El suicidio del hijo de una amiga con sólo diez años dejó en shock a Evânia Reichert. De ese momento surgió «Infancia, la edad sagrada».

¿Los adultos prestamos atención suficiente a la infancia?

Aún no. Wilhelm Reich estableció la relación entre infancia y salud hace alrededor de un siglo, trabajamos aún amparados en sus ideas. La prevención es algo nuevo.

¿Afecta cómo tratamos a un niño al adulto que será?

Mucho. La primerísima infancia, hasta los tres años, es determinante, es el fondo de reserva para la vida. Se constituye la base, la matriz de la depresión, bipolaridad, psicóticos... La infancia es sagrada, pero los tres primeros años, aún más, debemos cuidar el desarrollo cerebral y toda la parte psicoafectiva. Y hasta los once años es importante para constituir un adulto sano, humanizado, respetuoso, equilibrado...

¿Los padres van muy perdidos? Hay teorías de todo tipo.

Mucho. El mundo va muy perdido. Hay adicciones, violencia... Los padres están preocupados. Hay infinidad de publicaciones con todo tipo de consejos: cómo comer, cómo beber, cómo dormir... No doy recetas, con mi libro y mi discurso doy recursos e información para que la gente reflexione y comprenda lo que se forma en cada etapa y aquello a lo que deben prestar una atención especial.

¿Se presta atención a tonterías?

Por ejemplo, hasta los nueve meses, el bebé necesita explorar la boca con sus manos. Después no lo hace más, pero los adultos creen que el niño que lo hace se quedará siempre con esa costumbre e intentan evitarlo. Igual que la idea de que no hay que coger al bebé en brazos para que no se acostumbre. Las personas miran al niño como un todo y es importante entender cada periodo y actuar como crea mejor, con toda la información pero sin seguir recetas.

¿Intuición?

Sí, es muy importante.

¿Con tanta información hemos perdido la intuición en la crianza?

Tenemos una sabiduría innata, pero está contaminada por conceptos antiguos sobre la educación. Mira la sociedad. La depresión se implanta de forma atroz en el mundo y el origen está en el inicio de la vida. La investigación en neurociencia, la OMS y la Unesco dicen que es necesario cambiar la forma de educar. No hay que seguir de forma ciega lo que diga una persona, un libro, una autoridad, tu madre, la abuela...

¿Por ayudar se equivocan?

Las abuelas son maravillosas. Tienen intuición. Antes se estaba más con los niños. Es todo muy delicado. Necesitamos hablar de los permisos de maternidad. Son insuficientes. En los países con más calidad de vida como Finlandia, Suecia o Noruega son de entre uno y dos años.

En la crianza, ¿nos olvidamos de lo que es ser niño?

Los adultos tienden a educar sin entender ni respetar la delicadeza del niño. Dicen ´son cosas de niños´, ´tonterías´. Imagina que dijéramos ´son cosas de mujeres´ o ´de hombres de 40 años en crisis´. Hace falta respetar los sentimientos y emociones del niño y el adolescente para comprender lo que está ocurriendo. A veces no entendemos que un niño no nos haga caso y es que aún no tiene desarrollado del córtex para registrar todos los comandos que le damos. Le acusamos de desobedecer, pero no puede interiorizar tantos límites.

¿Qué hacemos con los límites? Hemos pasado de autoritarismo a libertad total.

Creo en la autorregulación tanto para educar a un niño como para nuestra forma de reaccionar. Es necesario educar al educador. La autorregulación es un equilibrio entre la contención sana y la permisión sana. En el pasado teníamos un exceso de límites que no resultó bien y ahora tenemos una falta de ellos. El límite, ni punitivo ni contaminado por la emoción del adulto, es muy importante para el niño, es una orientación. Es un margen, una frontera. Un límite de autoridad, no de autoritarismo. Es necesario recuperar la autoridad del padre, la madre, el maestro y garantizar que el niño pueda desarrollar las virtudes que se constituyen en cada edad. Es difícil seguir recetas porque debes saber cuándo poner un límite.

¿El límite debe ser un bosque en el que el niño entra cuando está preparado?

Sí, y entra con el padre o la madre cogido de la mano, orientándolo, observando. Pero para esto es necesario comprender qué necesita el niño en cada momento, contención o desarrollo.

No todos los niños son iguales.

No. Cuando presenté el libro en Barcelona, un periodista me preguntó qué había que hacer con un niño de dos años le respondí: ¿Qué se hace con un hombre de 40? Cada persona es una historia. Lo que necesita un niño depende de muchas cosas.

¿Maestros y familia deben ir de la mano?

Sí. La elección de la escuela o la guardería es determinante. La infancia es un tema político, está muy relacionado con las políticas sociales y educativas que adopta un gobierno. Finlandia, por ejemplo, adoptó la pedagogía Waldorf, en toda la red pública hay una una unidad pedagógica y de línea de trabajo. El maestro es una gran autoridad y los padres no son clientes, que es lo que ocurre en muchas escuelas ahora: los padres tiene tal poder de decisión que se pierde la pedagogía. La unidad entre padres y maestros es muy importante. La elección de guardería es delicada porque muchas son guardabebés.

¿Por qué es tan importante?

Por ejemplo, un bebé está archivando todos los músculos esenciales para su desarrollo psicomotor. Si la guardería no permite que se mueva se transforman en hipotónico, no tendrá la fuerza natural que necesitará después. ¿Dónde están esas guarderías bien estructuradas? Hay pocas y los padres necesitan trabajar. ¿Cómo lo hacemos? Hace falta un debate profundo de política social.

¿Ser padre es fácil?

Creo que no. Tenemos que conocernos a nosotros mismos. Lo más importante para educar a un niño con presencia, y conciencia es comprender cómo se constituye la crianza y conocerse para no reaccionar tan automáticamente, con sus propias heridas de infancia. También es lo más difícil.