­­Las seis de la mañana en Málaga. Antonio Franquelo acude a abrir su carnicería situada en el mercado de El Palo. «El agua caía del techo. Se me han destrozado los productos perecederos y la cámara lleva parada desde el fin de semana», dice el propietario que estima que los daños en su establecimiento ascienden a más de 500 euros. «No hay arreglo, esto ya pasó hace seis años», explica y añade: «La canaleta que hay sobre el techo es demasiado estrecha y cuando llueve mucho suelen pasar estas cosas».

Salvador Lucas es el propietario de una freiduría. Él está intentado recuperar algunas de las neveras afectadas. Asegura que debe tirar todo el pescado que tenía en las cámaras. Limpian a oscuras porque el agua ha afectado al tendido eléctrico de su negocio. «Tengo los fluorescentes llenos de agua», dice señalando al techo. María Barba se afana quitando la humedad que hay sobre los productos que tiene en la vitrina. La propietaria de «Alimentación Maruchi» recuperó la luz cerca del mediodía de ayer. «Han venido los técnicos del Ayuntamiento», asevera.

Muy cerca, el parking de El Palo sigue encharcado y una de las entradas peatonales ha sido cortada por seguridad. Asimismo, el aparcamiento de la Marina, otro de los más afectados en la madrugada del domingo, continúa cerrado mientras se realizan las tareas de evacuación de agua y limpieza del edificio. Veinte coches siguen en el interior del recinto aunque las compañías de seguros ya han comenzado a gestionar los trámites correspondientes con los propietarios de los coches.

Varios trabajadores de Limasa se suben a sus camiones. Restan pocos minutos para las seis y media de la mañana. Aunque aseguran que no han incrementado el número de efectivos el Ayuntamiento ha decidido reestructurarles. Más de 140 operarios limpiaron ayer el barro de las zonas más afectadas por la tromba de agua situadas en el Limonar, el Palo o Pedregalejo. «Para que todo vuelva a la normalidad tendremos que estar trabajando dos semanas aproximadamente», cuentan.

En el Paseo Marítimo de El Pedregal un espetero intenta arreglar su barca. «Se ha roto todo, el local se ha movido y tendrán que poner una plataforma de hormigón nueva», dice el trabajador. El local «El Cabra» lleva años instalado allí. «El alcalde no nos hace caso, no conoce este barrio», se quejan los vecinos de la zona que observan algunas de las consecuencias del temporal.

En los Baños del Carmen la imagen sigue siendo desoladora tras la vuelta a la rutina. Los trabajadores del restaurante y algunos operarios llevan horas intentando restablecer la normalidad en uno de los lugares más afectados por la tromba de agua. José Luis Ramos es uno de los propietarios del establecimiento. Aunque han pasado más de 24 horas desde que se viniera abajo parte de la infraestructura del local aún sigue recibiendo llamadas de familiares y amigos. «El problema era que en esta zona confluía el agua procedente de Cerrado de Calderón y del Centro de la ciudad», confiesa. 400 personas estaban en el interior del local disfrutando de la música de Free Soul Band cuando comenzó la tormenta. «Los clientes terminaron de cenar en la carpa y entraron al local». A las tres y media de la madrugada del domingo José Luis Ramos fue informado por el personal de seguridad de que la lluvia estaba rompiendo los laterales de la infraestructura. «Yo no quería que el público fuera consciente del peligro», dice y explica que cerró una de las puertas que daba a la entrada peatonal del espacio. La evacuación se hizo en menos de treinta minutos. «A las cuatro y media estaba todo el mundo fuera. Les pedimos que salieran ordenadamente y así fue», dice Ramos que cuenta que la instalación eléctrica y que las luces que habían caído de la carpa les permitieron salir sin ningún problema. El propietario del local cifra los daños en 150.000 euros. «Ayer cuando vinieron a quitar la carpa contabilizaron 4.000 kilos de agua de una de las zonas», cuenta Ramos que afirma que lo peor de la tromba de agua fue el granizo.

Cuatro puertas de salida y una rápida actuación hicieron que no ocurriera ningún daño durante la evacuación. «Para mí lo más importante no eran los daños sino que nadie saliera ileso», asevera el propietario.

El socavón, centro de atención

En la entrada de la calle Flamencos siguen trabajando varios trabajadores de Emasa. Pasadas las seis de la tarde del domingo se restableció el servicio en la zona pero ayer el tubo que quedó en el socavón de 25 metros seguía echando agua. «Estamos intentando desviar el saneamiento para que no siga cayendo agua», afirma uno de los operarios.

Unos metros más allá, los trabajadores de una compañía telefónica intentan recuperar la línea telefónica. «En dos días los vecinos tendrán Internet y teléfono», aseguran.

La presidenta de la comunidad de vecinos del Edificio Parque, el más afectado por el desprendimiento de tierras que provocó un socavón de 25 metros, Ana Vigar confiesa que tienen agua y luz pero aún no han podido recuperar el gas en la zona. «El Ayuntamiento ha desalojado a tres vecinos porque el peso que sostiene la pared podría hacer que se agriete en cualquier momento», dice. Vigar aún se estremece al pensar en la noche que vivió el pasado sábado. «Parecía una bomba», dice recordando el agujero y sostiene que l0 más difícil será establecer nuevas vías de acceso. «Exceptuando a los tres vecinos más afectados el resto estamos bien». A partir de ahora los propietarios del Edificio Parque tendrán que convivir con un socavón de 25 metros durante meses. «Ya han venido los técnicos de los seguros, espero que todo se arregle lo antes posible», asegura la presidenta. Alejandro Zaragoza y Carlos Moya siguen atendiendo a los medios de comunicación en Cerrado de Calderón. «Ahora nos duelen más las contusiones pero de ánimos estamos bien. Somos conscientes de que ha sido un milagro», dice Carlos. La madre de Alejandro, Belén, les sigue muy de cerca desde el domingo. «Aún estoy conmocionada», confiesa. «Esta mañana he dado gracias a la Virgen», cuenta.