Vuelven a los apuntes y lo hacen con fuerza. Sacan tiempo, siempre y cuando sus quehaceres diarios se lo permiten. Algunos llevan a clase un estuche infantil, probablemente de sus hijos, que no saben que sus progenitores están iniciando una nueva etapa que le resta tiempo y dinero pero que les permitirá contrarrestar los efectos de una crisis económica dañina, que les ha dejado sin trabajo. O que nunca se los ha permitido.

No acaban de dejar la etapa universitaria para embarcarse en su primera aventura laboral. Los años, aunque les despojaron del trabajo, también les dejaron peripecias vitales que les permiten tomarse el estudio con más filosofía. O no. Ellos son opositores después de los cuarenta años. Unos nuevos estudiantes que, ante la oferta de empleo histórica que hizo pública el Gobierno el pasado mes de marzo, vuelven a las aulas para intentar lograr eso que muchos añoran: un sueldo fijo a final de cada mes.

«La edad depende siempre del tipo de cuerpo para el que estén opositando», señala el responsable de una de las academias más céntricas de la ciudad, Jesús Ayala. La entidad que lleva su nombre acoge cada día a opositores a Policía Local o Guardia Civil, entre muchas otras. «Aunque desde el punto de vista de la edad no hay límites sí es cierto que para estos cuerpos la gente suele ser más joven. Lo normal es que no se despierte tan tarde la vocación», asegura Ayala, que explica que esta misma situación se suele dar también en estudios vinculados Educación. «En las oposiciones de magisterio la edad de los aspirantes también suele ser menor», apunta.

El nuevo perfil de opositor mayor de 35 años suele ocupar las aulas que preparan a los futuros auxiliares administrativos para cuerpos generales como la Junta de Andalucía, el Estado o los consistorios de la provincia. «En estos casos, el porcentaje mayor de estudiantes está entre los 20 y los 35 años pero porque se lo plantean así. A partir de esta edad, la vida marca otras metas vitales», apunta el responsable de la academia.

Con respecto al número de aprobados, para el preparador, el porcentaje suele ser similar al del resto de grupos aunque señala que dentro de este perfil existen dos tipos de estudiantes. «Aunque cada uno tiene circunstancias familiares distintas, suele ser gente que ha tenido un trabajo y fueron despedidos o personas que tienen un puesto pero quieren mejorar, influidos por la crisis económica».

Rocío Rodríguez, de 33 años, está preparando las oposiciones de Auxilio y Tramitación. Ella, al igual que muchos de sus compañeros, perdió su trabajo hace unos meses. «Soy ingeniera y como lo único que hay es trabajo en el Parque Tecnológico y en muy malas condiciones, decidí presentarme a las oposiciones», dice.

A pesar de no ser su especialidad, la malagueña confiesa que, tras unos años sin pisar las aulas, ha sabido gestionar su tiempo para aprovechar todas y cada una de las horas que pasa frente a los libros. «Me estoy organizando bastante bien, estudio por la mañana y por la tarde». Ahora, cruza los dedos para que pueda presentarse al examen el próximo mes de octubre, un año después del comienzo de esta «segunda oportunidad».

En la mayor parte de los casos, se trata de decisiones premeditadas. Llegan con la presión de hacerlo bien, al igual que el resto de sus compañeros más jóvenes pero el tiempo es algo de lo que carecen una buena parte de los opositores mayores de cuarenta años. Algunos, con familia e hijos, tienen que hacer malabares para poder tomar apuntes. Este es el caso de mujeres como Asunción Porcel. La psicóloga de 44 años, desempleada y con dos pequeños a su cargo comenzó a estudiar buscando la «estabilidad» que requiere su situación actual. «Tengo un hijo con una enfermedad rara y es muy probable que el día de mañana se compliquen mucho más las cosas y tengamos bastantes ingresos hospitalarios. Por eso busco algo más estable para estar cubierta». Porcel estudia Auxilio Judicial aunque confiesa que no le está resultando fácil. «Me organizo dependiendo de los niños porque mi hijo tiene más de diez especialistas en el Materno y otros tantos en Sevilla, Barcelona, Valencia o Granada».

Las mañanas, mientras sus retoños están en el colegio, suelen ser su remanso de paz aunque muchas veces las visitas hospitalarias le resten parte de su jornada de estudio. «La primera vez es imposible aprobar porque todo es nuevo. Tengo que entenderlo y no tengo tiempo», se queja Porcel, que nunca ha dejado de aprender de los libros y a la que la vida le ha devuelto a las aulas.

José Pérez llega unos minutos antes del comienzo de la clase y sube apurado las escaleras. Se dirige hacia el aula de Informática desde donde se prepara el temario de Corporaciones Locales. Cuando llega pregunta al responsable de la academia: «¿Aún no se sabe nada?». La respuesta es negativa y Pérez, de 47 años, lleva su mirada al suelo. «Espero que salga pronto la convocatoria», dice al tiempo que echa la vista atrás, recordando que lleva desde finales de 2016 entre libros con el propósito de mejorar laboralmente. «Si es posible», apostilla.

La vuelta a los estudios «cuesta» y él debe sacar tiempo. «Por la mañana trabajo, tengo los niños..., y debo compatibilizar el estudio como pueda». Al contrario que su compañera, él ha convertido las tardes en su tiempo de concentración y la academia en su bastión. «Si consigues concentrarte, no hay problema», señala haciendo referencia a la memoria. Él, de momento, se toma el estudio con calma. «El año pasado se oyeron rumores de que saldrían plazas para Diputación pero aún no se sabe nada».

El estrés o la ansiedad suele ser enemigo, y compañero, silencioso de los opositores para los que la edad es solo una cifra que no les aleja de su objetivo. «Si lo consigo, sí será una experiencia grata a nivel personal», sentencia José Pérez. Sin embargo, el responsable de la academia, Jesús Ayala, comenta que «lo mejor en estos casos es no ponerse una fecha como propósito». La idea es evitar la presión que, en muchas ocasiones llega acompañada de ansiedad. «Y todo esto puede acabar en una depresión», apunta.

Aunque todavía no existe ningún estudio que haya demostrado una relación directa entre la ansiedad y la obtención de peores resultados académicos, lo que sí está claro es que este trastorno dificulta, de alguna forma, el almacenamiento de la información, tratamiento, organización y la recuperación del material. Todo esto sumado a un estado de nervios continuo puede llevar a muchos a abandonar.

Lo importante, en estos casos, se basa en no aislarse y organizar el trabajo. Además, saber dejar de estudiar cuando la mente y el cuerpo lo requieren es otra de las enseñanzas que los opositores deben marcar con fluorescente en sus agendas.

Actualmente, el grueso de las plazas ofertadas en Andalucía se corresponde con el sector sanitario y la Educación para las que están previstas este 2017, 3.553 y 2.468 plazas, respectivamente. Para la Administración general, esta cifra rondará las 2.024 plazas.

En este sentido, también se han dado a conocer datos en la capital para las oposiciones a Policía Local, que este año convocará 18 nuevos puestos. Asimismo, las corporaciones locales dispondrán de al menos una veintena de plazas de auxiliar administrativo.

Sin embargo, estas cifras cobran más sentido cuando se miran desde la perspectiva del tiempo y es que esta «macroconvocatoria» comprende más de 250.000 plazas de empleo público previstas para los próximos tres años, una idea que beneficia a los estudiantes pero también a los responsables de las academias que vuelven a recuperar cifras previas a la crisis económica. «La vuelta de una tasa de reposición de empleo cercana al 100% nos permite estar cerca de valores parecidos a hace diez años», confiesa Ayala.