La historia de Pilar López se suma a las de Ana Badía e Inmaculada de Santiago. Las tres tienen algo en común que les ha unido sin tener nexos más allá de vivir en la misma provincia, Málaga: las tres tienen hijos con autismo.

Y las tres viven un calvario. El de tener hijos con una discapacidad muy severa, rondando el 90%, y con dificultades de convivencia. Las tres se suman a varias decenas de familias que piden, casi suplican, a la Junta de Andalucía que abra la Ciudad del Autismo, un centro construido hace unos años y, cerrado desde que terminaron las obras en 2016 y en el que tienen depositadas todas sus esperanzas.

Porque a Pilar López es lo que le queda, esperar que abra ese centro y que su hijo pueda tener una plaza allí. Su hijo Kike, un chico de ojos vivos y risueño, se quedará en un año sin lugar al que acudir al concluir la formación y las terapias que se dan hasta los 21 años. Él acude a Guadix, donde hay un centro especializado en atenciones a jóvenes con gran dependencia sensorial.

Este joven que en mayo cumplirá 20 años lleva autolesionándose desde que tenía un año, cuando al contrariarse se daba cabezazos contra la pared. Poco ha variado desde entonces, salvo su cuerpo, que ha pasado a ser el de un hombre de 90 kilos y 1,85 metros de estatura. «Kike se da cabezazos contra la pared, contra el suelo, si algo no le viene bien», cuenta Pilar, que admite que los psicólogos que le tratan le han dicho que no le frene cuando lo hace, pero le es inevitable. La última, el jueves pasado, cuando se hizo sangre y una herida al llegar de Guadix, un vídeo que compartió en Facebook y que ya lleva miles de reproducciones.

«Tengo un niño que no me deja vivir», dice Pilar. Sabe de lo dura de su afirmación, pero su vida es difícil: vive en una casa-cárcel, que tuvo que blindar para que su hijo no tirara cosas por la ventana. Una vez tiró un ordenador, otras tres, un teléfono inalámbrico.

Ha arrancado el bidé, el lavabo, ha roto varias televisiones y los marcos de las puertas. Pero lo que más miedo da a Pilar no es que Kike le agreda, sino que se escape. «Siempre que salimos a la calle tenemos que ir tres personas, porque si no se nos escapa», cuenta la mujer. Cuando llega el fin de semana y su hijo vuelve de Guadix, ella se encierra en casa porque teme que se escape. La policía se conoce perfectamente a Kike, que echa a correr cada vez que tiene ocasión u oye el simple sonido de un teléfono móvil. Su madre, con una discapacidad del 65% que limita sus movimientos, no puede ir tras él. «No puedo permitirme el lujo de sacarlo», lamenta.

A diferencia de otras personas con autismo, Kike es hiperactivo. Tiene un 99% de discapacidad y siempre necesita hacer algo. Su madre hace encaje de bolillos para que los periodos de vacaciones como el verano, la Navidad o la próxima Semana Santa, Kike se sienta a gusto para no hacerse daño a sí mismo, a ella, o escapar. Está sola, y eso hace que todo sea más complejo si cabe, pues la carga de Kike cada día le pesa más. «Él es fuerte y puede conmigo», confiesa.

Pero Pilar López es madre coraje. Su hijo es su tesoro, y quiere que quede claro. Solo quiere lo mejor para él, que su vida esté estructurada, que no haya cambios, que se convierta en la monotonía que necesitan las personas con autismo. «Los cambios no le sientan bien», dice, mientras ejemplifica el drama que supone la llegada de Guadix y el drama que supone ir.

Por eso, Pilar López necesita que abra la Ciudad del Autismo. «Necesita estar en un centro permanentemente, yo no lo puedo manejar», relata la madre de Kike, que afirma que si abre, les solucionaría «la vida». De hecho, tanto ella como otras 49 familias más con hijos con autismo han constituido la «Plataforma concertación de plazas Rga-Tea» para solicitar al Gobierno andaluz que abra la sede, ubicada en La Virreina. Esta recoge firmas en change.org y ya lleva más de 1.300 rúbricas.

Fuentes de la Fundación Autismo Sur, entidad que explotará el centro, afirman que siguen sin tener novedades por parte de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales, que les ha informado de que los conciertos de plazas dependen de la nueva Ley de Servicios Sociales, aún en trámites administrativos. No obstante, su presidente, Norberto Nieto, admitió ver voluntad por parte de la Junta y esperó que el concierto no pase de este año ante la necesidad de las familias.

Por su parte, fuentes de la Delegación territorial en Málaga de Igualdad y Políticas Sociales informaron de que están en contacto con la entidad y señalaron conocer las necesidades. «Se valorará y allá donde se requieran los recursos según el mapa de criterios general se ampliará», apuntaron, al tiempo que recordaron que la futura Ley de Servicios Sociales fomentará los conciertos con las entidades que den los servicios.