nada fuera de lo común. En los últimos años la estadística se ha acostumbrado a hablar de la evolución turística de la ciudad con números necesariamente grandilocuentes. Es la constatación de una metamorfosis integral y muy poco dada en la industria: la de un lugar que pasa en tiempo récord de no contar a convertirse en uno de los líderes de su categoría. Eso implica, como es lógico, un arrastre de cifras enorme y en todos los órdenes. Y lo más interesante es que se está percibiendo también en la rentabilidad, en las tarifas, el indicador que ha resultado más difícil de remontar en la costa tras el varapalo multidireccional de la depresión económica.

Al recuento oficial de pernoctaciones corresponden en este sentido los estudios periódicos que realizan empresas como Trivago, uno de los principales motores de búsqueda y reserva de alojamientos en internet, con miles de consultas diarias y usuarios. En este caso, los últimos informes arrojan resultados inapelables: a finales de 2016 el precio medio por una noche de hotel se situó en Málaga en 95,3 euros. Una cantidad que supera en un 19,4% la de 2010 y en un 25% la de hace sólo tres años, cuando las tarifas sufrieron una contracción generalizada.

De acuerdo con Trivago, el encarecimiento es de 15,5 y 19 euros. La tendencia, lejos de comprimirse, sigue su curso. Incluso en este incipiente 2017, que en su primer balance, el relativo al mes de enero, se hace eco de una nueva subida, de 7,6 puntos, respecto al pasado ejercicio. Málaga no es un destino especialmente caro, pero tampoco figura ya entre las gangas. La ley de la oferta y la demanda se ha mostrado implacable. Y el aluvión de nuevos viajeros va dejando poco a poco su reflejo en los precios. También en las épocas, en teoría, con menos actividad y demanda.

Aunque el avance es más acusado en la llamada temporada alta, entendiendo por ésta el periodo que transcurre entre marzo y octubre, el seguimiento revela importante saltos para las estancias invernales. Para atestiguarlo nada mejor que revisar el comportamiento de diciembre, que ha disparado sus tarifas en nada menos que un 33,3 por ciento en apenas tres años. Las cifras totales apuntan a que los hoteles de la ciudad están cobrando de media 77 euros durante el último mes del año.

Si se amplía el espectro comparativo, incluyendo a febrero y a noviembre en la ecuación, la lectura también es concluyente. El incremento, en esta ocasión, se cifra en un 13,9% en relación a 2010 y en un 22,4% si se confrontan los datos actuales con los del parcialmente alicaído 2013.

Los promedios aluden, sin duda, a un destino impetuoso, al alza, que parece no avistar su propio límite en más de uno de los vagones de carga. En esto de los precios la escalada no se detiene. Y el fantasma, aunque todavía remoto, podría ser el de convertir a la ciudad en una plaza turística demasiado cara. El peligro, según los expertos, está conjurado. Especialmente, porque el espectacular ascenso de la demanda está teniendo su correlato en la oferta, con un mapa de establecimientos amplio y, sobre todo, diverso. Debajo de los abundantes números figura una realidad muy heterogénea, con alternativas para todos los bolsillos. Más aún tras la eclosión de las nuevas fórmulas de alojamiento, con los apartamentos y las viviendas vacacionales multiplicando cada mes su clientela y sus números.

En cualquier caso, la nueva dinámica de los precios está en consonancia con el ritmo de crecimiento turístico. Sin ir más lejos, el pasado año la ciudad volvió a clausurar la temporada con un balance en positivo. Las estancias hoteleras se elevaron un 15 por ciento. Una subida que tiene mucho más mérito si se tiene en cuenta que los dos ejercicios anteriores también fueron saldados con cifras de altura. Málaga se ensancha como destino; y sin dejar de lado la caprichosa variable de la rentabilidad. Pasaron los tiempos involuntariamente low cost. Y eso, del lado del que factura, es siempre un gran síntoma.