Desde nuestra llegada las condiciones climatológicas no han hecho más que empeorar. Esta mañana la sensación térmica era de -34.5 grados, con viento por encima de los 40 km/h, y olas de 1 a 1,5 metros de altura. Esto impide que el equipo de buceadores pueda salir a recoger las algas que necesitamos para nuestros experimentos. Sin embargo, no perdemos el tiempo, ya que la preparación de los laboratorios y cámaras de cultivo es tediosa. Disponemos de dos cámaras de cultivo para las algas, a dos temperaturas diferentes, de un laboratorio de unos 12 metros cuadrados bien equipado, en el que Conchi y yo llevamos realizaremos las medidas fisiológicas, y de otro de unos apenas 3 metros cuadrados en el sótano, en el que Eli se dedicará a las medidas de incorporación de carbono radiactivo por las algas. Eli es supervisora de la Instalación Radiactiva de la UMA, y Conchi es técnico superior del Laboratorio Avanzado de Producción Primaria (LAPP), promovido por el Campus de Excelencia Internacional del Mar (CEIMAR-UMA), ubicado en los Servicios Centrales de Investigación de la UMA.

En estos momentos somos algo menos de 100 habitantes en la base, comprendiendo ello al personal científico, administrativo, mantenimiento, y servicios en general. En realidad los científicos somos minoría, ya que mantener operativo un lugar como éste, en esta latitud, requiere de mucho personal técnico y de servicio. En la época de mayor afluencia se puede llegar a 175-180 personas, por las limitaciones de alojamiento; en invierno quedan 35 personas, lo que convierte a este lugar en el enclave más septentrional del planeta con una comunidad permanente.

Esta campaña forma parte de un grupo de tres que realizamos entre septiembre de 2016 y agosto de 2017, en las que estudiamos el efecto del incremento de temperatura en la ecofisiología de varias especies de algas representativas del ecosistema ártico, centrándonos en los momentos de transición de verano a otoño y de invierno a primavera. Hay que recordar que en esta latitud el Sol no es visible durante 4 meses del año y que, a su vez, el verano se caracteriza por otros 4 meses de presencia solar permanente. En estos momentos estamos en la transición de oscuridad prolongada (la llamada "noche polar") hacia la presencia permanente del Sol, lo cual ocurrirá alrededor de la tercera semana de abril. Las algas, al igual que cualquier otra planta, necesitan de la luz para realizar el proceso de la fotosíntesis, y así poder crecer y reproducirse; pero, en estas latitudes las algas son capaces de sobrevivir sin luz, o casi sin ella, ¡durante 4 meses! Pensemos en que pongamos dentro de un armario de nuestra casa una maceta durante 4 meses; aunque la reguemos para que nunca le falte el agua, morirá en poco tiempo. Pero aquí no, las algas tienen la capacidad de sobrevivir durante meses sin luz.

En la última campaña realizada en septiembre de 2016, mi compañero en la coordinación de este proyecto, Fran Gordillo, Raquel Carmona, profesora de Ecología de la UMA, y Sergio Cañete, supervisor coordinador de la Instalación Radiactiva de la UMA, confirmaron que las algas en ese momento en el que ya hay algunas horas de oscuridad cada día, presentan una capacidad mucho mayor para llevar a cabo la fotosíntesis en comparación con el verano, y trasladaron a la UMA especímenes vivos de las especies con las que habían estado trabajando. Hemos mantenido estas algas desde entonces en cultivo en Málaga, realizando múltiples medidas de su capacidad fotosintética durante el período de oscuridad. Ahora, aquí de nuevo en el Ártico, analizamos la transición de oscuridad a luz, en paralelo a las medidas que ellos hacen en Málaga, donde desde hace 4 semanas las algas han vuelto también a "ver la luz".

Los familiares y amigos que han estado en contacto con nosotros vía correo electrónico (aquí no hay telefonía móvil, ni wifi, ni WhatsApp, €.) nos preguntan cómo soportamos las bajas temperaturas. La respuesta es fácil, ¡con mucha ropa encima! Y de buena calidad, porque si no a estas temperaturas, y con el fuerte viento, el riesgo de sufrir congelación es alto. Tenemos que tomar muchas precauciones. Lo peor, los ojos, por la nieve que arrastra el viento, y los dedos de las manos.

Continuará€