Cuando hace unos 20 años Francisco Cabrera tuvo en sus manos (protegidas con guantes) esa vista inédita de Málaga y su puerto, con la Catedral renacentista cubierta con un tejado (el artista por desgracia no acertó en sus previsiones), el mar de casas y torres de la ciudad y los pescadores tirando del copo, confiesa que se emocionó.

La escena tuvo lugar en la Biblioteca Albertina de Bruselas y como recuerda Francisco Cabrera, académico correspondiente de la Historia, «el archivero me explicó que nadie antes había pedido este grabado». El hallazgo de esta obra, realizada por Chereau a comienzos del XVIII, aunque esté datada por el archivo belga el siglo anterior, simboliza muy bien los 30 años que tanto Francisco Cabrera como Manuel Olmedo, también académico correspondiente de la Historia, han dedicado a indagar en archivos de dentro y fuera de España.

El resultado es un libro titulado Monumenta Cartographica Malacitana. Portus & Civitas, que se presentó el pasado martes, 30 de mayo, en la Autoridad Portuaria, el día en el que la Farola de Málaga cumplía 200 años. De hecho, esta obra, promovida por la Autoridad Portuaria y Unicaja Banco, fue el inicio de los actos conmemorativos y se complementa con la exposición de planos, mapas y dibujos Historia, mar y símbolo, que hasta el 30 de septiembre puede visitarse en el edificio de la Autoridad Portuaria.

Como explica Manuel Olmedo, el libro en realidad tenía previsto salir hace unas tres décadas. «La portada la hice entonces», cuenta, al tiempo que señala que iba a tratarse de un proyecto municipal que finalmente no cuajó. Lo que sí salió por entonces, en 1988, fue un primer libro conjunto de Francisco Cabrera y Manuel Olmedo auspiciado por la Junta del Puerto, que presidía el recién desaparecido Ricardo Rodríguez Baró, titulado El Puerto de Málaga. 30 siglos de vida. 400 años de historia, con el que los dos historiadores obtuvieron el I Premio de Andalucía de Cartografía Histórica.

No se han quedado cortos con la obra presentada el pasado martes, porque Monumenta Cartographica Malacitana. Portus & Civitas incluye alrededor de un 40 por ciento de planos inéditos o casi nada difundidos.

Como recuerda Manuel Olmedo, «la Cartografía constituye el retrato de la realidad física en la que estamos insertos, la representación de los elementos geográficos: mares, golfos, montañas, valles, ríos…». A su juicio, «la secuencia histórica de los planos de una ciudad nos aporta las claves para conocer su progresivo devenir».

Presentados de forma cronológica desde 1489 a nuestros días, Francisco Cabrera señala por ejemplo que todos los portulanos son inéditos (el portulano es una colección de planos de puertos encuadernada en forma de atlas). Uno de los más curiosos es de la época musulmana y reproduce la costa de Al-Ándalus, cortesía del Instituto Cartográfico de Andalucía.

Llama también la atención, destaca el profesor Cabrera, el que muchos de estos planos, incluso algún original del Puerto de Málaga, hayan terminado en archivos de Estados Unidos. Para el experto la explicación se encuentra en la compra masiva por parte de instituciones norteamericanas «de planos y fotos de todo el mundo».

Esta detallada representación esquematizada del pasado permite indagar en la evolución de la ciudad y su puerto, cuya ceremonia de la primera piedra tuvo lugar en 1588. Al hilo del bicentenario de la Farola, el motivo por el que Málaga tuvo una instalación de este tipo tan tardía se debió a que el muelle viejo se fue alargando con el paso del tiempo, a medida que el puerto ofrecía menos calado, menos profundidad para los barcos, por lo que siempre hubo que echar mano de una estructura provisional de madera, y no de piedra, para guiar a los barcos.

El aterramiento del puerto, la arena que se depositaba en su interior, fue siempre un quebradero de cabeza y uno de los motivos de la gran transformación portuaria, gracias al proyecto de Yagüe de 1876, que propició tierras ganadas al mar para la ciudad y permitió que el puerto se adentrara en aguas que arrastraran menos arena.

Una historia picaresca

En este sentido, otro plano inédito del Puerto de Málaga, realizado en 1747, y localizado por Cabrera en el Archivo General de Simancas hace un año, dibuja la gran curva mar adentro a partir de la cual los pontones que extraían arena del puerto debían depositarla. Para que los barcos la localizaran con rapidez, en la costa se habían colocado -pasado el actual Limonar por la zona Este y por la parte que luego sería Huelin, por el Oeste- sendos mojones a la vez que tres boyas en el mar para delimitarla. A partir de la curva, detalla Francisco Cabrera, «estaba lo que los ingenieros llaman el fondo fango y el fango no se mueve, es compacto, la arena no».

La picaresca se hizo presente cuando, previa queja al mismísimo marqués de la Ensenada, las autoridades descubrieron que el encargado de la limpia del puerto había orquestado la desaparición de las boyas señalizadoras y posterior venta de las anclas.

Al eliminar la señales, el pontón soltaba la arena más cerca del puerto, este se aterraba «y el del pontón tenía trabajo fijo».

La colección cartográfica permite de paso descubrir la miríada de fuertes y baterías que protegía la costa de piratas y enemigos, como el plano inédito del fuerte de San Carlos, derribado a finales del siglo XVIII, que se encontraba entre la deshabitada playa de La Malagueta, todavía sin construcciones, y las huertas de lo que luego sería el barrio del Limonar.

La obra incluye también un proyecto para el río Guadalmedina de Joaquín María Pery y Guzmán, el ingeniero militar que diseñó la Farola y que fue el responsable de la disminución de las avenidas del río gracias a acertadas obras hidráulicas.

El proyecto en cuestión lo realizó en 1808, con la Guerra de Independencia ya iniciada. Francisco Cabrera recuerda que en el periodo de dominación francesa de Málaga, «Pery se negó a colaborar y ninguno de los planos tienen su firma». Por este motivo, un plano de la ciudad de Málaga y la fortaleza de Gibralfaro, encargado por Francia en 1811, lo firma un tal A. Gerdors.

Manuel Olmedo aprovecha para destacar de este libro, por su importancia, dos planos, uno primero realizado en 1765 por Antonio Ramos, el que fuera reconocido maestro de obras de la Catedral y que ya planteó el desvío del río Guadalmedina, «y es el primero en el que aparece la gran alameda que se crearía sobre el cauce del río».

El segundo es el famoso plano de Málaga que en 1791 dibujó José Carrión de Mula, piloto de la Armada y vigía del puerto, «porque además de tener una gran precisión topográfica aporta importante información sobre diversos aspectos de la Málaga de finales del siglo XVIII».

Tres décadas de trabajo han dado como resultado esta obra única y memorable.