Juanma Moreno es creyente. Ayer predicó ante todo el mundo que él iba ser el próximo presidente de la Junta de Andalucía. Una misión ciertamente complicada. Pero en el PP creen que ahora es posible. También lo han creído en anteriores ocasiones. Resulta casi irónico que el motivo que llevó a la cúpula del partido a Málaga fuera una ponencia desarrollada por el incombustible Javier Arenas. Nadie como él para rubricar el esfuerzo titánico del cometido. Casi nunca se les suele ver juntos a los dos y es difícil saber quién ha perdido la devoción por quién. Si Arenas por Moreno o al revés. Quitado de la circulación en Andalucía el primero, Moreno se siente más seguro. Ve que por fin puede brillar por sí mismo. Y que cuenta con (casi) todo el respaldo de su partido. Es fácil caer en la tentación de verse en lo más alto cuando acabas de ser encumbrado por Soraya Sáenz de Santamaría y en primera fila te aplaude uno que siempre gana por goleada, Alberto Núñez Feijó. Pero lo cierto es que en el PP andaluz se dan golpes de pecho con la actual situación. La sanidad está sacando la gente a la calle, el mensaje de que aquí se pagan impuestos por encima de las posibilidades está calando y la indecisión de Susana Díaz permite insinuar que se encuentra hospedada en una casa en la que no quiere estar. «Cada vez me veo con más cuerpo de presidente», dijo Moreno.

Para tal afirmación, aseguró, se basa en lo que percibe en la calle. ¿Por qué no gozar de las mieles del sentir popular? Pero tampoco va a ser todo coser y cantar. «Andalucía es una región diversa y compleja», dijo. Tan compleja que el PP, hasta ahora, no la ha entendido. Esto lo quiere cambiar Juanma Moreno. Nada de mandar al escolta a hacer los recados ni a pasearse por ahí en cochazos. «El otro día se me acercó una persona y me dijo, ´no eres de los míos, mi familia siempre ha votado a la izquierda, pero estamos hartos´. Los ciudadanos están cansados del grave colapso que sufre Andalucía», explicó para dejar claro que la base sobre la que quiere cimentar su éxito es el hartazgo. De existir, es de aplicación universal, pero bien es cierto que quien lleva gobernando 30 años es el PSOE. Es verdad que se pagan muchos impuestos. Pero apostar toda tu batería de promesas a rebajar el impuesto de sucesiones es arriesgado. La gran mayoría de votantes no ha tenido que renunciar a una herencia. Muchos ni heredan. Habrá que insistir más en los problemas en la sanidad. Que la gente no deje de salir a las calles.

Ayer sintió el aliento de los suyos. Con buenas intenciones Soraya Sáenz de Santamaría, que luego dijo que ella es como un «chupito de hierbas», por eso de hablar siempre la última, le recordó que él había hecho el camino a la inversa. Hacer política en Madrid para luego recalar en Andalucía. El abuso de la confianza en un mitin -lo de ayer, aunque disfrazado de ponencia lo fue- diluye las expresiones pero el recordatorio le tuvo que quemar como un chupito de tequila. Si hay algo que no le conviene a Moreno es que se le relacione con Madrid. Andalucía es un poco como Galicia, ya se lo podía haber advertido Núñez Feijó. Ahí también ganas más votos alabando el licor café que paseando informes económicos de la capital. En Andalucía donde quiera que uno vaya, sobre todo en las zonas rurales, siempre acaba creyéndose que se vive maltratado por el centralismo de la capital. De un dirigente con potencial para encabezar la Junta se espera que mane aceite de oliva en vez de sangre.

Nada es para siempre. Ni la alcaldía en Torremolinos de Fernández Montes, que reapareció casi de incógnito para luego salir escopeteado. Quizá tampoco lo sea Andalucía para el PSOE. Hasta ahora, Moreno era creyente moderado. Ahora es devoto, y por las noches le reza a Susana Díaz.