­Es una de las cinco columnas que sostiene el Islam. Son 30 días de ayuno ritual que comienza con el crepúsculo y acaba con la puesta de sol. Desde el pasado 27 de mayo, sobre las 21.00 horas, se repite todas las noches la misma escena a las puertas de la Mezquita Al-Andalus en la calle Ingeniero de la Torre Acosta, donde se erige uno de los santuarios musulmanes más grandes. El goteo de fieles que van llegando a las puertas de la mezquita es constante. Muchos vienen cargados de bolsas en las que guardan la comida que están a punto de degustar. A estas alturas, ya llevan más de diez horas con los estómagos vacíos. Sobre las 21.30 horas se abren las puertas de la mezquita. Entonces, cuando el sol se ha puesto y no se distingue un hilo blanco de uno negro, caen las prohibiciones. Y, un año más, unos 10.000 musulmanes que se reparten por toda la provincia de Málaga rompen con el ayuno obligatorio y se adentran en uno de los momentos más esperados del día. Esta cifra es, según Javier Isla, portavoz de la comunidad árabe en la provincia, el número de fieles que celebran el Ramadán hasta el próximo 25 de junio.

La importancia que tiene Málaga en el mundo musulmán a nivel nacional se explica por la propia mezquita en sí. Detrás del templo madrileño, es la segunda más grande a nivel nacional. La tercera mezquita más grande se encuentra en Fuengirola. Durante el mes del Ramadán, la peregrinación hacia Málaga se convierte en rutina para muchos musulmanes que vienen de municipios como Archidona, Alhaurín el Grande o Alhaurín de la Torre. Por poner sólo algunos ejemplos que confirman a la capital como epicentro, por cifras y tamaño de la mezquita, del Ramadán en Andalucía.

Al frente de la mezquita, desde que abrió sus puertas, está el imán Daoud. De origen marroquí, es la máxima autoridad espiritual y una figura reconocida dentro del mundo musulmán. «Es un teólogo que apuesta por un Islam abierto y nos representa en varios foros internacionales», explica Isla. Un trasfondo que se percibe en cada uno de sus gestos. El imán atiende a todos que van llegando de manera personal y explica con precisión en qué consiste cada paso. A pesar de llevar ya más de 12 horas sin comer, no se perciben en él signos de agotamiento. La posible falta de energía para el cuerpo viene del espíritu.

En el patio interior de la mezquita ya están montadas las mesas con los alimentos. «No se trata de atiborrarse de comida», explica Isla. Aunque las imágenes atracones rebosantes se dan en algunas familias, eso no lo niega, el Ramadán no deja de ser un mes que acerca los estratos sociales y rompe con las clases.

Primero, se da un trago de leche para calmar la sed. Además de la comida, el Islam también prohibe la ingesta de líquidos. Después del primer trago, el ayuno se rompe tradicionalmente con un dátil. Según lo transmitido, el profeta Mahoma fue lo primero que comió. El iftar, así es como se denomina la cena durante el Ramadán, se convierte también en una ocasión para que varias familias se sienten todas en una misma mesa.

El verdadero valor del Ramadán está para los musulmanes en la espiritualidad interior. Los creyentes están llamados a estrechar sus vínculos con Dios. Al mismo tiempo, el Ramadán es, según Isla, un momento de sosiego y reflexión en el que debe primar la bondad y la reconciliación. «Es una manera de estar cerca de la gente pobre y darse cuenta de las dificultades por las que pasa mucha gente en su día a día», resume Isla.¿Quién hace Ramadán?

De entrada, todos los musulmanes, hombres y mujeres, están obligados al Ramadán. Se exime a aquellas personas en las que el ayuno podría perjudicar al estado de salud. Por eso se excluye de la obligación a personas mayores, enfermos, mujeres embarazadas y personas que se encuentran de viaje. En teoría, luego tienen que recuperar los días perdidos cuando el momento y la realidad particular de cada uno lo permita. Enfermos crónicos y personas que se dedican a un trabajo pesado, en el que la alimentación resulta ser un elemento indispensable, están llamados a alimentar a una persona necesitada por cada día de ayuno tienen marcado con una falta. Además de la alimentación, el Ramadán también restringe el resto de placeres terrenales. Mantener relaciones sexuales o fumar tabaco no está permitido.

Los musulmanes se guian por el calendario lunar. El Ramadán es el noveno mes del año. La luna es también la razón por la que su fecha se mueve todos los años entre 10 y 11 días. Es la razón por la que el ayuno se experimentará tanto en verano, con sus días largos, y en invierno, cuando las horas sin comer se estrechan. «Somos conscientes que no vivimos en un país musulmán», explica Isla que en Málaga hay muchos musulmanes que se ven obligados a adaptarse: «Tenemos a muchos hermanos que están trabajando, por ejemplo, en la obra. Se entiende que con la calor que hace les resulta imposible mantener el ayuno a lo largo del día». En todo caso, aquí entraría en juego la exclusión por motivos de salud. Este año, el Ramadán finalizará el 25 de junio. Días largos y noches cortas para la comunidad musulmana en Málaga y todo el mundo.