Una hora antes de la llegada del Rey, cerca de una veintena de curiosos esperaban tras las vallas instaladas a las puertas del Museo de Málaga. Mezcla de nervios y expectación, algunos se habían enterado de la llegada del monarca a través de la prensa y otros, sorprendidos por la presencia policial, habían sido informados del acto minutos antes. Felipe VI acababa de abandonar el Palacio de Ferias y Congresos donde, este miércoles, inauguró el Foro Transfiere y se dirigía hacia la Aduana.

Antonio Liébana y José María Luque compartían espacio en la primera fila. "Tendría que venir más a menudo. Si Málaga tiene transcendencia por sí misma, imagínese si viene el Jefe del Estado", afirmaba Liébana, trabajador en el Aeropuerto de Málaga. José María Luque es concejal socialista en el Ayuntamiento de Almogía. Él ha pedido el día libre para poder ver a Felipe VI. "Somos 'susanistas', 'felipistas' y 'juancarlistas'", aseveraron.

Álvaro Pinazo llevaba una bandera de España en sus manos. "Esto es lo más grande. Le he seguido en todos los actos que ha hecho en Málaga, quiero mucho a Felipe y a Letizia", apuntaba el joven que compartía el blasón junto a José María Jiménez y Charo Castillo que esperaban poder saludar al Rey.

Unos metros más allá, Belén Pérez quería sorprender a su madre y la llevó a las puertas de la Aduana. "Soy monárquica hasta la médula", decía la mujer que confesaba estar "encantada y nerviosa" ante el regalo que le había hecho su hija. "Es muy guapo", apuntó refiriéndose a Felipe VI. A su lado, el malagueño Manuel Chaparro acompañaba a una pareja de irlandeses que se habían trasladado desde el interior de la provincia para conocer al Rey.

También se respiraban nervios y emoción entre los alumnos de primero y segundo de Bachillerato del IES Jardines de Puerta Oscura a los que la visita de Felipe VI les sorprendió en medio de una excursión de las asignaturas de Historia y Religión Evangélica. "Hemos visitado el Cementerio Inglés y al ver esto los alumnos han querido quedarse", argumentaban las profesoras.

De repente llegó el coche oficial y el murmullo y los empujones se incrementaron. "Ahí está", dijeron algunos y comenzaron los gritos y los cánticos al monarca que se paró a dar la mano a los que allí se encontraban e incluso posó para algún "selfie". "¡Somos españoles"!, decían algunos al tiempo que Antonio, vecino de El Molinillo, le regalaba al monarca una insignia con la bandera de España para que la colocara en su solapa. "He visto que no tenía y se la he dado", explicaba.

Tras su entrada a la Aduana solo quedaron algunos rezagados que se lamentaban por no haber podido llegar a tiempo. Mientras, las fotos y las llamadas no dejaban de sucederse: "Mamá, tengo una foto con el Rey".