­Sacerdote y doctor en Teología, superior de los centros de San Juan de Dios en la provincia de Málaga. El manchego Luis Valero es un religioso extrovertido y afable, muy preocupado por la calidad de la atención que la orden da a los enfermos. En la provincia hay siete hermanos de San Juan de Dios.

¿Cuándo sintió la vocación religiosa?

Me viene desde pequeño, nací en una familia cristiana y mis primeros recuerdos eran estar con mis padres y mis hermanos en misa. Luego estuve muy vinculado a la parroquia, a los grupos juveniles de las Hijas de la Caridad y ese es el inicio. Quizás fruto de toda esta experiencia de vida cristiana surge el por qué no puedo dar un paso más.

A la orden de San Juan de Dios llega de casualidad.

Tan casualmente que hablé a mi párroco de vida religiosa y me dijo: Luisito, te conozco a ti bien y estarás mejor en el seminario como sacerdote. Pero fíjate por donde que no me admitieron en el seminario de Ciudad Real, no me dieron muchas razones. Al poco tiempo pasó un hermano de San Juan de Dios por mi pueblo y a partir de ahí empecé a conocer la orden. Ese fue el comienzo.

¿Qué le atrajo de los hermanos de San Juan de Dios?

Yo, verdaderamente, no tenía conocimiento de ningún tipo de vida religiosa. Me atrajeron la vida de comunidad y ese servicio directo a los enfermos. En Ciempozuelos, donde estuve, atendían a enfermos de salud mental, discapacitados, ancianos con problemas psíquicos... Me gustó lo que hacían.

Un estilo de vida en contacto con los débiles y enfermos.

Efectivamente, ese es el estilo de vida: un grupo de religiosos con un proyecto de vida comunitaria y después con un compromiso muy concreto, el servicio a los enfermos, con una manera de estar diferente porque en ese momento, y esa era la tradición de la orden, era el servicio directo. El hermano que era enfermero trabajaba como enfermero, el auxiliar, como auxiliar, el hermano médico, el psicólogo o el que tenía que estar en la huerta trabajaba en la huerta.

¿Ha cambiado ese estilo de vida?

Quizás porque se ha vuelto más compleja la atención sociosanitaria, porque el número de vocaciones es menor y la media de edad ha subido muchísimo, esto ya no es así. Quizás hemos pasado a ser garantes de la identidad juandediana y hospitalaria de nuestros centros y ha desaparecido un poco lo anterior. Considero que no es ni bueno ni malo. Las circunstancias son las que son. Dios actúa y nos guía a dar las respuestas y esto, de alguna manera, ha hecho abrirse a la orden, en el sentido de que muchísimos profesionales cualificados han pasado a trabajar con nosotros y quizás la mejora asistencial, la cantidad y la calidad se han visto muy incrementadas.

Usted coordina los tres centros de la orden en la provincia.

El centro asistencial se inauguró en 1924, el centro de acogida, en 1991 y el año pasado celebramos el 25 aniversario. Además, en 2015 nos hicimos cargo de una residencia de ancianos en Antequera.

¿A quién pertenecía antes?

El actual edificio comenzó a funcionar con las Hermanitas de los Pobres en 1971. Asumimos la residencia cuando la dejaron. Cuenta con 77 plazas. Estamos reformando el edificio para entrar en el proceso de homologación y concertación. ¿Cómo lo hacemos?, con las subvenciones del IRPF de cada año.

El centro asistencial, el antiguo psiquiátrico de los años 20, ¿se ha adaptado bien a los tiempos?

Hay que tener en cuenta que este centro, hasta los años 90, ha estado viviendo de 300 enfermos de la Diputación de Madrid, más algunos privados que venían aquí. El salto ha sido posible en el momento en el que los temas sanitarios pasan a cada comunidad autónoma y este centro queda como referente en salud mental para toda Andalucía. El SAS, de salud mental sólo tiene en Andalucía 55 camas que son las nuestras. Y después hemos firmado conciertos con Asuntos Sociales para discapacidad mental y ancianos con problemas de salud mental. Esto le ha dado una estabilidad presupuestaria que ha permitido renovar las instalaciones. Hoy los pabellones son unidades residenciales, siempre salvando la intimidad y la seguridad que cada tipo de pacientes requieren. Y en cuanto a la imagen, estamos haciendo un gran esfuerzo para renovarla, que se vea como un centro asistencial, es verdad que con una identidad que es la asistencia en salud mental pero con unos medios y un nivel asistencial estupendo, que va más allá de un centro carcelario del XIX, como eran los hospitales psiquiátricos. Hablamos de un centro moderno del siglo XXI que ha renovado y sigue renovando sus instalaciones para dar la mejor asistencia a estas personas con cualquier necesidad de salud mental.

¿A cuántos pacientes atienden en la actualidad?

A unos 320, y de profesionales, unos 220 o 230 más alguna subcontrata de cocina, limpieza y mantenimiento. La ratio te lo pide así. También tenemos un grupo numeroso de voluntarios tanto en el centro asistencial como en el centro de acogida. Intentamos dar a la asistencia calidad y calidez.

Desde que entró en la orden, ¿ha cambiado la percepción de la sociedad del enfermo mental?

Creo que hay otra percepción porque, en este momento, el enfermo mental ha pasado de estar encerrado como estaba a ser una persona que en momentos determinados puede necesitar un acompañamiento médico, pero que después sigue integrado en la sociedad. Es verdad que hay un grupo de personas que necesita asistencia unos años de su vida, porque tenemos que ser conscientes de que la enfermedad mental no tiene cura, se va cronificando.

¿Por qué decidieron fundar el centro de acogida de Málaga capital?

Un grupo de hermanos vio la posibilidad de hacer algo más. En ese momento era bueno abrirse a otras necesidades, más en la línea social y tras un estudio se decide ponerlo en marcha. Tenemos tres programas: acogida nocturna, con alrededor de 20 personas que van a dormir allí; rehabilitación y reinserción de personas con adicciones, con unas 18, 20 personas, porque va variando y el tercer programa, de higiene y necesidades básicas (acuden distintos días a la semana a ducharse, cambiarse de ropa...). El primer programa está subvencionado por el Ayuntamiento, los otros dos dependen de las limosnas, la obra social y lo que falta lo pone la orden.

El IRPF a la Iglesia es entonces fundamental para ustedes.

Creo que la gente confía en la labor que hace la Iglesia y también la Orden de San Juan de Dios en el tema social y sanitario o de atención a ancianos. Parece que cada año aumenta lo que la gente colabora.