­En la última década, Málaga ha experimentado numerosas mutaciones. Ha vivido años de bonanza, pero también ha sufrido de lleno una crisis que ha alterado su economía, sus prioridades e incluso su horizonte, ahora vacío de grúas y edificios en construcción. Pero la incidencia de estos cambios de ciclo han tenido un efecto dispar en la provincia. Mientras que la franja costera y el área metropolitana han continuado atrayendo a más habitantes en busca de oportunidades, el interior se ha mantenido en una tendencia a la baja, agrupando a los municipios que no logran parar la pérdida de vecinos.

La brecha entre la Costa y el interior no es un hecho desconocido para la provincia. Pero eso frontera entre ambas se ensancha cada vez más, haciendo que la despoblación sea una amenaza patente. Tan sólo en la última década, la que ha transcurrido entre 2006 y 2016, más de la mitad de la provincia ha perdido habitantes. Así lo demuestran los datos del padrón del Instituto Nacional de Estadística (INE), que cifra en 54 las localidades malagueñas que han visto reducido su número de vecinos en ese tiempo.

De ese retroceso no se ha librado ninguna comarca del interior de la provincia, aunque también en este caso hay diferencias. La más perjudicada por la pérdida de empadronados es la Serranía de Ronda, área además que reúne a los pueblos más pequeños de Málaga. En ella se sitúan una veintena de los municipios que han perdido residentes, si bien el menos poblado de toda la provincia, Atajate, ha logrado en estos últimos diez años subir su padrón y ha pasado de 142 a 171 personas.

En la provincia, son 16 las localidades que tienen menos de 500 habitantes y 13 de ellas están en la Serranía -las otras tres están en la Axarquía: Alfarnatejo, Árchez y Salares, que con 181 vecinos es el segundo menos poblado de Málaga­-.

Alpandeire, Cartajima, Faraján, Júzcar y Parauta, junto a Salares y Atajate, comparten además espacio en la lista de pueblos con menos de 300 empadronados.

Tras la Serranía, es la Axarquía la que más nota la despoblación. Pero en su interior, porque la franja costera no deja de crecer y de hecho Vélez es la tercera más grande de la provincia, tras Málaga y Marbella. La falta de trabajo, la complicada orografía y las malas comunicaciones por carretera han hecho que sea muy difícil compaginar la vida en los pueblos más alejados del interior y tener un empleo en las localidades que sí tienen más actividad económica y laboral. Y, al igual, que en la Axarquía y Ronda es una tendencia que están experimentando la comarca Norte y el Guadalhorce. En esta última zona, esa pérdida de población se da en menor medida y también con dos realidades opuestas. Frente a los que bajan se colocan con números al alza aquellos más cercanos al litoral y la capital, como Cártama, Coín o los alhaurines.

La despoblación es un fenómeno que viene acompañado de otros factores. No hay nuevos habitantes y entre los que se quedan apenas hay recambio generacional, dado que un padrón pequeño no facilita la existencia de servicios tan básicos como la sanidad o la educación -muchos de estos pueblos incluso se están quedando sin sucursales bancarias-. Todo ello conlleva un paulatino envejecimiento de la población y hace más difícil darle la vuelta a la pérdida de vecinos. Este proceso hace tiempo que ha puesto en alerta a las administraciones públicas y la última en pronunciarse ha sido la FEMP ( Federación Española de Municipios y Provincias), que ha realizado un informe en el que avisa de que el 50% de las localidades españolas está en riesgo de extinción, incidiendo en que este problema se ha convertido ya en «una cuestión de Estado». La FEMP cifra en más de 4.000 el número de municipios en una situación que cree que «evidencia un problema sociopolítico de primer orden», en palabras del presidente de la comisión de Despoblación, Juan Antonio Sánchez Quero.

Según el citado estudio, Málaga se ha librado en el último año de perder vecinos, pero el 27% de sus municipios tienen ya menos de 1.000 habitantes y de la caída en el padrón no se han librado desde 2006 ni siquiera las cabeceras de comarca, como Antequera o Ronda. El tiempo de bonanza acercó además a muchos residentes malagueños a la Costa del Sol y la capital y ese hecho dejó su huella en el cambio experimentado tanto en la franja litoral como en su área metropolitana, convirtiendo en grandes localidades a municipios como Alhaurín de la Torre, Cártama o Rincón. De hecho, frente al interior cada vez menos poblado, más del 70% de la población de la provincia se reparte en sólo ocho localidades: Málaga, Benalmádena, Estepona, Fuengirola, Marbella, Mijas, Torremolinos y Vélez.

A 1 de enero de 2016, la provincia sumaba 1.629.298 habitantes, un 9,2% más que los empadronados en 2006.