­­No estaba pensado para el pueblo llano. Su letra sangrienta y beligerante nos recuerda que los avances sociales hay que pelearlos con determinación, no digamos ya con violencia. Era para cómplices y combatientes. «A las armas, ciudadanos. Formad vuestros batallones. Marchemos, marchemos, que una sangre impura empape nuestros surcos». Antes de que este lunes sonara el himno de todos los himnos en Málaga, un violento temporal había amenazado con el vigor de quien viene a echarlo todo abajo. Hasta última hora del domingo, se estuvieron buscando escenarios alternativos al Paseo del Parque. Hubiera sido de un realismo trágico que en Málaga, donde nunca llueve, el agua hubiera abierto en canal la cumbre hispano-francesa que estaba llamada a poner a la capital de la Costa del Sol en el foco de la atención mediática. Con el eco de los truenos todavía retumbando, llegó a primera hora de la mañana Mariano Rajoy para lanzarse a dar la bienvenida a François Hollande en el aeropuerto.

A la misma hora, unos 200 legionarios ya estaban esperando en el Paseo del Parque rectos como una vela. Si a alguien le hubiera dado por poner el tema de los Black Beatles, ahí hubiera salido un mannequin challenge sublime. ¿Cuántos integrantes del IV Tercio de la Legión Alejandro Farnesio, con base en Ronda, sabrían que estaban a punto de ver pasar por delante de sus rostros imágenes añejas de sí mismos? Cuando se creó en 1832 la legión extranjera francesa, se sembró la semilla de todas las legiones y a partir de ahí, oiga, se pusieron de moda los hombres con las mangas remangadas. Eran los legionarios en realidad un elemento más del amplio atrezo que se desplegó en toda su profundidad. Las broncas y los pitidos entre conductores llegaron a primera hora, cuando se percataron de que había un puñado de calles cortadas.

En realidad, hubo tantos actores políticos diferentes sobre la escena, que a Málaga, y eso es verdad, se le estaba quedando cara de cumbre desde primera hora de la mañana. En las gradas de los visitantes se veían sobre todo concejales de la oposición. El ala podemita había desplegado en los prolegómenos la típica pancarta de Refugees welcome en un gesto que fue muy celebrado por el desterrado Íñigo Errejón en Twitter, pero que no llegó a los ojos de Hollande. El momento de la retirada no conmovió demasiado, aunque dejó claro que en La Casona hay elementos que son difíciles de domar. No lo ha tenido en los últimos meses y precisamente por eso debía andar Francisco de la Torre debatiendo con Susana Díaz para explicarle que el respaldo del aparato no lo es todo. Estaban los dos colocados frente al Rectorado y su gesto cariñoso al saludarse era de los que saben a colaboración institucional. Se echó en falta un anuncio sobre el futuro del metro de Málaga, pero la hilera de coches blindados ya estaban de camino. Justo el tiempo necesario para refrescar un poco la conjunción del je suis porque hubo un momento en el que se demostró que la solución a los atascos es tan simple como viajar en coche oficial. «Van a tardar unos 10 minutos», aseguró un hombre con pinganillo que la dosis de europeísmo se aproximaba a gran velocidad. Hicieron su entrada Rajoy y Hollande como mandan los cánones. Desde la última cumbre que trajo a Málaga a José María Aznar y Jacques Chirac en 2002, con España en plena crisis del chapapote, la ciudad no ha visto tan cristalino lo que es la definición de poder. El dinero puede comprar mansiones, pero no corta calles. Sonaron los himnos. Primero La Marsellesa y después el que no tiene nombre. «Tocamos la versión corta», ordenó el director de la orquesta y los legionarios entonaron la marcha nacional, que duró exactamente unos 37 segundos. Hablar de un país también es hablar de su himno y eso recordó con cierta crueldad porque es tan fácil hacerse patriota en Francia. Tras recibir los honores, ambos mandatarios pasaron revista a las tropas en una pasarela militar, donde Hollande salió seriamente perjudicado. Al lado del espigado Rajoy se evidenció demasiado que su talla, al menos físicamente, se asemeja bastante a lo que ha sido su trayectoria política. Entre toda la parafernalia a no pocos se les escapó que a Málaga llegó también un hombre que ha hecho historia a su manera: por primera vez en la historia de la República Francesa, un presidente no se presenta a su reelección. «Esta cumbre tendrá un marcado perfil europeo, con temas como el brexit y el proceso de reflexión sobre el futuro de la Unión Europea», se informó sobre el contenido de las reuniones sectoriales que sentaron, entre ambos gabinetes, a un total de 14 ministros en una mesa. Pero es el hecho de que Hollande ni tan siquiera lo intente, quizá, lo que mejor testifica la crisis por la que atraviesa la Unión. Su hipotética candidatura apuntaba a humillación y el fracaso de Hollande es, en parte, el de todos los que, como el alcalde, se definen europeístas. Una advertencia, también, para todos los concejales de la corporación que se hicieron la foto de familia para la escalinata.

Museo de Málaga y almuerzo

Tras los honores, Rajoy y Hollande mantuvieron una reunión en el Ayuntamiento, antes de firmar en el libro de honor en el despacho del alcalde. Acto seguido, la comitiva se trasladó al Museo de Málaga, donde ya estaba esperando la consejera de Cultura de la Junta, Rosa Aguilar, para una visita guiada. Está recogiendo visitas ilustres el edificio de La Aduana a velocidad de vértigo. Luchando por estar a la altura de sus colecciones. En el caso de Hollande, quedó especialmente maravillado con la Tumba del Guerrero, ubicada en la sección de arqueología. Cuando al Palacio de la Aduana aún no era de uso museístico, ya albergó la anterior cumbre hispano-francesa mencionada. La visita al museo no se estiró durante más de 20 minutos porque ya estaba esperando en el Ayuntamiento el almuerzo. Somos lo que comemos y si hay un baremo que se utiliza en Francia para medir el grado de cultura es, además de colecciones loringianas, la gastronomía. La ensalada de jamón de pato pudo parecer algo aséptica, pero se pudo regar con vino con denominación de origen malagueño. Lo mismo para la lubina salvaje. Llegados al postre, el reto era el de adivinar en qué consistían realmente esas «locuras de Lepanto». Después de la rueda de prensa obligatoria, Hollande se desplazó a la calle Beatas, donde visitó la Alianza Francesa. Pudo estrechar manos, entre otros, con Manuel Barón, y representantes de la UMA como José Ángel Narváez y Tecla Lumbreras. El paseo hasta llegar a la Alianza Francesa fue triunfal, con toda la gente a punto de volverse loca por las calles cortadas. Es muy probable que la última visita de Hollande a España como presidente haya sido a Málaga. En la próxima, ya podrá firmar un barril.