«Hay que ponerse a trabajar porque queda mucho confundido por ahí». La frase es de finales de marzo. Fue pronunciada por un militante socialista que ocupa un cargo dentro del partido en Málaga y que advertía de una realidad paralela a la que se estaba proyectando en el Palmeral de las Sorpresas. Entonces, alrededor de un centenar de militantes escenificaron su apoyo a la candidatura de Susana Díaz con una foto de familia que destacaba, además de por el optimismo generalizado que dibujaban las sonrisas, por otra cosa: la inmensa mayoría de los integrantes de aquel cuadro ocupan, en la actualidad, algún cargo público. Al mismo tiempo, sin el apoyo del aparato del partido, se iban multiplicando las plataformas de apoyo a favor de Pedro Sánchez a lo largo de la provincia. En este caso, quitando algunos rostros conocidos como el de Jorge Gallardo o Javier García León, lo que había detrás eran simples militantes de base que no habían perdonado la abstención para facilitar un Gobierno de Mariano Rajoy. Tampoco habían olvidado el 1 de octubre, y el sentimiento generalizado de que lo que había acelerado la caída de Sánchez no habían sido sus dos sonadas derrotas electorales, sino un asalto palaciego que venía urdido desde el corazón de Triana.

Con el paso del tiempo, Sánchez logró ir sumando apoyos clave, como lo fue el de todos los exdirigentes socialistas que habían estado al frente de la Diputación. Enrique Linde, en un movimiento hábil, aprovechó los focos mediáticos del Día de la Provincia para anunciar que iban a respaldar al entonces exsecretario del PSOE. Aquello fue una mañana negra para la dirección del partido y provocó un enorme malestar, sobre todo, en Miguel Ángel Heredia y Francisco Conejo. No es que vieran en aquella foto a cinco férreos defensores de Sánchez. Percibían en ella a cinco personajes que habían hecho del combate contra ambos su eterna razón de ser. En parte es así, pero había en esa foto, también, una capacidad de arrastre que luego quedaría reflejada el 21 de mayo en casi 2.000 votos.

Desconexión. «¿Desde cuándo no pisan una agrupación?», se preguntaba Juande Mellado, director de este periódico, sobre aquellos dirigentes del PSOE que tanto habían calentado a Díaz para que diera el paso definitivo. A juzgar por lo ocurrido, muchos de ellos identifican las casas del pueblo con hogares del anciano o alguna peña recreativa, donde se reúnen en club un puñado de señores y señoras a los que reclutar cada cuatro años para que salgan a pegar carteles. Si no, resulta inexplicable que la derrota no se viera venir porque las señales se estaban mandando por telefax. O no lo querían ver, como hace indicar la reacción del propio Conejo, admitiendo la profunda sorpresa que habían causado los resultados en los cuadros del partido. El que suscribe estas líneas, por gajes del oficio, anda en contacto con algunos de estos militantes cuyo voto iba a tener el mismo valor que el de un presidente autonómico.

No hay que ser un lince, sólo poner un poco el oído para saber cómo sentía la militancia del PSOE. Hablar a las bases de una «abstención técnica» es como explicarle a un musulmán que a partir de ahora va a alimentarse de carne de cerdo. «¿De verdad pensaban que nos íbamos a olvidar de que han dejado gobernar a la derecha?», se pregunta un miembro de la agrupación Bailén-Miraflores, que ahora asegura haber recuperado la ilusión perdida. ¿Acaso nadie quiso ver que colocar a Díaz al lado de los viejos dinosaurios le iba a perjudicar más que beneficiar? Por mucho que Conejo, entre otros, haya defendido hasta la saciedad la importancia que ha tenido Felipe González para el desarrollo de este país, y que nadie le discute, sus peregrinaciones en yate de lujo y acercamiento a los circuitos del Ibex35 representan la degradación moral e ideológica para una generación de militantes que viven el partido con un profundo orgullo de pertenencia. Que no desean ni aspiran a ningún cargo, pero que no permiten que se les traicione en sus valores más elementales. Algunos, heredados por familiares que defendieron al partido durante la clandestinidad y que van pasando de generación en generación. «Si tiene que gobernar el PP porque ha sido el más votado, perfecto. Para eso estamos en democracia. Ahora, con mi voto no», resume otro militante malagueño lo que le impulsó a optar por Sánchez. Si todos los votantes socialistas piensan así o si no basta con romanticismo para volver a gobernar es otro guión.

¿Y ahora qué? Prueba de que el resultado de las primarias iba a añadir más tensión sobre el PSOE en Málaga fue el silencio sepulcral con el que se vivió el escrutinio del voto en la sede provincial del partido, donde Cristóbal Fernández trató de buscar explicaciones en el despacho de Miguel Ángel Heredia. Dentro de las múltiples incógnitas que arroja la victoria de Pedro Sánchez, que amenaza con desfigurar el mapa de poder tras el próximo congreso provincial, fue precisamente Heredia uno de los grandes perdedores de la noche. Tocado ya a raíz de la filtración de las grabaciones de Cortes de la Frontera, se da por hecho que una de las primeras medidas que tomará Sánchez será su destitución como secretario general del grupo parlamentario del PSOE en el Congreso. Pudo haber dimitido con gallardía para evitar que le corten la cabeza, como hizo Antonio Hernando, pero Heredia, por lo pronto, se ha puesto a disposición del nuevo secretario general. Los propios diputados malagueños de otros partidos ya le dan por muerto, políticamente hablando, y creen que ya puede ir calentando escaño en el gallinero.

Varias fuentes socialistas coinciden en que tampoco llegará a la línea de salida para el congreso provincial, por lo que dejará un escenario en plena disputa. La duda es saber si entre el popurrí de motivaciones que figuran entre los sanchistas será posible sacar un candidato con posibilidades de hacerse con la secretaría general del PSOE en Málaga. En ello se está trabajando, aunque hay que estar atentos a los movimientos del propio Conejo. En el cambalache de los pasillos se defenderá de las embestidas que ahora le lanzan algunos.

Con unidad al Congreso

Después de un tira y afloja que se ha prolongado a lo largo de toda la semana, habrá unidad. Al menos, aparente. Del congresillo que se celebrara hoy, los socialistas malagueños paritirán con una lista consensuada de 35 delegados hacia el congreso federal que se celebrará el próximo 17 de junio, y del que saldrá el nuevo comité ejecutivo que acompañará a Pedro Sánchez. Paz tensa, por el momento, con Miguel Ángel Heredia encabezando la lista como secretario general del PSOE de Málaga. Confluyen susanistas y sanchistas. Será el congreso provincial, quien decida a qué lado se inclina, finalmente, la brega.