Dolores Ramos tuvo cinco partos, pero sólo le sobrevivieron tres bebés. Esta mujer, hoy ya anciana, siempre ha vivido con la pena de no haber podido criar sanos y felices a todos sus hijos. Pero eran otros tiempos, unos en los que España aún soñaba con la Democracia, una época en la que hablar de más podía ser delito y en la que se lloraba de puertas para dentro del hogar. La muerte era, entonces, más cotidiana.

Así que Dolores crió a sus hijos mientras su marido, Agustín, trabajaba en la aceituna, de sol a sol, soportando el frío de la comarca de Antequera para que a su familia no le faltara de nada. En verano blanqueaba casas para sacarse un dinerillo extra hasta la llegada de la campaña de la aceituna. Se trataba de sobrevivir.

A esta pareja de Archidona se le murieron la primogénita y el benjamín de la casa. La primera vino al mundo en una clínica de su pueblo, donde nació cadáver. Dolores y Agustín pudieron tenerla en brazos, besarla, despedirse. «Mis padres siempre comentaban lo que aquello supuso para ellos, en aquel tiempo hablar de las personas que fallecían era un poco tabú. Sí decían que había sido una lástima, que era muy hermosa, pero poco más», relata Agustín hijo, el mayor de los tres Gemar Ramos. Después, escalonadamente, nacieron tras él María Dolores y Rafael.

El último lo hizo en 1971 y su muerte sumió a aquella familia humilde, trabajadora, en una espiral de dolor. «Mi madre nunca quiso hablar del tema, se aferró a su muerte y de ahí no sale», relata Agustín, que cuenta cómo su padre y su tía Elvira siempre dudaron de la versión de los médicos del antiguo hospital de Antequera, pues de la información oficial a lo que ellos mismos había visto había un abismo: de un bebé desfigurado y casi inerte a un recién nacido sano, sonrosado y lleno de vida. Algo no cuadró, pero pasaron página. O lo intentaron.

Pero un buen día de hace no demasiados años, Agustín, como tantos padres y hermanos de supuestos bebés robados, escuchó una historia cuya similitud con la de su familia le hizo plantearse que aquello que le habían contado a sus padres era incierto. Cuenta que su madre Dolores se puso de parto en la madrugada del 12 de octubre de 1971. «Había mucho jaleo en casa y mi padre nos dijo que mi madre tenía una hemorragia, que se iban corriendo para Antequera», relata este hombre que hoy tiene 60 años.

Nunca supieron qué problema había tenido Dolores como para sangrar, pero los médicos no le dieron mucha importancia y le dejaron ingresada. Informaron a su marido y a su hermana Elvira de que le iban a practicar una cesárea a la mañana siguiente. Mientras la madre, de 39 años, se recuperaba de la operación, su tía y su padre fueron a ver al bebé, que no tenía nombre porque habían pensado en ponerle el del santo del día, pero era 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, y había nacido un varón. «Mi padre nos contó que era hermosísimo, que tenía colores, que estaba gordito y que se parecía mucho a mi hermano Rafa», relata Agustín. A las horas volvieron al centro sanitario para visitar a la madre, aún en recuperación. Fueron al nido y, cual fue su sorpresa cuando, al entrar allí y acercarse a la cuna en la que antes estaba el lozano bebé, les dijeron que había habido problemas con el pequeño y que había fallecido.

Agustín padre y su cuñada conminaron al personal del hospital a que les mostrasen el cadáver del bebé pero, pese a su insistencia, no lo consiguieron. «Le dijeron a mi padre que no se preocupase, que el hospital se haría cargo de enterrar al bebé en el jardín del hospital», relata Agustín que se cabrea al recordar que en el antiguo hospital de Antequera no había jardín, sólo un patio empedrado.

Al día siguiente se lo comunicaron a Dolores. El médico que fue por la mañana a verla y le dio la noticia le preguntó cómo se encontraba «y luego le dijo que venía a por la ropita del bebé», se lamenta Agustín, que cuenta que su madre no entendía qué quería decir el galeno hasta que le reveló que había muerto porque venía «mal». «Tu hijo venía en mal estado, deforme, desfigurado,no podía vivir, lo siento mucho, tienes que asimilarlo pero da gracias, piensa que tienes tres hijos más, sigue siendo una afortunada», reproduce el mayor de los hermanos Gemar, que asegura que esas palabras quedaron grabadas a fuego en la memoria de su madre.

A Agustín y a su tía aquello siempre les chirrió, porque ella siempre dijo que el bebé estaba perfectamente. «A mi madre le dijeron que venía mal, siempre nos lo cuestionamos pero al ver otros casos en la tele empecé a pensar que podíamos ser víctimas de la trama», relata, mientras añade que se terminó de decidir cuando una amiga de la vecina Villanueva del Trabuco le contó un caso similar al de su hermano, también ocurrido en el Hospital de Antequera. Entonces, empezó a recopilar información.

La primera sorpresa llegó al encontrar el primer documento en el Archivo de Antequera. Se refería a la muerte de un feto de siete meses de gestación. Eso le escamó, porque el embarazo de su madre había llegado a término. Allí mismo pidió más datos y, en otro libro, volvió a aparecer aquel enterramiento, pero esta vez hablaba de un feto de nueve meses y enterrado tres días después de nacer y morir, el 15 de octubre. «Eso ya me alertó», relata Agustín, que no sabe en qué zanja común está enterrado, supuestamente, su hermano. En el hospital no tuvo más suerte. La documentación recoge la cesárea de Dolores Ramos, pero apenas hay información del niño. «No se sabe ni cuando murió, ni el motivo médico, nada», señala Agustín que explica que también es llamativo que no exista el conocido como legajo de aborto, el certificado de la época que recoge la muerte de un bebé recién nacido que no había cumplido las primeras 24 horas y que el resto de familias que buscan a sus hijos o hermanos sí tienen en su poder.

Tras reunir todos los documentos denunció y, hasta la fecha, no ha recibido información al respecto, por lo que cree que el caso de su hermano ha podido ser archivado como el resto de denuncias relativas a la trama de bebés robados. «Creo firmemente que nos lo quitaron, se aprovecharon de su autoridad, entonces la palabra de un médico, una monja o un cura era ley», concluye.

Informe médico

Cesárea.

El documento recoge información relativa a la cesárea de Dolores, de 39 años de edad, en el antiguo hospital de Antequera.

El informe obstétrico del Área Maternal recoge datos de su madre. El documento recoge los datos de la madre de Agustín y en su historial puerperal, añade que ya tuvo tres fetos «vivos». El documento del extinto hospital comarcal de Antequera no incluye datos del embarazo ni de los supuestos problemas que tuvo el bebé, que según le dijeron los médicos estaba muy enfermo y había nacido «deforme».Registro del Cementerio

Sepultura.

Dos documentos diferentes recogen el enterramiento. En ambos señala que fue enterrado en una zanja general del cementerio de Antequera.

El feto fue supuestamente enterrado en una zanja general. Existen dos documentos sobre la sepultura de «Feto Gemar Ramos». A la familia le extraña que se enterrara tres días después de nacer y morir (del 12 al 15 de octubre de 1971) y, sobre todo, que haya dos registros diferentes, uno que señale que el bebé tenía 7 meses y, el otro, que 9 (edad de gestación con la que nació).