El día del Donante de Órganos es un día que invita a la reflexión. Si bien es inevitable que los sentimientos afloren y las lágrimas broten al oír el testimonio de los familiares que han donado, también es una jornada por la que felicitarse por la gran labor realizada por las instituciones, por el boca a boca. La conciencia social puede estar orgullosa y sacar músculo de que en Málaga la cifra de personas que no donan los órganos de sus seres queridos es mínima. Pese a que se les invita a dar vida en un momento de sumo dolor, estas familias no suelen dudar en que la vida siga.

Ayer, una vez más en la plaza de la Solidaridad se vivieron escenas de emoción y llanto contenido. Este año la representación de las familias solidarias ha recaído en la madre de Pablo Podadera Romero, el joven fallecido el 22 de abril cuando recibió una paliza por mediar en una pelea.

Las circunstancias de la muerte del joven, su cercanía en el tiempo y la entereza y humildad de su madre, Remedios Romero, dieron ayer una lección a quienes asistieron al homenaje. Ni el sol ni el calor evitaron que más de cien personas quisieran rendir tributos a los héroes anónimos que, al no poder seguir con sus vidas, posibilitaron que otros lo hicieran.

El coordinador del Sector Málaga de Trasplantes, Domingo Daga, lo resumió muy bien: «La muerte no es el final, es el principio de la vida de otra persona». Así, Daga, que lleva décadas trabajando en trasplantes, admitió que la familia de Pablo les dio una lección aquel fatídico día, extremo que la propia Remedios confirmó al contar que fueron ellos quienes propusieron a los médicos la posibilidad de donar los órganos del joven, que acababa de cumplir 22 años.

Remedios Romero emocionó a los presentes leyendo la redacción que el joven escribió cuando tenía 14 años y en la que relataba que el hecho más importante de su vida había sido ser donante de médula ósea a su hermano José, fallecido hace 6 años. «Él tenía claro lo que podía hacer por los demás, con solo 5 años ya fue donante de su hermano», contó la madre, que mostró una entereza ejemplar y que apeló a la donación de órganos como segunda oportunidad de vida para las personas que necesitan un órgano para vivir sanas.

La mujer hizo hincapié en la importancia de donar los órganos de un ser querido, ya que, recordó que, más allá de credos o creencias, «al morir el cuerpo desaparece. ¿Para qué tanto empeño en algo que no sirve para nada?», dijo Remedios, que quiso contar que ella había comprobado con sus propios ojos que es así tras ver los restos de su hijo José, fallecido al igual que Pablo con 22 años a consecuencia de una enfermedad.

En la redacción, con la que Pablo ganó en 2004 el segundo premio literario del IES Universidad Laboral, concluía diciendo que en su casa, desde la donación, a su hermano le llamaban José Pablo y, a él, Pablo José. «Ahora en su lápida pone Pablo y José. Gracias por este acto, me ha ayudado mucho», concluyó emocionada y con el vello erizado.