La historia de la Cueva del Tesoro, Bien de Interés Cultural específico desde 2002, no habría sido la misma si un farmacéutico de Vélez, Enrique Laza Herrera, no se hubiera interesado por esos terrenos, no por su valor arqueológico, sino por la cantidad de plantas que albergaba. «Él quería tener un sitio con plantas para hacer sus fórmulas magistrales, compró los terrenos en 1915 o 1916», calcula su sobrino nieto, Manuel Laza Zerón. Unos años antes, en 1908, Enrique Laza se había instalado con su laboratorio farmacéutico y oficina de farmacia en la calle Molina Lario, de la capital.

Como recuerda Manuel Laza Zerón, desde tiempo inmemorial se conocía la existencia de la Cueva, que hace un siglo tenía el nombre popular de la Cueva del Suizo, en recuerdo del antiguo soldado suizo de la guardia valona, Antonio de la Nari, que en el XIX pasó cerca de 20 años excavando en su interior en busca de un posible tesoro.

El contacto de Enrique Laza con la cueva fue más prosaico y productivo: descubrió que contenía cantidades ingentes de murcielaguina, excremento de murciélago que funcionaba como un estupendo abono, que se encargó de comercializar. «Contrató a un pocero, que hizo un pozo en vertical que cae a la Sala de los Lagos y extrajo toda la murcielaguina», cuenta su sobrino nieto.

La visita del abate

Pocos tiempo después, el 9 de marzo de 1918, durante un viaje por Andalucía que incluyó una visita a la Cueva de Doña Trinidad, en Ardales, el padre de la Prehistoria moderna, el abate francés Henri Breuil, visitó la Cueva del Suizo acompañado por el arqueólogo malagueño Miguel Such y tomó apuntes de varias pinturas rojas, trabajo que publicó en 1921 en la revista L´Anthropologie.

Don Enrique era rotario y masón como su hermano Laureano. Por entonces hacía tiempo que los dos hermanos se habían hecho cargo, respectivamente, de sus sobrinos, Modesto -futuro farmacéutico y presidente de la Sociedad Malagueña de Ciencias, al igual que su tío Enrique- y Manuel Laza Palacio, hijos de su hermano Modesto Laza Herrera, fallecido en su juventud, igual que la madre de los niños.

Los dos sobrinos heredarían el espíritu abierto de los tíos. En el caso de Manuel Laza Palacio, nacido en Vélez en 1909, además de hacerse masón (pertenecía a la logia Pitágoras de Málaga), durante la II República, siendo un joven abogado, simpatizante de las enseñanzas de Francisco Giner de los Ríos y militante socialista, formó parte como secretario de la Junta de Reforma Agraria y como recuerda su hijo, «se ganó el respeto por parte de enemigos políticos por su sentido de la justicia».

Sin embargo, la Guerra Civil le pasó una terrible factura: fue encarcelado tres años en Burgos e incluso sentenciado a muerte.

Finalmente, le perdonaron la vida pero fue depurado y no pudo ejercer la abogacía, por lo que en la posguerra tuvo que estudiar Filosofía y Letras para reconvertirse en profesor en varios colegios de Málaga, principalmente el de los jesuitas.

Corría el año 51 y Manuel había perdido a su hija María Luisa de solo 12 años. Su tío Enrique, para animarle, le quiso dar la sorpresa de venderle los terrenos y la cueva por el simbólico precio de una peseta. Además, le regaló las famosas Conversaciones históricas malagueñas, publicadas por Medina Conde en 1789. En el libro se hace mención de la Cueva del Higuerón (denominación más antigua de la Cueva del Tesoro o del Suizo), de la que se afirma que allí se escondió Marco Craso y se ocultó el tesoro de «cinco reyes mahometanos».

El profesor Manuel Laza se dedicó a leer todo lo publicado sobre la cueva y ese legendario tesoro, que ya es mencionado en el siglo XVII por fray Agustín de Milla.

«Mi padre no buscó tesoro alguno, algo que no le importaba lo más mínimo, quiso justificar una leyenda y para eso se documentó y acudió a todas las fuentes posibles», precisa su hijo.

Don Manuel aprovechaba los domingos y días de fiesta para investigar en la cueva en busca de ese fundamento histórico, al tiempo que hallaba piezas del Magdaleniense, puntas de flechas y cerámica árabe. Y en la Sala de la Virgen, que él mismo descubrió, la constatación de que estaba totalmente enterrada, una «ocultación intencionada» con movimientos de tierra.Y entre los hallazgos, un candil con seis monedas árabes en su interior.

Don Manuel, académico de Bellas Artes de San Telmo desde finales de los 60, quiso abrir al público la cueva en los 70. Fueron los años de los espectáculos de luz y sonido, que finalizaron a causa de la crisis esa misma década. A mediados de los 80 donó los terrenos de la histórica parcela -salvo la cavidad-, al Ayuntamiento del Rincón. Murió en 1988. Dos años más tarde, el Consistorio alquiló la cueva a los descendientes, hasta la fecha.

Gestión municipal

Para Manuel Laza Zerón, el periodo de gestión municipal que va de 1991 hasta la actualidad ha sido en general, muy decepcionante, porque, en su opinión, el Ayuntamiento del Rincón, con independencia del grupo político que ha gobernado la ciudad, no ha prestado la atención que merece a la Cueva del Tesoro, ni en lo referente al mantenimiento, ni a la gestión, ni a la investigación.

«A mi juicio, lo que ha habido es un descontrol controlado por el Ayuntamiento», resume.

En los últimos años, este diario ha recogido sus denuncias por el mal estado de la cueva, la falta de seguridad y hasta las denuncias al Seprona en dos ocasiones, así como las quejas por unas inversiones que nunca llegan.

En la actualidad, comenta, «me preocupa fundamentalmente que la cueva está siendo visitada sin guías, y ya empiezo a ver en las paredes rayados con piedras; es como si entras en un museo y empiezas a pintarrajear las paredes». Manuel Laza se pregunta qué ocurriría si hubiera un corte de luz y se quedan visitantes dentro.

Desde el año 91, el Ayuntamiento paga un alquiler mensual a los descendientes de Manuel Laza Palacio que en la actualidad asciende a 2.200 euros (unos 25.000 euros al año).

En 2009 el Ayuntamiento inició una expropiación, avalada por un comité de tres expertos (uno de ellos, nombrado por el Consistorio) que concluyó que el precio a pagar sería de 4,9 millones de euros. El Ayuntamiento criticó la cifra por excesiva, cuando la expropiación de la vecina Cueva de la Victoria, bastante más pequeña que la Cueva del Tesoro, se saldó con la cesión a una constructora de unos terrenos por valor de unos 6 millones, señala Manuel Laza.

En todo caso, el hijo de Manuel Laza Palacio recuerda que el Ayuntamiento de Rincón rechazó hace unos años una propuesta para crear una fundación gratuita, al aducir que entonces no tendría control de la cueva.

Manuel Laza ofrece como alternativa a la carísima expropiación la extensión del alquiler por cien años, «por la misma cantidad» o bien, la desechada propuesta de la fundación, que, a su juicio, «sería la mejor opción».

Su mayor interés es que la Cueva del Tesoro salga algún día del abandono y reciba el merecido protagonismo por el que ya luchó su padre, Manuel Laza Palacio.