La colisión de uno de los melilleros con el dique de Levante minutos antes de que atracara en el puerto de Málaga el pasado 1 de mayo no sólo dejó un espectacular agujero en el patín de la embarcación. El accidente también destapó la presencia en el ferri Pinar del Río de siete polizones que viajaban junto a otros 143 pasajeros, una cifra que supuso casi el 5% de las personas que hicieron ese trayecto sin contar con la tripulación.

Aunque Balearia, la propietaria del barco accidentado, y Trasmediterránea, la otra compañía que cuenta con la conexión marítima entre Málaga y Melilla, se han negado en rotundo a participar en este reportaje, sus posturas confirman que la presencia de estos polizones en sus barcos es tan incómoda como habitual.

Al menos así lo sugieren fuentes de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras de la Dirección General de Policía, que reconocen que tampoco es normal que en un solo trayecto se detecten siete casos. Según los expertos de este cuerpo, este fenómeno es una consecuencia más de la inmigración irregular y la desesperación de sus protagonistas por cruzar el Mar de Alborán y el Estrecho de Gibraltar para alcanzar la península. Sobre todo entre los más jóvenes.

Las fuentes policiales consultadas por este diario explican que si las tripulaciones de las pateras incluyen niños, hombres y mujeres, algunas de ellas embarazadas, el perfil del polizón está claramente definido por inmigrantes varones muy jóvenes, muchos de ellos menores de edad, que no dudan en arriesgar sus vidas para subir a un barco. Gracias a la actividad de los porteadores que entran desde Nador sin necesidad de tener visado, los centros de menores de Melilla están repletos de jóvenes amparados por la administración española. «Pero estos centros no son cárceles. Los chicos entran y salen de ellos con total libertad y para muchos de ellos el barco es la opción», asegura un agente.

A priori, el que decide subir al barco de forma irregular lo tiene complicado. Saltarse los filtros antes de embarcar o desembarcar no es fácil si se tiene en cuenta que Melilla (y Ceuta), a pesar de ser zona Schengen, está sometida a controles de mercancías y viajeros, por lo que hay filtros tanto en la ciudad autónoma como en la llegada a la capital de la Costa del Sol. Por ello, los polizones se inclinan por la opción más difícil, atlética y peligrosa que comienza por acceder al puerto y que normalmente quedan registradas en las cámaras de seguridad del puerto de Melilla. «Se ve cómo utilizan escalas para superar la primera valla de hormigón y luego otra metálica», explican. Luego pasan entre contenedores y buscan el mejor momento para acceder al barco. Si se les detecta se da aviso a la Policía Portuaria o, si se encuentran en zona crítica, a la Guardia Civil. Si pasan desapercibidos, el siguiente paso es el embarque: «Suben de cualquier forma. Esperan que no haya nadie y buscan una ojo de buey abierto, las maromas de amarre...».

Una vez dentro, buscan un hueco en el que ocultarse para pasar las horas que faltan antes de zarpar y durante el trayecto, ya que si los detectan durante el viaje el esfuerzo habrá sido inútil. Los bajos o huecos de las cabezas tractoras de camiones, entre la chatarra o mercancía que se encuentran almacenadas a la espera para ser cargadas, en la sala de máquinas o en el huevo de un ancla. Si son descubiertos, la Policía Nacional indica que la directiva comunitaria es muy clara en esta materia y el responsable de la embarcación tiene que poner en conocimiento de las autoridades la presencia de estas personas lo antes posible. «El capitán comunicará inmediatamente a las autoridades competentes [...] la presencia de polizones a bordo. No obstante, éstos permanecerán bajo la responsabilidad del capitán», reza el reglamento del Parlamento Europeo que establece las normas para el cruce de personas por las fronteras en las zonas Schengen. La mayoría de las veces, sin embargo, se hacen cargo de ellos los agentes de la Brigada Móvil que suelen viajar en este tipo de transporte marítimo con pasajeros. Una vez localizados, si no son menores de edad, a los inmigrantes se les abre un expediente de denegación de entrada a la zona Schengen que se resolverá en 72 horas. Si no cumplen los requisitos para quedarse, la compañía del barco en el que fueron descubiertos deberá trasladarlos al puerto de origen.

En un buque mercante

El protocolo es muy diferente cuando son detectados en un buque mercante, transporte en el que adquieren el verdadero significado legal de polizón, según la Policía Nacional. En este caso, la tripulación también debe comunicar inmediatamente su presencia a las autoridades del destino al que se dirige. Sin embargo, una vez en puerto, la Policía Nacional subirá a bordo para entrevistarse con el polizón y conocer su estado e intenciones.

En el caso de que quiera entrar en el país o pida asilo, se le prestará asistencia jurídica y su solicitud se tramitará independientemente de que se le conceda o no, pero lo normal es que siga a bordo del barco y que la situación se resuelva en el siguiente destino del buque. El desembarco sólo se realizará si el subdelegado del Gobierno detecta trato inhumano o degradante del polizón por parte de la tripulación, si requiere atención hospitalaria urgente o si el viajero clandestino es menor, circunstancia en las que quedará automáticamente bajo la tutela de la administración.