Un pequeño trozo de cacahuete de sólo unos milímetros casi le cuesta la vida al pequeño Leo Martínez. El 25 de marzo, este niño de tres años, merendaba en el salón de su casa junto a su madre y su hermana. Como a todos los niños de su edad, a este pequeño de San Pedro Alcántara le encantan los dulces, manjares que comería a todas horas. Pero su madre, Marisa Millanes, conocedora de que el azúcar y las grasas saturadas no son el alimento más adecuado para el día a día, se los restringe en la dieta. Además, como Leo no acepta comer pan o charcutería, su madre se ha visto obligada a introducirle una variedad más amplia de alimentos más saludables como la fruta o los frutos secos. Pero una partícula de cacahuete casi le cuesta la vida a su hijo pequeño, al que por accidente se le alojó un cuerpo extraño en los bronquios.

«A veces le doy frutos secos, uno a uno con cuidado para evitar que se atragante», señala la mujer, que tiene recuerdos difusos del 25 de marzo, el día en que el destino le puso una prueba de nivel. Su pequeño jugaba en el sofá y en uno de sus movimientos, mientras comía cacahuetes, se echó hacia atrás. «Tuvo un golpe de tos y como si nada», relataba ayer a La Opinión Marisa Millanes, que recuerda cómo, al poco de estar jugando, oyó a su niño toser de forma repentina. La tos persistió el resto de la tarde. A la mañana siguiente, nada más levantarse, Leo volvió a toser. «Pero no sé, algo me decía que algo no iba bien, le preguntaba si se sentía algo en la garganta, pero decía que no», relata la mujer, que cuenta cómo ese algo le hizo decidirse para ir al Materno. «Teníamos el Costa del Sol cerca, pero no sé por qué le dije a mi marido que mejor al Materno».

En cierto modo, Marisa y su marido esperaban que cuando relataran lo acontecido a los médicos, estos le dijeron que no ocurría nada. Pero nada más lejos de la realidad. 24 horas más tarde de haber llegado al hosApital infantil, Leo entraba en quirófano.

«Cuando contamos lo que pasó nos dijeron que se ponía en marcha un protocolo por sospecha de cuerpo extraño intrabronquial», explica la madre de Leo, que recuerda cómo el miedo y la incertidumbre se apoderaron de ella. «Nos dijeron que es muy común, que hasta los seis años está prohibido que los niños coman frutos secos, que nadie tiene conciencia de lo peligrosos que son», cuenta Millanes, que relata que a las dos horas, después de una radiografía en la que no apareció nada, ya estaban en una habitación en planta con su hijo en tratamiento antibiótico con urbasón para abrirle los bronquios.

El lunes por la mañana los profesionales se llevaron a Leo a quirófano con la intención de poder extraer el trocito de cacahuete. Le hicieron una broncoscopia para lo que requirieron de anestesia general. «Lo vieron, intentaron sacarlo, pero no pudieron», narra su madre, que explica que luego los profesionales le explicaron que el pedacito de fruto seco se había hinchado y adherido al bronquio, taponándolo. «Nos dijeron que era difícil de sacar y que, al estar blando, se podía romper creando un riesgo aún mayor». Para ello, le pusieron un tratamiento para endurecer la partícula y les emplazaron a una nueva sesión en quirófano unos días más tarde.

El viernes, los médicos decidieron volver a probar suerte. Y esta vez sí que la hubo. En menos de una hora el trozo de cacahuete estaba fuera y con él se esfumaron los miedos de la familia de Leo, que había sido advertida de lo peligroso de que la partícula se moviera o rompiera, pudiendo ocasionar hasta una deficiencia cardiorrespiratoria.

Para los Martín Millanes la semana de hospital ha sido una auténtica pesadilla. Aún así, la progenitora admite que la sensibilidad del personal del Materno les ha hecho más llevadera la espera. No quiere dejar de recordar los nombres de las neumólogas Estela Pérez y Pilar Caro, cuya empatía y profesionalidad dice que nunca olvidará. Así, admite cómo durante esa semana de incertidumbre hasta que le dieron el alta el 1 de abril no lograba sacudirse la culpa por haber dado frutos secos a su pequeño. «Pero ellas me dijeron que no me sintiera culpable, que gracias a mi intuición le salvé la vida a mi hijo», subraya la mujer, que cuenta su historia con el fin de que otras familias no pasen por el calvario que ellos han padecido. «Me considero una buena madre, responsable, creo que si esto me ha pasado a mí le puede pasar a cualquiera», relata Millanes, que agrega: «Con un solo caso que podamos prevenir, ya es mucho», indica la mujer, que escribió su caso en Facebook y en 24 horas ya había sido compartido por más de 60.000 personas.

Fuentes del hospital Materno Infantil señalaron que la aspiración de cuerpo extraño es una causa importante de morbimortalidad en la infancia, y supone, en muchos casos una verdadera urgencia respiratoria. «La sección de Neumología Infantil, a través de su asistencia tanto en consulta externa como en planta de hospitalización, es testigo de la persistencia de este problema por desconocimiento de la población, detectando numerosas situaciones de riesgo durante la entrevista con los padres, que deberían ser corregidas. Llama la atención en este sentido, la sorpresa que experimentan padres y familiares cuando se desaconseja la administración, e incluso tenencia en el domicilio, de frutos secos a los niños escolares», añadieron.

Lo más habitual es que los cuerpos extraños aspirados a las vías aéreas sean de origen alimenticio -normalmente frutos secos- pero también puede ser pequeños objetos a su alcance como pequeñas piezas de juguetes, material escolar o bisutería. En cuanto a los síntomas, suelen manifestarse por un episodio de sofocación caracterizado por tos, dificultad respiratoria y cambio de coloración de los labios (cianosis), que puede pasar inadvertido hasta en el 20% de los casos.