­Ser padre es, probablemente, la ocupación más compleja y gratificante que existe. Las alegrías no están reñidas con las grandes preocupaciones que supone tener un hijo, desde que este es concebido hasta el final de los días. Podría considerarse una profesión, pues requiere de grandes dotes de inteligencia, empatía, comunicación y cariño, porque todos los padres saben que tener un hijo supone ser, muchas veces al cabo del día, profesor, médico, enfermero y animador sociocultural. Pero estas funciones no deberían ir más allá de lo casero y confiar lo importante a los profesionales, aunque haya quien se empeñe en hacer lo contrario.

Los tiempos cambian y se ha pasado de medir la temperatura en la frente con los labios o un extinto termómetro de mercurio a hacerlo con chupetes que dicen si hay fiebre o no. De calentar el biberón al «agua maría» a tener una sofisticada máquina de cápsulas de leche para bebés. También hay quien ha preferido dejar de mover la cuna a ritmo acompasado de madrugada y que lo haga un pequeño robot mientras se intenta conciliar el sueño.

Hay quien cree que hay que adaptarse a los tiempos y no rendirse al pasado haciendo la vida más cómoda y quien se resiste a ello prefiriendo invertir en otras cosas y cuidar al hijo de manera tradicional. Pero la vida es una escala de grises en la que evolucionar y cuidar como antaño no están reñidos. No hay mayor prueba de ello que la proliferación de estudios y grupos sociales que apuestan por la lactancia materna, el mejor alimento para un recién nacido. También está en auge el uso de bandoleras y foulares que recuerdan que nada calma más a un hijo que estar cerca de su padre o de su madre.

Pero la realidad es que las nuevas tecnologías han llegado para quedarse y que la investigación y el ingenio están dando pasos de gigante para ayudar a un sector que siempre necesita ayuda: el de los padres.

Y es que cuando uno llega con el recién nacido a casa, sobre todo si es el primer bebé en el hogar, surgen un mar de dudas. Los estrenados padres no entienden el por qué del llanto, al que buscan explicación, tapan o destapan según creen oportuno e, incluso, les observan con frecuencia mientras duermen para ver si todo va bien. Los miedos de los padres primerizos, y de todos en particular, en torno a una nueva vida están ahí y el mercado ha sabido sacarle provecho creando herramientas que calman esos miedos.

De ahí, la existencia del thermibody, un body para bebés que mide su temperatura.Un proyecto sevillano que calcula la temperatura corporal del pequeño y, una vez obtenida, la envía al smartphone del padre o madre. Entre sus proyectos está no sólo dotarle de más sensores para que pueda medir otras constantes vitales, sino también integrar el historial clínico del pequeño. Otro interesante gadget para padres es el patuco Owlet, que controla el ritmo cardiaco del recién nacido, los niveles de oxígeno, la calidad del sueño y la temperatura, todo con el objetivo de evitar la muerte súbita del lactante. Todas las mediciones llegan al móvil de los padres, que controlan en todo momento las constantes del bebé.

Pero, ¿y qué hacer si estos dispositivos dan fiebre? Hay padres que llevarán a sus hijos al pediatra, otros, esperarán pacientemente a ver la evolución de la misma mientras le administran algún analgésico y, unos pocos, tienen la opción de descartar una infección de orina usando un pañal que lleva incorporadas tiras reactivas. Se llama Pixie Scientific y el pañal lleva un código QR que manda información al teléfono móvil con los resultados.

Pero internet y el doctor Google empiezan a llenar las consultas de pediatría por los problemas derivados del uso de gadget o APP concebidas para hacer la vida más fácil pero que, también, incrementan los miedos habituales de los padres primerizos.

El jefe de servicio de Pediatría de Quirónsalud Málaga, Manolo Baca, considera importantes los avances en lo que a tecnología se refiere aunque, eso sí, advierte de que es importante que esta esté validada, algo que no siempre ocurre. «Las ideas son aprovechables al 100% pero debe haber seriedad y regulación, se debería dar un paso más», considera. El también responsable del Grupo Pediátrico Uncibay apunta a que es importante que el sanitario sea el que valide los resultados de estos gadget porque, de lo contrario «puede generar una confusión muy importante».